Es imposible ignorar el impacto que los cambios tienen en la economía y en la fuerza laboral y habrá que acostumbrarse a la idea que deberemos aprender y refrescar permanentemente nuestras habilidades para mantener relevancia.
Los empleos del futuro van a necesitar un conjunto híbrido de habilidades en muchas áreas. Pero el modelo educativo actual nos tiene durante por lo menos tres años estudiando la misma disciplina. Como las habilidades actuales van a cambiar varias veces durante el transcurso de nuestras carreras, los títulos de educación superior también comienzan a adaptarse para brindar certificaciones flexibles y ajustables.
En este futuro, imaginemos que en lugar de graduarnos con un solo título en una universidad, también podemos diseñar nuestro propio título personalizado a partir de muchos programas online o residenciales. Se van a imponer los módulos pequeños de educación, y las experiencias de aprendizaje serán flexibles y personalizables. Algo así como construir un castillo con ladrillitos de Lego en lugar de uno de plástico ya hecho: uno elige los ladrillos que necesita para construir la base más sólida para la carrera.
En lugar de graduarnos de una sola disciplina en una universidad, diseñaremos nuestro propio título personalizado. La educación modular permitirá a los estudiantes personalizar sus perspectivas laborales. En lugar de pasar cuatro años persiguiendo el mismo título que miles de otros estudiantes, podrán crear un título acorde con sus fortalezas y que los diferencie de la competencia. Podrán combinar humanidades con habilidades técnicas. Ese método les permitirá sintetizar su propia educación con el baúl de herramientas necesarias para las carreras del futuro.
Naturaleza cambiante del trabajo
Esta flexibilidad en la educación refleja la naturaleza cambiante del futuro del trabajo. Los campos más exponenciales suelen estar en la intersección de dos profesiones aparentemente no relacionadas. Por ejemplo, la ciencia de datos es uno de los campos de mayor crecimiento, pero un científico de datos también necesita una sólida base en cualquiera sea la industria en que trabaje: energía renovable, política o servicios financieros. Esto requiere un conjunto de habilidades únicas difícil de enseñar en el contexto de la educación tradicional.
Para asegurarse un buen empleo un trabajador del futuro necesitará por lo menos dos títulos diferentes. Un estudiante que sepa hacia dónde quiere ir, podría tomar cursos de dos vertientes diferentes. Por ejemplo, creando una carrera que una la ciencia de datos en una universidad y biotecnología en otra.
Los cursos online serán los nuevos vehículos para armar esos títulos modulares. Son cursos diseñados para ser enseñados a distancia, con admisión abierta y generalizada y capaces de llegar a miles o cientos de miles de estudiantes.
Las investigaciones muestran que el aprendizaje online suele tener resultados similares o mejores que el entorno tradicional de la clase por su flexibilidad, ritmo personalizado y devolución instantánea.
No haría falta siquiera completar toda la carrera en una universidad. Podría haber una red global que permita a los estudiantes crear sus propias carreras. Esto ya está comenzando a ocurrir porque los proveedores de cursos online y sus socios institucionales ofrecen más programas y más títulos que son valiosos como certificados independientes y que significan créditos para ser aceptados en universidades que participan del programa.
Las universidades continuarán compartiendo contenidos de sus carreras y, en el futuro, los estudiantes acumularán credenciales de módulos realizados en muchas universidades para formar títulos y certificaciones más poderosas.
Este procedimiento puede también aplicarse a las habilidades de una carrera sola. Una vez que el egresado ya está en la fuerza laboral, el seguir aprendiendo y compartiendo conocimientos será una experiencia en permanente actividad.
La posibilidad de sumar habilidades será todavía más necesaria en el futuro, cuando la tecnología en constante transformación obligará a los trabajadores a reformularse en forma permanente. Por lo tanto, los trabajadores deberán aprender y refrescar siempre sus habilidades para mantener su relevancia.
Eso será bueno también para las instituciones de educación superior. Una plataforma universitaria u online tendrá la opción de especializarse en determinadas materias y ofrecer los componentes de educación en los que los instructores se destacan. Además, las experiencias para los que viven en el campus también mejoran porque podrán aumentar su educación vivencial con contenido especializado de módulos online de otras instituciones.
La educación móvil y las mujeres
Dicen que el teléfono celular salvará la educación y, además, que no costará mucho. Se ha impuesto la idea de que la tecnología es la clave para que la educación sea equitativa y accesible para todos.
Gracias a la Inteligencia Artificial, a big data y a la automatización, estamos al borde mismo de una revolución educativa. Pero a causa de las barreras de género, viejas como el tiempo, existe el riesgo de dejar atrás a la próxima generación de mujeres. La educación móvil encierra una enorme promesa para los millones de personas dispuestas a aprender, pero sólo si antes resolvemos algunos problemas sociales y de infraestructura.
Tomado el mundo en su totalidad, es posible decir que las mujeres no gozan del mismo acceso a la educación que los hombres. Seguramente han progresado mucho: 830 millones de jóvenes ahora están online pero todavía hay mucho por recorrer. Hoy más de la mitad de la población mundial sigue offline con la penetración global de Internet calculada sólo en 50% para mediados de 2019.
Muchas mujeres siguen todavía en el mundo análogo. Según la International Telecommunication Union, desde 2013 la brecha de género en el uso de Internet se achicó en todo el mundo. Pero cuando se analizan datos regionales se comprueba que la conectividad está mejorando sólo en algunos lugares, para algunas personas: hombres.
En los países de ingresos medianos y bajos como Pakistán y Uganda, más de 1.200 millones de mujeres todavía no usan internet móvil. Sólo en las Américas se equiparan las mujeres con los hombres en conexión a Internet, y allí también hay correlación en paridad de género en la educación superior.
La principal barrera es la familia o la comunidad. El costo, los estereotipos y las preocupaciones familiares sobre acoso online impiden a las chicas usar tecnología y acceder a las oportunidades que encierra. En este sentido, la barrera para estar online no se encuentra en la última app ni en el último modelo de teléfono, es una barrera no tecnológica: la familia o la comunidad.
En la India, las chicas no pueden entrar a las redes sociales a causa de su género. En Sri Lanka los padres confesaron a los encuestadores que les restringían el acceso a Internet a las niñas por cuestiones de seguridad personal. Son, entonces, problemas sistémicos y de género y educativos los que habrá que solucionar para seguir adelante. Cuando preguntaron a las chicas en Nigeria por qué no tenían un teléfono celular, 40% contestó que la barrera no era el dinero, sino que no sabían leer. Eso crea un escenario digital de huevo y gallina, donde las mujeres necesitan tecnología móvil para acceder a la educación pero no pueden usar esa tecnología a menos que ya hayan recibido educación.
Brecha de oportunidades
En muchos países siguen luchando por un lugar en la clase, sea online o en la vida real. Aunque se han logrado grandes avances en las últimas décadas en paridad de educación, todavía esos avances no llegaron al nivel terciario, que es donde las mujeres tienen más probabilidades de obtener la capacitación y certificación que necesitan para obtener empleos bien pagos.
Esto obviamente reduce la cantidad de mujeres en condiciones de llegar a la universidad y de adquirir las habilidades que les permitan ser competitivas globalmente. Esta crisis educativa en la educación global impacta en las chicas de los países más pobres ampliando la actual brecha de oportunidades y dejándolas cada vez más atrás.
Los países en desarrollo deberían recibir por lo menos el mismo nivel de atención que se dedica al desarrollo de aplicaciones para armar parejas..
De las pocas mujeres que llegan a la universidad o institutos de altos estudios, apenas 35% estudian las materias duras, que son las que conducen a empleos en el centro de la nueva economía digital. Además, abandonan la universidad en forma desproporcionada frente a los hombres, lo que significa que para el momento de la graduación, la población universitaria femenina es solo 3% de los graduados en información, computación y tecnología en todo el mundo. .
Pero tampoco alcanza con erradicar la inequidad. Si una joven está alfabetizada, logra tener un smartphone y su familia la respalda, hay otra barrera para estudiar para conseguir un título: pagar, no las clases, sino los datos.
Imaginemos a una joven estudiante en Afganistán tratando de bajar el contenido en video para todo el semestre en el interior del país para hacer su curso universitario online.
El simple hecho de tener acceso al teléfono no quiere decir que lo pueda usar para estudiar. Según una investigación realizada por la Alliance for Affordable Internet, ni siquiera un gigabyte de datos móviles es alcanzable para más de 2.300 millones de personas en el mundo. En algunos países 1 GB puede costar hasta 20% del sueldo mensual promedio.
Entonces, ¿qué es lo que funciona en educación técnica para mujeres? En vez de perpetuar el culto del heroico emprendedor social, los socios de los países en desarrollo deben estar en el centro de verdaderos sistemas de emprendedorismo que incluya tecnología y vaya más allá.
Para que la educación móvil triunfe con todos los géneros, hay que concentrarse en los maestros, los programas de estudio y el entorno de la clase. El presupuesto, la capacitación de los maestros, la infraestructura técnica y la evaluación son algunas de las variables más importantes, no la tecnología misma. Para poder hacer realidad la promesa de la educación móvil habrá necesidad de una buena dosis de humildad y proyectos ambiciosos. Ni el acceso a Internet ni las buenas plataformas serán suficientes para asegurar que las niñas y las mujeres puedan superar las barreras sistémicas al aprendizaje.
Otra definición de inteligencia
Ciento cincuenta años atrás los programas de estudio eran más simples para un alumno corriente: la base estaba formada, como ahora, por matemáticas, lengua, historia, geografía e historia. Pero en el ámbito de la ciencia, las diferencias entre aquel entonces y ahora son siderales.
Los expertos coinciden en que este período de cambios vertiginosos necesitará un conjunto de conocimientos, habilidades y competencias diferentes. En lo que no coinciden es en cómo serán esos conocimientos. Por eso es que hay tanta incertidumbre para planificar el contenido de la educación científica.
El concepto de inteligencia va a ser mucho más rico.
Cada cosa que se aprende sobre el mundo y que antes no se conocía se agrega a la lista de “cosas que hay que saber”.
Hoy hay programas de inteligencia artificial que incorporan conocimientos día y noche sin parar procesando datos nuevos, absorbiendo información nueva que, cuando se la combina con el conocimiento existente, aumenta su capacidad para responder preguntas y problemas nuevos.
Todo esto obliga a redefinir las antiguas definiciones de inteligencia. En este futuro, inteligencia es un concepto mucho más rico que antes. En lugar de referirse a conocimiento académico o tests de IQ, la concibiremos como una síntesis colectiva y conectada que engloba intelecto humano y artificial que trabajan juntos en forma complementaria.
¿Cómo se refleja esto en la Universidad? Las instituciones académicas usarán IA como infraestructura para sostener la evolución de esta nueva inteligencia. Desarrollarán sistemas artificialmente inteligentes, complejos y sofisticados que ayuden a analizar el nuevo mundo.
Ya están apareciendo en el mercado educativo muchas tecnologías diferentes: cascos para realidad aumentada, simulación de realidad virtual, asistentes personales activados por la voz y sistemas tutoriales personalizados. Esas tecnologías pueden permitir a los alumnos la interpretación de datos y a los maestros contar con una gran ayuda.