Mecenazgo a la estadounidense

    Por Florencia Pulla


    Frank Marmorek

    La ópera es para todos porque la música es una sola, dice Frank Marmorek, presidente y director general de Buenos Aires Lírica, una asociación sin fines de lucro que se dedica a la producción de óperas clásicas y a la venta de abonos a socios amantes de la música clásica que los hay, y muchos. Marmorek es tajante respecto a la antigua pelea entre la cultura popular, de las masas, y la más refinada, destinada a una élite: no existe tal cosa.
    Rompe, así, con el modelo estereotipado de quiénes disfrutan estos espectáculos: no es necesario tener un piso en Recoleta para poder ir al Colón ni un doctorado para apreciar el arte. “La ópera no es, ni nunca fue, para una élite. La música nunca se dividió entre clásica y popular. Esa división se dio en las últimas décadas, es muy del siglo 20. Las plateas son ubicaciones más costosas pero también hay ubicaciones para ver espectáculos de parado y ahí no hay elitismo alguno. No sé en qué punto se creó esa asociación. De hecho, producir música popular es más caro que hacer lo mismo con música clásica, porque se necesitan estrategias de marketing y comunicación que en el ámbito clásico no existen. La única diferencia está en que hay que acercarse a esa cultura; no hay que esperar que venga hacia uno”.
    De ese entusiasmo por la música clásica, de saber que no existen barreras de acceso para el disfrute, es que Marmorek –un ingeniero que durante toda su carrera profesional se dedicó a trabajar, desde su propia empresa, en el rubro de IT y telecomunicaciones– diseñó Buenos Aires Lírica. “La música me acompañó toda la vida –reconoce– y cuando llegó el momento de hacer un cambio, favorecí un proyecto artístico”.
    Fundada en 2003 cuando, dice, “el Teatro Colón estaba en su época más oscura” y se necesitaban alternativas a esa, la casa de la ópera argentina por excelencia, Bueno Aires Lírica basa su modelo de negocios, si es que se lo puede llamar así cuando se trata de una asociación civil, en la venta de abonos anuales para las cuatro óperas que producen pero también en la libre donación de empresas que, bajo la Ley de Mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires, deciden apoyar proyectos artísticos como parte de su estrategia de comunicación y responsabilidad social. Un modelo que, hasta ahora, no va tan mal: 16.000 personas asisten a sus funciones cada año y los esponsors, que representan 50% de los ingresos de la organización, incluyen a pesos pesados como Exxon o Air France.

    Made in USA

    El arte como negocio sigue reglas diferentes a las que nos tienen acostumbrados las empresas tradicionales. Hay una lógica que hay que entender, un producto que hay que saber valorar, aún cuando los costos amenacen el famoso bottom line.
    Sobre la ópera hay que saber que existen dos modelos y Marmorek lo explica con paciencia. “El modelo de negocios, si se lo puede llamar así, sigue dos escuelas: la norteamericana o la alemana. La europea se basa en la contribución fuerte del Estado para compensar los ingresos que no llegan de la boletería. Entonces el Estado contribuye 50% y la otra mitad sale de los ingresos de la actividad misma. Hoy por hoy, incluso en Europa, este sistema presenta serios desafíos porque buscan cada vez más que los privados se hagan cargo de los grandes costos de mantener y poner en marcha producciones. Los que más invierten, en este contexto, son los alemanes que tienen hasta 80 teatros y desembolsan algo así como US$ 1.500 millones por año”, cuenta. Es, de alguna manera y con sus diferencias, el modelo del Teatro Colón que suplementa lo recaudado por sus funciones con ingresos provenientes del Estado, que se encarga de su desarrollo y mantenimiento. Entienden al arte, y a la ópera, como parte indispensable de la cultura y entonces, como actor clave, influyen con diferentes políticas públicas.
    El modelo estadounidense, en el que se basa Buenos Aires Lírica, es diferente. Se puede decir que es más de libre mercado, en tanto no recibe ningún impulso estatal para llevar adelante sus obras. Impulsa, sí, a los individuos y a las empresas a hacerse cargo de esa tarea mediante generosas deducciones impositivas que, en la Argentina al menos, solo están contempladas en la ciudad de Buenos Aires a través de su ley de Mecenazgo.
    “El modelo estadounidense es más el nuestro. Estados Unidos tiene 140 óperas que funcionan así, como asociaciones sin fines de lucro donde lo que no entra por boletería entra por esponsors. En nuestro caso, estamos favorecidos claramente por la ley de mecenazgo”, admite.
    ¿Cómo funciona? Un porcentaje del impuesto a las ganancias se puede destinar a un proyecto filantrópico, como pasa en muchos países del mundo que tienen una cultura desarrollada en ese sentido. “Es un tema para discutir cuánto el éxito de la filantropía viene por razones impositivas y cuánto es cultural”, se pregunta Marmorek aunque, estima, es más lo segundo que lo primero. Eso explica por qué, a pesar de tener una ley sancionada en la Ciudad, todavía no hay mucho conocimiento sobre el tema. El hecho de que no haya una ley nacional, que incida sobre todo el territorio, también es un problema para que la práctica se extienda. “No hay suficiente experiencia en el país como para evaluar el éxito como política. Pero sí se puede observar, y ha salido en varios artículos, que el porcentaje del PBI dedicado a la filantropía en el país es bastante pequeño”.
    De todas formas, hoy por hoy, el mix entre ingresos propios y contribuciones de las empresas está bastante equilibrado: 50-50, entre taquilla y desembolsos directos. Así logran producir la segunda ópera de Buenos Aires, después de las del Teatro Colón, en un mar de producciones amateurs o semi-amateurs.

    RSE y reputación corporativa

    ¿Qué lleva a las empresas a querer participar de proyectos como el de Buenos Aires Lírica? La respuesta está en los departamentos de Comunicación y Marketing, desde donde se cuecen las políticas corporativas de Responsabilidad Social y reputación corporativa. Es decir, no es solo una cuestión impositiva, aunque seguramente el incentivo financiero apalanque el crecimiento de la tendencia; la respuesta está en las inversiones hacia la comunidad de empresas, generalmente multinacionales con experiencia en este tipo de tradiciones.
    “Los privados que donan, más allá de la compra de un abono, tienen un estimulo claro que es su amor al arte; sus ganas de contribuir y formar parte. De eso se tratan en general los Círculos de Amigos. Pero las empresas lo ven de una manera diferente, creo. Está ligado a las contribuciones que creen que deben hacer a la sociedad. Es decir, lo asocian con políticas de Responsabilidad Social. Hay mucho del aspecto comunicacional que hay que tener en cuenta porque la música clásica, y las obras, son emprendimientos con prestigio pero no masivos ni con demasiada difusión. Hay muchas que prefieren estar cerca de equipos de fútbol o tenistas, porque son eventos más llamativos. Pero otras no siguen eligiendo”, cuenta.
    Así desarrollan sus funciones todos los años: cuatro óperas, con cuatro funciones cada una, con un total de 16.000 espectadores. Un número nada despreciable para una actividad que no tiene la masividad del cine ni sus costos bajos.
    “Otros espectáculos artísticos pueden ofrecer producciones a un costo insignificante, como el cine. Pero el teatro, y la ópera en particular, dependen de muchas personas y el costo es altísimo”. Estima, de hecho, que 80% del presupuesto de una obra se lo lleva el cachet de los artistas por lo que el mecenazgo empresario viene bien a la hora de emparchar algunas cuentas. Por ahora, estima Marmorek, continuarán con las cuatro óperas anuales aunque no descartan ampliarse a cinco, como años atrás, si los costos lo permiten.

    Qué, cuándo, dónde

    Para todos los gustos: aunque los abonos de las plateas más caras rondan los $5.400, hay entradas para todos los gustos. La de menor valor, del tipo gallinero, cuesta solo $600. A menos de $150 por función, el costo no parecería prohibitivo.
    Marzo: Generalmente los abonos para todo el año se compran hasta mitad de mes. Después, se ponen a la venta en el Teatro Avenida por función.
    Para hacerse de los abonos, por teléfono (48126369) y por la página web http://www.balirica.org.ar/