
Otro más: los políticos estadounidenses quieren que los legisladores brasileños den un curso donde los asesoren en todos los modos en avanzar con el “impeachment”, materia en la que son expertos.
Es que las crisis políticas en medio de sonados (y probados) casos de corrupción se suceden. Hace justo un año fue separada de la Presidencia Dilma Rousseff que espera la resolución del juicio en su contra. En el medio, las acusaciones alcanzaron al ex presidente Lula Da Silva quien asegura que es una maniobra para torpedear su futura candidatura. Pero ahora, doce meses después, viene otra sorpresa. De otro partido y otra orientación, el mandatario que reemplazó a Dilma, Michael Temer, es investigado por la Corte Suprema por corrupción y obstrucción de la justicia.
Varios partidos políticos todavía lo apoyan porque esperan que se aprueben leyes esenciales para evitar un nuevo colapso económico, tan cerca del anterior. Pero el horizonte es ominoso para el mandatario.
Lo que plantea dos problemas inmediatos. Si Temer es separado del cargo, ¿quién será el que lo reemplace?
Y si hay –como pretenden muchos legisladores y políticos– un llamado inmediato a elecciones generales, el favorito es Lula Da Silva. Lo que plantea negros nubarrones desde la perspectiva de las investigaciones judiciales.
Sumada a las anteriores, la nueva acusación permite delinear un oscuro sistema de padrinazgo político y de favoritismo corporativo que ha envenado los esfuerzos del país por dejar atrás esta pesadilla. Simultáneamente, se destaca en forma nítida la independencia de fiscales y jueces (e incluso de la Policía Federal) en una batalla contra la corrupción que se inició hace tres años y que, en vez de ceder intensidad, recrudece.
La investigación –que originariamente comenzó con la petrolera estatal, Petrobras, para luego proseguir con la constructora Odebrecht– sostiene que en esta nueva etapa con JBS (del rubro alimenticio) se ha revelado que esta firma repartió coimas y “ayudas” a 1.829 candidatos a cargos parlamentarios de 28 partidos distintos en diversas elecciones. De todos ellos, 167 fueron elegidos a la cámara de Diputados, 28 al Senado y 16 fueron consagrados gobernadores.
Los últimos cinco presidentes del país están bajo investigación. Como lo definió un analista: el país está sumido en una “corruptocracia”.
Mientras se discuten las futuras reformas políticas que serán inevitables, dentro y fuera de Brasil se teme por el desempeño de la economía que puede sufrir otro retroceso, como hace un año.
En la región, en los miembros del Mercosur y en especial en la Argentina, su principal socio comercial, abundan las preocupaciones.
Dos años de retroceso
La situación histórica reciente ha llevado a la economía de Brasil a padecer dos años consecutivos de alto decrecimiento (entre –3,5% y –4% en 2015 y 2016).
Ahora, mientras se preveía una muy leve recuperación para 2017 (0,5%), la turbulencia actual afecta la estabilidad del Gobierno del presidente Michael Temer, pero a la vez pone a todo un sistema político en una situación de debilidad inusitada, lo que afecta las perspectivas de sucesión en el liderazgo del proceso político, y seguramente impedirá tal recuperación económica.
Para la Argentina es un serio problema, ya que Brasil es su principal mercado de exportaciones. El país vendió en 2016 a Brasil, US$ 9.027 millones, y este principal destino de nuestros productos fue seguido en relevancia por China (segundo mayor mercado en el mundo para la Argentina), que compró a nuestro país US$ 4.425 millones y por EE.UU. (tercero), al cual se enviaron exportaciones por US$ 4.420 millones.
Pero, como señala el último informe de la consultora Desarrollo de Negocios Internacionales (DNI), que dirige Marcelo Elizondo, la situación es aún más complicada porque el país integra con su vecino, el Mercosur.
Las posibilidades de prolongación de la crisis están fundadas en que no aparece una figura con capacidad de generación de legitimidad para la formación de un gobierno de transición hasta que se llegue a la fecha de octubre de 2018 (la prevista para las elecciones generales), que pueda gobernar.
Y también avanzar con reformas que el gobierno del presidente Temer viene llevando adelante. A lo que se suma que la causa de la debilidad es el profundo descrédito de todo un sistema atacado por las investigaciones de corrupción que auguran próximas noticias que provocarían conmociones mayores.
Por su parte, los partidos políticos aún no han preparado grandes figuras de recambio (ni han aparecido partidos nuevos con la fortaleza necesaria aún) ante la situación crítica de todo un sistema.
Brasil es (según el FMI), aun con la caída de su PBI en los últimos años, la octava economía del mundo y la única de Latinoamérica en el lote de los “top ten”. Además Brasil es un país que (pese a no ser comercialmente abierto) es de alta internacionalidad, en la medida en que es la sede de la principal porción de multinacionales latinoamericanas (que operan en diversos países de la región). Brasil ha invertido en el exterior a través de sus empresas, desde que se inició la década, unos US$ 85.000 millones.
Llegó a tener “investment grade”. Es el décimo mercado consumidor del mundo, el mayor productor global de aviones jet regionales y cuarto productor mundial de aeronaves comerciales. También es el mayor productor mundial de café, naranja y guaraná; el mayor productor mundial de caña de azúcar (al lado de India); el mayor productor mundial de celulosa de eucalipto; el mayor exportador mundial de carne bovina y de pollo y el cuarto mayor exportador de porcinos; el mayor exportador mundial de azúcar y jugo de naranja; el mayor exportador mundial y el segundo mayor productor de etanol; y el segundo exportador mundial del llamado complejo soja (grano, harina y aceite).
Últimamente en particular, como consecuencia de las desventuras de la economía brasileña, las exportaciones argentinas están en descenso hacia Brasil.
Se agranda la brecha en ambos lados del Atlántico

Como siempre, Angela Merkel fue categórica: Europa no cree ya que Estados Unidos sea un socio confiable. Sin mencionarlo expresamente, dijo que “los europeos debemos tomar nuestro destino en nuestras manos”. Una confirmación de lo que se venía gestando.
También precisó que hay que prepararse para un futuro sin Gran Bretaña, cuando se complete la separación que origina el proceso del Brexit.
Esta fue la consecuencia de la incursión de Donald Trump por las dos grandes reuniones internacionales recientes. La canciller alemana remató: hay que mantener buenas relaciones con Estados Unidos y Gran Bretaña, como también con Rusia.
Un drástico giro en el escenario geopolítico internacional del viejo continente. Primero fue la reunión del G7 en Sicilia, donde Donald Trump evitó cuidadosamente pronunciarse sobre temas vitales y sensibles como el estado del comercio global, y sobre la defensa del clima.
Los otros seis países ratificaron el acuerdo de París sobre la cuestión climática y la necesidad de que no crezcan las temperaturas promedio. Durante la campaña electoral, Trump adelantó que estaba en contra de la participación estadounidense en este acuerdo.
Durante la cumbre de la Otan en Bruselas, Trump reclamó mayor participación económica de los países europeos en los gastos de defensa, y además eludió todo pronunciamiento sobre el compromiso militar de EE.UU. con la organización (a la que hace pocos meses calificó como “obsoleta”), sin dar respaldo explícito a la obligación de mutua defensa en caso de un ataque externo. Voceros de Washington ratificaron que el compromiso sigue intacto pero el silencio del locuaz Trump sobre el tema, debilitó la confianza de los socios europeos.
El escenario indiscutido durante los últimos 65 años, ahora tambalea dominado por dudas y algunas certezas.
Trump devolvió el golpe
El presidente estadounidense volvió a recurrir a sus tuits para contestarle a Angela Merkel y aumentar la tensión con Alemania.
“Tenemos un déficit comercial enorme con Alemania; además, ellos pagan mucho menos de lo que deberían sobre Otan y presencia militar”, dijo Trump en su tuit. “Muy malo para Estados Unidos. Eso va a cambiar”.
El tuit es su contestación a las declaraciones de la canciller de Alemania donde destacaba la necesidad de alejarse de Estados Unidos y Gran Bretaña. Merkel dijo que “los tiempos en que Alemania podía confiar completamente en los demás están parcialmente agotados. Yo experimenté eso en los últimos días. Los europeos tenemos que tomar el destino en nuestras manos”.
El tuit de Trump refleja perfectamente las críticas del presidente a los déficits comerciales. Estados Unidos tiene déficit comercial con México, China, Canadá y ahora Alemania y el presidente cree que se deben a “malos acuerdos comerciales”.
Tampoco es la primera vez que Trump critica a los miembros de la Otan por no pagar un mínimo de 2% de su PBI a la Alianza. En su discurso frente a los aliados, Trump presentó esto como una deuda de los países para con la Otan, pero expertos en política exterior señalan que el acuerdo dice que 2% del PBI debe ser pagado por cada país a su propio ejército y que además es una meta a alcanzar en 2024.

