El gobierno limita la importación de insumos industriales, de repuestos y sobre todo de bienes terminados, lo que impide abastecer la demanda, perjudicando al consumidor y comprometiendo seriamente el proceso productivo.
Este escenario no es más que un síntoma contundente de la errática política económica del Gobierno nacional. Un gasto público descontrolado ha generado un elevado déficit fiscal, con la correlativa emisión monetaria para financiarlo, realimentando un nefasto e intolerable proceso inflacionario.
Lejos de atacar las causas de este flagelo, que destruye al sector productivo y perjudica a la sociedad en su conjunto, el gobierno busca atenuar solo sus efectos con mayores controles y prohibiciones, mediante el sostenimiento de un cepo cambiario, que continúa generando una amplia brecha entre el dólar oficial y el libre, lo que estimula las importaciones y desalienta las exportaciones, agravando aún más la escasez de divisas.
Podríamos estar ante una peligrosa parálisis de la economía si no se toman medidas correctivas de manera urgente.
A su vez, no se debe menospreciar el riesgo de que las empresas de neumáticos, también acosadas por una fuerte presión sindical puedan tomar la decisión de abandonar el país como ya lo han hecho otras empresas, víctimas de la discrecionalidad de los controles y prohibiciones de las políticas públicas. Tampoco se puede soslayar el riesgo que significa para la industria automotriz en su conjunto esta situación.
Las autoridades deben pensar en el libre funcionamiento de los mercados para reencontrar los equilibrios perdidos. Simultáneamente, instrumentar un firme control fiscal y monetario, que evite una espiral inflacionaria aún más peligrosa. Ya no queda demasiado tiempo para actuar en este contexto para recuperar la confianza.