Si usted tiene un smartphone seguramente ha tenido esta inquietante experiencia en algún momento: después de tener una conversación cara a cara con una amiga en un lugar privado toma el teléfono y ve publicidades en las redes sociales que reflejan los detalles de su charla con una precisión insólita.
Los más inclinados a las torías conspirativas sospechan que una app, o el teléfono mismo está grabando nuestras conversaciones. Esto no es así, dice Corin Purtill en una investigación que publica en Quartz, aunque si la sospecha es fuerte siempre se puede cambiar la configuración para reducir la cantidad de datos que pueden recoger las apps.
Tristan Harris, ex director de ética de diseño en Google, explica que esos avisos publicitarios no aparecen como resultado de una grabación secreta. La descripción que hace de por qué aparecen ofrece una buena perspectiva de la cantidad de información que tienen los anunciantes a su disposición. Él lo explica así:
“Sé positivamente, y lo demuestran los datos forenses, que no hay nadie escuchando en el micrófono. ¿Cómo entonces pueden saber la conversación que hemos tenido?
Eso es porque dentro del servidor de Google, o del servidor de Facebook, hay una pequeña muñeca vodoo, una especie de versión de nosotros, un avatar, un modelo de nosotros. No tienen necesidad de escuchar nuestras conversaciones porque han acumulado todos los clics que hemos hecho y eso hace que la muñeca vodoo actúe cada vez más como nosotros. Todo lo que tienen que hacer es simular qué conversación está teniendo la muñeca vodoo para saber la conversación que acabamos de tener sin tener que escuchar el micrófono”.
Hasta aquí entonces, la respuesta a la pregunta de si el teléfono nos espía, es que no, porque no hay un micrófono registrando conversaciones. Pero también se podría contestar que sí, porque cuando usamos apps o la Internet en cualquier smartphone, vamos dejando una huella de información que los anunciantes usan para informarse de qué compramos, dónde vamos o con quién hablamos, casi siempre sin nuestro conocimiento o consentimiento explícito.
Software espía
Luego hay otro problema.
En julio de este año 2021, 37 personas descubrieron que sus teléfonos los estaban espiando de una manera mucho más grave. Una investigación coordinada de distribuidoras de medios y organizaciones sin fines de lucro de todo el mundo reveló que la firma israelí de tecnología NSO Group vendía malware a gobiernos autoritarios que lo usaban para hackear los teléfonos de periodistas, activistas de derechos humanos y abogados.
Esos 37 números eran parte de una lista filtrada de 50.000 números que el consorcio cree son objetivos actuales o buscados de los clientes de NSO. La lista incluye presidentes, primeros ministros, familiares de líderes de oposición.
No es la primera vez que se habla del NSO Group. Al software de la compañía, Pegasus, también se lo acusó de jugar un papel en el asesinato en 2018 del reportero del Washington Post, Jamal Khashoggi. Y en 2019 Facebook demandó al NSO por supuestamente infectar 1.400 teléfonos para lograr acceder a las cuentas de Whatsapp de sus propitarios.
Este último escándalo pone al NSO Group nuevamente en el banquillo de los acusados junto a la escasa regulación del negocio de contratar hackers.
Un mundo muy oscuro
Los terroristas, traficantes de drogas, pedófilos y otros criminales tienen acceso a tecnología avanzada y son más difíciles que nunca de monitorear, rastrear y capturar. Los delincuentes más peligrosos del mundo se comunican usando tecnología diseñada para proteger sus comunicaciones mientras los organismos legales se esfuerzan por juntar evidencias e inteligencia sobre sus actividades.
A causa de esas preocupaciones globales, las naciones miembro de la alianza de inteligencia llamada Five EYES (FVEY) advierte que “la creciente brecha entre la capacidad de los organismos oficiales para acceder en forma legal a los datos y su capacidad para adquirir y usar el contenido de esa información es una apremiante preocupación internacional que requiere atención urgente y sostenida.
La relación de la humanidad con las computadoras está cambiando en forma drástica, pero el impacto social y económico todavía no se ve con claridad.