Cómo cambió la vida cotidiana, la gente y los negocios

    Hay que indagar en las pistas que nos ofrece una realidad cambiante, en cómo se comportará la conducta del consumidor, cómo será la productividad y el crecimiento en los próximos años. Tarea especialmente difícil: muchos de los cambios permanecerán, pero otros se conformarán de manera distinta a como era antes de la pandemia, y otros, finalmente retornarán a la “antigua normalidad”.

    Lo importante es pensar cómo evitar que la recuperación no profundice la desigualdad que existe globalmente. Las empresas avanzan en el despliegue y uso de tecnologías digitales y de automatización. Con lo cual, las tendencias que se vislumbraban años atrás experimentan ahora una brutal aceleración.

    Este es un tema en que la percepción juega un papel central. Por ello, en esta edición de agosto, del 52 aniversario de Mercado, hemos buscado riqueza de contenidos. Protagonistas de distintas ramas de la actividad económica, académicos y consultores realizan su aporte intelectual.

     

    El informe estuvo a cargo de Rubén Chorny


    Alejandro Melamed, orador internacional y consultor

    El trabajo del futuro post coronavirus

    Doctor en Ciencias Económicas (UBA), autor de varios libros entre ellos Diseña tu cambio (2019) y El futuro del trabajo y el trabajo del futuro (2017), previene que la mayoría de nosotros está atravesando lo que se denomina “la angustia de los robots”.

    Si nos pidieran que en una sola palabra definamos estos 52 años, un concepto que pueda sintetizar todo este tiempo, tal vez cambio sería la mejor manera de aproximarnos.

    Por eso se habla de cambio en 3D, en tres dimensiones: perpetuo–omnipresente–exponencial.

    Es perpetuo porque ocurre todo el tiempo de manera continua. Es omnipresente, ya que se desarrolla en múltiples áreas de la vida a la vez. Y, además, se presenta de manera exponencial, debido a que se acelera a un ritmo cada vez más rápido.

    Y evidentemente, en este último año y medio, todo ello se ha potenciado por la aparición del Covid–19.

    Por eso es que ya se habla de doble disrupción: la tecnológica y la del coronavirus.

    La mayoría de nosotros está atravesando lo que se denomina “la angustia de los robots”, el temor a quedar sin trabajo porque un robot nos sustituirá.

    Desde la emergencia del Covid–19, ese sentimiento se ha reforzado.

    Los profesores John Hagel y Gary Bolles de Singularity University sostienen que este período que estamos transitando no implica pausarnos para volver a la situación anterior, sino un llamado a resetearnos para poder enfrentar los desafíos y capitalizar las oportunidades.

    En otras palabras, una invitación a cambiar nuestro “sistema operativo” para no quedar obsoletos rápidamente.

     

    Empleos transformados por la tecnología

    Veamos algunos datos al respecto: según el Foro Económico Mundial, es probable que más de 1.000 millones de empleos, casi un tercio de todos los empleos del mundo, se transformen por la tecnología en la próxima década.

    Del mismo modo, las investigaciones recientemente publicadas por el Foro Económico Global y por Gartner sobre el futuro del trabajo debido al Covid–19 coinciden en un aspecto central: la pandemia aceleró aquellas tendencias que se visualizaban para el mediano y largo plazo.

    Sintetizando algunos de los cambios que se están generando, podemos mencionar:

    • Nuevas habilidades y capacidades son requeridas para poder responder a las múltiples y cambiantes demandas. Los procesos de upskilling (mejorar las competencias) y reskilling (reciclarse, adquirir otras aptitudes) se instalan como críticos para no perder vigencia y acceder a las nuevas oportunidades
    • El home office pasó de ser un beneficio a un requerimiento. Del mismo modo estamos transitando hacia un modelo híbrido, que nos permitirá tomar lo mejor de cada una de las modalidades (presencial y virtual).
    • La utilización de los datos para generar información clave para tomar decisiones e interactuar en los aspectos humanos. Cada vez se dispondrá de mayor cantidad de datos, la clave será cómo y para qué se los utilizará, cómo se minimizarán los sesgos y se interpretarán inteligentemente. Pasar de datos a información, luego a inteligencia para poder tomar las mejores decisiones y acciones.
    • El propósito como gran ordenador para alinear todas las prioridades, que cambian permanentemente. La relación entre el propósito individual de cada integrante y el organizacional cada vez toma más preponderancia.
    • La cultura como gran dinamizador e impulsor del crecimiento. No se compra ni se copia, demanda un trabajo sostenido y que se la viva auténticamente cada día, en cada acto, en cada momento de verdad.
    • Estructuras cada vez más planas, livianas y ágiles. Eliminación de todo aquello que no agregue valor. Personas adecuadas, en los lugares apropiados, en el momento oportuno
    • Y, por supuesto, en tecnologías sea muy posiblemente el plano en que mayores novedades tengamos, que ni siquiera podemos imaginarnos con los paradigmas actuales.

    Pero, atención, muy posiblemente, la próxima revolución esté vinculada a la manera de relacionarnos, de conectarnos entre nosotros, de colaborar. Formas que difícilmente hoy podríamos vislumbrar.

    Evidentemente, el futuro es apasionante. Es una invitación a reinventarnos, permanentemente, abrazar los cambios y, por qué no, disfrutar del proceso!


    Jorge Castro, presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico de Argentina

    EE.UU. encabeza la 4ª revolución industrial

     

    Periodista y abogado, socio fundador de Fundación Pensamiento Americano, miembro del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), miembro y presidente de Foro Sur, grupo dedicado a promover el Mercosur analiza el auge de las high tech y el posicionamiento de dos grandes potencias: EE.UU. y China.

    EE.UU., la mayor economía del mundo (US$ 22,6 billones/25% del PBI global) experimenta un extraordinario boom económico en 2021, con una expansión de +6,5% anual en los primeros tres meses del año, seguida por un auge fenomenal de +13% anual en el segundo trimestre.

    A esto se suma una nueva revolución tecnológica desatada por la explosión del teletrabajo, que ha aumentado la productividad de EE.UU. 15% en los últimos dos años.

    La totalidad de la economía estadounidense se ha volcado a la Cuarta Revolución Industrial, el proceso de digitalización completa de la manufactura y los servicios.

    Lo único que frenaba esta revolución industrial en EE.UU era el bajo nivel de inversión existente hasta 2016 (12% del producto); y en los últimos cinco años la tasa de inversión creció 4 puntos del producto, sin contar la inmensa masa de capitales que recibió en Wall Street.

    Las cinco principales empresas “hightech” de EE.UU. –Amazon/AWS, Microsoft, Google, Apple, y Facebook– aumentaron su valor de mercado en US$ 1,28 billones en los cinco primeros meses de este año, lo que representa más de US$ 51.000 millones por semana, y deja atrás el récord de US$ 47.000 millones que obtuvieron cada siete días en 2020.

    En conjunto, las cinco “Grandes High Tech” tienen una cotización en Wall Street que supera los US$ 8 billones, que representa más de un tercio del PBI estadounidense.

    Además, encabezan el salto cualitativo experimentado por el capitalismo norteamericano en el transcurso de la pandemia del coronavirus que se extendió entre el 2do y 3er trimestre del año pasado. Esta extraordinaria transformación se realizó esencialmente en el plano de la digitalización.

    El boom digital desatado se reveló en el auge del intercambio global de servicios digitalizados, que aumentó 15% en 2019, y trepó a 18% en 2020, con un incremento en los primeros cinco meses del año que lo llevaría a más de 20% al concluir 2021.

    Esto significa que la tendencia de fondo es el alza excepcional del teletrabajo, convertido en una nueva forma de producir acorde a la era digital.

    La magnitud adquirida por este fenómeno implica un adelantamiento de entre cuatro y seis años en el pleno despliegue de la Cuarta Revolución Industrial, que por eso ha sido acompañada por un salto de productividad de 15% o más en la economía mundial de los últimos dos años.

    Se manifiesta también en un notable aumento del e–commerce, que se expandiría por encima del promedio de los últimos 10 años hasta 2030, que equivale a un alza acumulada de 30%/35% en los próximos 10/15 años.

    El resultado de este proceso es un capitalismo absolutamente digitalizado que actúa sobre la base de una plataforma global de conectividad integrada por las cinco “hightech” estadounidenses y las dos chinas (Alibaba y Tencent).

    Esta plataforma global de conectividad realiza prácticamente la totalidad de sus inversiones en “capitales intangibles” (marcas, patentes, “capital humano”, etc.).

     

    Auge de la economía china

    Por su parte, el PBI de China, la segunda economía del mundo (US$ 15,6 billones/17% del PBI global) se expandió +18.3% anual en el 1er trimestre del año, tras un auge de +6.5% en el cuarto trimestre de 2020.

    Se trata de un crecimiento de nuevo tipo, propio del capitalismo avanzado: la manufactura “hightech” se elevó en abril +12,7% anual, en tanto que la inversión “hightech” trepó +28.8% en el año.

    Las exportaciones treparon +27.9% anual en los 1eros seis meses de 2021, con importaciones que alcanzaron a +51,1%, todo esto medido en dólares estadounidenses.

    Más de 60% del sistema productivo chino tendría características de “economía digital” en 2050. Sería para entonces un país de alto nivel de ingresos, profundamente innovador, con una sociedad fundada en el conocimiento.

     

    Bioceres en el Nasdaq

    La decisión de la empresa argentina Bioceres de trasladarse al Nasdaq tiene un carácter trascendental, porque coloca a la empresa rosarina en el núcleo de avanzada de las “hightech” agrícolas del sistema global.

    Nasdaq definió a Bioceres en los siguientes términos: “…es un proveedor global de soluciones agrícolas de alta productividad destinadas a facilitar la transición hacia la neutralidad (en la emisión) de carbono”, que es la principal causa del calentamiento de la atmósfera.

    Esto sucede cuando las “hightech” agrícolas recibieron el año pasado más de U$S 31.000 millones, que implicaron un alza de 8 veces respecto al año anterior.

    Son más de 170 las “startups” agrícolas surgidas en los últimos dos años volcadas a la producción de proteínas alternativas, que han recibido inversiones por US$ 3.500 millones, dos tercios más que el año anterior.

    Las más favorecidas son las que utilizan mecanismos de fermentación a través de microorganismos para producir “carnes”, huevos, y yogures alternativos; su objetivo es nítido: eliminar el uso de químicos en la producción y aumentar la productividad.

    Esta concepción de la producción agrícola se funda en el hecho de que la actividad económica no es “externa” a la naturaleza.


    Guillermina Tiramonti, investigadora de Flacso

    Para qué sector forma la educación técnica en el país

    Licenciada en Ciencias Políticas (USAL), magíster en Educación y Sociedad (FLACSO), miembro del CPA, advierte que los esfuerzos y la inversión del Estado están dedicados a generar mano de obra para un mercado que no solo no crea empleo, sino que lo expulsa.

    En nuestro país –como en toda la región– se creó, a mediados del siglo pasado, durante el segundo Gobierno peronista, un subsistema de educación técnica de nivel secundario que se proponía, por una parte, darle acceso a este nivel a los hijos de los obreros que habían terminado la escuela primaria. Y, a su vez, formar mano de obra para la industria sustitutiva de importaciones que comenzaba a desarrollarse en el país.

    Esta creación mantuvo la impronta enciclopedista que caracteriza a los bachilleratos humanistas. Su currículum es una sumatoria de disciplinas en las que coexisten las de formación general con las específicas de la especialización laboral.

    A este conglomerado de materias se le suman, en el contraturno, los talleres en los cuales se hacen las prácticas laborales del caso.

    De ahí que las escuelas técnicas tengan un año más de duración y sean necesariamente de doble escolaridad.

    Si hoy analizamos la oferta oficial de educación técnica estatal en todos sus niveles, resulta evidente que sus referencias están en el mercado de trabajo de la mitad del siglo pasado, y que sus dinámicas de funcionamiento responden más a las de los sistemas educativos, que a las de los mercados de trabajo.

    En un mundo globalizado que ya está inmerso en la Cuarta Revolución Industrial y en el que el cambio tecnológico es vertiginoso, la Argentina forma a los jóvenes para trabajar en un mercado laboral que ya está perimido, aunque subsiste, y con trayectorias formativas muy largas. Capacita así a los sectores populares para un grupo empresarial de baja productividad, que demanda poco trabajo y que tiene poco futuro.

    Podríamos decir que es un circuito de reproducción de la decadencia.

    Las empresas siguen produciendo con una tecnología perimida y el Estado les ofrece una mano de obra acorde a sus necesidades. Pareciera un esfuerzo por recrear un mundo pasado condenado a desaparecer, como si pensáramos que, en el futuro, podremos vivir en una dimensión paralela donde el tiempo está detenido en los años 50 del siglo pasado.

     

    Innovaciones

    Afortunadamente, el mercado ha generado en los últimos 20 años innovaciones al margen de lo ya establecido y acordes con la dimensión en la que transcurre el mundo en que vivimos.

    En general, en los espacios con escasa o ninguna regulación emerge lo diferente y lo hace en relación a alguna demanda o exigencia que no encuentra respuesta en el campo de lo ya instalado.

    Posiblemente sea por esto que el resto puede mirar hacia otro lado y hacer como que no existen.

    Algo así sucedió y sucede con los sectores del conocimiento y la formación de la mano de obra que ellos requieren.

    El recurso más valioso de estos sectores es la mano de obra que debe contar con la formación tecnológica requerida.

    En un primer momento, utilizaron alumnos universitarios y luego se asociaron y crearon sus propios institutos de formación que tienen ya un alcance regional. Brindan cursos que abarcan un amplio abanico en cuanto a los conocimientos técnicos y su duración.

    Los alumnos pueden calificarse para el trabajo con cursos de poco tiempo que luego van concatenándose con otros complementarios y terminan conformando una especialización competitiva en el mercado de trabajo.

    Estas instituciones son un circuito privado, cuya certificación es legalizada por las cámaras del sector y captan su alumnado entre los chicos de sectores medios que costean por sí mismos los cursos, ya que estos les generan posibilidades seguras de empleo futuro muy bien remunerado. Hay, además, una cantidad de ONG dedicadas a la formación tecnológica de jóvenes provenientes de sectores populares, que obtienen sus fondos a través de convenios con entes públicos o privados.

    Unos y otros han desarrollado metodologías muy específicas para la enseñanza que son efectivas para los jóvenes de diferentes sectores socio-culturales.

    Si articulamos estas piezas podemos armar una extraordinaria posibilidad para los jóvenes en un país que los castiga especialmente con el desempleo o el empleo de baja calificación.

    Tenemos por una parte empresas de tecnología de punta que ofrecen trabajo de calidad con diferentes niveles de calificación: se requieren ingenieros y también técnicos con trayectorias de formación que se pueden ir completando a lo largo de dos o tres años; jóvenes desocupados que pueden formarse para ocupar trabajos y metodologías de enseñanza ya probadas que nos aseguran la posibilidad de obtener buenos resultados exitosos.

    Sin embargo, las empresas tienen muchas dificultades para cubrir sus puestos de trabajo, ya que los esfuerzos y la inversión del Estado están dedicados a generar mano de obra para un mercado que no solo no crea empleo, sino que expulsa trabajadores.

     


    Juan Carlos de Pablo, economista

    La vida, entonces y ahora

    Licenciado en economía UCA, “ABD” (all but dissertation) por Universidad de Harvard y doctor honoris causa por la UCEMA. Profesor de Economía en UDESA y de política económica en la UCEMA, miembro titular de la Academia Nacional de Ciencias Económicas resume: “lo único seguro es el cambio”.

    Cuando nació Mercado, escribíamos en máquinas de escribir, leíamos diarios y revistas impresas, y nos trasladábamos a los comercios para comprar. Hoy escribimos en computadoras personales, leemos por Internet y los productos que compramos nos llegan a nuestros domicilios. Otro mundo.

    Cuando nació Mercado nos enamorábamos, queríamos progresar y vivíamos pendientes del fútbol. Hoy también. El mismo mundo.

    ¿A dónde voy con esto? A que, como bien se dice, lo único seguro es el cambio. ¿Qué estaremos haciendo dentro de 52 años? Solucionando problemas. ¿Cuáles problemas? Imposible saberlo, por eso a mis alumnos les enseño a solucionar problemas, no determinado problema.

    Los cambios no se implementan de la noche a la mañana. ¿Cuántos años transcurrieron entre la invención de la energía eléctrica, y la lamparita, y el cierre de la última fábrica de velas? La clave, entonces, consiste en estar atento, y actuar en consecuencia.

    La radio no se fundió, cuando apareció la televisión; pero esta radio tiene muy poco que ver con aquella. De la misma manera que el teatro no se fundió, cuando apareció el cine. Pero el barrio se transformó, cuando apareció el automóvil.

    La historia muestra que, afortunadamente, todos los pronósticos pesimistas no se verifican. El cambio tecnológico en la agricultura neutralizó los rendimientos marginales decrecientes, la gran preocupación de David Ricardo; la mejora en el ingreso y los anticonceptivos frenaron la explosión demográfica, la cuestión que desvelaba a Thomas Robert Malthus; y –contrariamente a lo que esperaban los discípulos de Karl Marx–, el capitalismo no se transformó en comunismo sino al revés; generando enormes desafíos prácticos, porque “hubo que pasar de huevos revueltos a huevos”, cuando los únicos manuales explicaban lo contrario.

    La cuestión, entonces, pasa por clarificar los hechos, identificar las tendencias y actuar en consecuencia. Hoy trabaja más gente que hace medio siglo, dentro de medio siglo trabajará más gente que ahora. Pero haciendo cosas diferentes.

     


    Santiago Mignone, socio a cargo de PwC Argentina

    Prepararse para el trabajo del futuro

    Revisor de cuentas suplente en el Consejo Profesional de Ciencias Económicas en CABA, vicepresidente 2do de Argencon (Cámara Argentina de Exportación de Conocimiento) y director de IDEA, sostiene que la pandemia aceleró la disrupción.

     

    A esta altura, no es nada original afirmar que la naturaleza del trabajo y el mundo laboral han sido impactados como nunca desde el surgimiento de la pandemia del Covid–19. Sin embargo, sería un error omitir el hecho de que estos cambios y tendencias no fueron únicamente causa de la pandemia, sino que ésta fue un evento acelerador.

    En esa aceleración, la disrupción producida en los modelos de negocio y de creación de valor, afectan a las personas en todas las etapas de sus carreras y comprenderlas ayudará a adaptarse al entorno cambiante y estar listos para el futuro del mundo del trabajo.

    El crecimiento profesional tradicional no existirá de la misma forma que antes. Ya no será suficiente pedir a los jóvenes que elijan una carrera profesional, sino que, además, deberán desarrollar habilidades necesarias para resolver una complejidad en continuo cambio.

    La actualización continua, tanto en conocimiento como en experiencia digital, será lo que permita una rápida adaptación a un mundo en cambio, cada vez más acelerado.

    La virtud de los líderes, entonces, no será mirar a sus equipos como una colección de diplomas universitarios, sino como el conjunto de habilidades y aptitudes que cada uno de ellos posee.

    En esa complejidad y velocidad de cambio, debemos incorporar una comprensión sólida en materias STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), lo que implica, también un desafío para una sociedad que no es muy amiga de este tipo de profesiones.

    Un desafío que interpela, asimismo, a las autoridades a cargo de las políticas educativas, a partir de la necesidad de generar la oferta necesaria en educación y los incentivos que permitan la atracción hacia esas carreras. La idea de que las habilidades laborales y de decisión no están relacionadas con otros conocimientos quedó obsoleta: necesitamos profesionales que estén al día con el cambio tecnológico, no como tecnólogos, sino con capacidad en saber utilizar este tipo de herramientas en su aplicación práctica. Es vital permanecer abiertos a las posibilidades y promesas de la era digital, y mantener la curiosidad, en lugar de temer a lo que se avecina.

     

    Valor de las empresas

    En cuanto a las empresas, los ejecutivos deberán ampliar el espectro de temas de interés a uno mucho más amplio y diverso para crear, proteger y mantener su valor.

    El ritmo acelerado del desarrollo tecnológico y la creciente preocupación entre inversores y consumidores en temas como el cambio climático, la desigualdad, la falta de confianza y la polarización política tendrán un efecto sustancial en el valor de las empresas.

    Por eso, la búsqueda de la productividad financiera y el crecimiento rentable no serán los únicos objetivos por considerar en la estrategia de las organizaciones para crear valor, sino que se deberá fomentar el cumplimiento de otros factores que respondan a las preocupaciones mencionadas y permitan contribuir al bienestar de la sociedad.

    En ese diálogo con la sociedad, la transparencia en la información seguirá siendo el principal sostén de la comunicación. Para ello, habrá que trabajar en lograr más y mejor información, no sólo en aras de transparencia, sino para acompañar e impulsar el cambio.

    Al mejorar la calidad de la información, las empresas podrán involucrarse con las partes interesadas, incluidos los inversores, y estos recompensarán a las organizaciones que cumplan con la sociedad y que gestionen los riesgos ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG), dejando fuera de su atención a quienes no lo hagan.

    En la actualidad lo único que podemos saber con certeza sobre una empresa es su desempeño financiero y esta información no es suficiente para satisfacer las expectativas de sus stakeholders en el futuro inmediato. Consumidores, empleados, reguladores, ONG, inversores desean cada vez contar con mayor información y comprensión del impacto que tienen las empresas en la sociedad y esperan poder encontrar la información en la que puedan confiar.

    En estos días, mucho se lee y se escucha sobre la vuelta al trabajo presencial, en términos de ocupación de oficinas, flexibilidad laboral y trabajo remoto, sin embargo, en nuestra visión, lo relevante no será cómo volvemos a las oficinas, sino cuál es el aporte de nuestro trabajo y nuestra empresa a la sociedad en la que vivimos, y de nuestra sociedad a nuestra “casa común”.

     


    Martín D’Alessandro, titular de la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP)

    Sobre el conocimiento científico de la política

    Investigador de Conicet, profesor de Ciencia Política en la UBA y de grado y posgrado en Udesa, Flacso, UTDT y UNSAM plantea que desde la ciencia se pueden comprender, interpretar y explicar los problemas políticos.

     

    La ciencia política es la ciencia social que se ocupa de estudiar los fenómenos sociales relacionados con el ejercicio del poder político. Utilizando diversas teorías y métodos de observación, interpreta y explica comportamientos de actores políticos, sociales, económicos, y sus interrelaciones con el poder, tanto en el plano doméstico como en el internacional.

    Aunque sus raíces podrían remontarse hasta Platón y Aristóteles, la ciencia política reconoce a Nicolás Maquiavelo como uno de sus más sobresalientes padres fundadores, porque el florentino fue el primero en sostener que la política es un ámbito que tiene sus propias reglas de funcionamiento, y que antes que aprobarlas o condenarlas moralmente (o por algún otro criterio) es imperioso conocerlas y entenderlas en su propia lógica.

    Con esa impronta, y al ritmo de los avances de la ciencia moderna, la ciencia política se desarrolló enormemente durante el siglo 20 y particularmente después de la Segunda Guerra Mundial, convirtiéndose en una de las disciplinas que, junto a la economía, más ha aportado al conocimiento del comportamiento social, más allá de las fronteras históricas y/o culturales que lo moldean.

    En los últimos 50 años, su crecimiento fue exponencial. En 1949 se creó la International Political Science Association (IPSA), con el objeto de estudiar y ayudar globalmente a reformar las instituciones políticas que habían llevado a la Segunda Guerra Mundial.

    Hoy la disciplina se enseña en la mayoría de las universidades del mundo, y la IPSA cuenta con más de 60 asociaciones nacionales de ciencia política afiliadas, entre ellas nuestra Sociedad Argentina de Análisis Político, fundada en 1982.

     

    Inusitado desarrollo

    La ciencia política en la Argentina también ha experimentado un desarrollo inusitado.

    Tanto los indicadores institucionales (de enseñanza e investigación) como los indicadores sociales (de la relevancia política y social de la disciplina y sus miembros) muestran avances veloces y sostenidos.

    En efecto, los politólogos cada vez son más, están más especializados y constituyen una voz cada vez más demandada para intervenir en el debate público. Este desarrollo excepcional de la disciplina comienza a partir de 1983.

    Marcó un cambio desde una actividad antes caracterizada por talentosos intelectuales aislados, hacia una empresa colectiva, una comunidad con límites más claros, y reconocimientos y carreras mejor demarcados.

    En todos estos años, los temas de investigación han tenido fuerte relación con la agenda de los tomadores de decisión y con las agendas de las comunidades de expertos a escala global: el funcionamiento de las instituciones de gobierno, los problemas de la transición y consolidación de la democracia, los déficits del régimen democrático y del Estado, la política exterior, el diseño y la evaluación las políticas públicas, los problemas de la representación y el análisis electoral, entre otros, han convivido con temas de más larga trayectoria como la historia de las ideas políticas o las bases sociológicas que influyen en las preferencias electorales.

    Más recientemente se ha logrado acumular mucho conocimiento científico, por ejemplo, sobre el funcionamiento de los sistemas de partidos, sobre todo a partir de la incidencia del diseño federal sobre el comportamiento político y algunas de sus consecuencias, como los movimientos y organizaciones sociales.

    Dada la continuidad de las condiciones estructurales para hacer ciencia política (la más importante de ellas es el régimen democrático), se reafirmó la especialización en esas líneas de investigación, hubo diversificación de la enseñanza, formalización creciente de gran parte de la vida académica, y se organizó la disciplina con eje en una asociación profesional que defiende los intereses de sus miembros, promueve la inserción social de la disciplina y está cada vez más interconectada con asociaciones análogas de otros países.

    En efecto, la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP) viene cumpliendo un rol relevante en el proceso descrito, primordialmente a partir de la organización de los congresos nacionales de ciencia política de manera ininterrumpida desde 1993.

    Los temas de especialización de la ciencia política y las relaciones internacionales en tanto disciplina científica y académica son relevantes para la organización del poder en cualquier sociedad.

    Pero para países como la Argentina son urgentes, ya que en varios de esos temas están las claves de muchas de sus frustraciones.

    Tanto en el plano doméstico como en el internacional, la Argentina experimenta una creciente necesidad de comprender, interpretar y explicar sus problemas políticos, y la ciencia política puede ayudar, y mucho.

     


    María Apólito, subsecretaria de Economía del Conocimiento en Ministerio de Desarrollo Productivo

    Más complementariedad, menos asimetrías y más talento

    Directora del Centro de Emprendedores de la UCA, coordinadora del Programa de Innovación Abierta, Centro Pyme, de Unsam, y ex directora provincial de Planeamiento en Ciencia y Tecnología: hay que romper el mito de que solo en las grandes ciudades se pueden desarrollar proyectos de Economía del Conocimiento.

    Las políticas públicas son de largo plazo y siempre constituyen un desafío. Si a este desafío habitual le sumamos pensar en una política pública para un sector nuevo y, además en el marco de una pandemia, claramente el reto adquiere otra dimensión.

    Con la pandemia algunas actividades de la economía del conocimiento (EDC) se han acelerado.

    Entre los ejemplos más claros se destacan las TICS que nos permitieron continuar con parte de nuestra vida social, cultural, laboral y educativa; el e–commerce; apps para control de restricciones a la circulación (CUIDAR) o para acceder a turnos; la biotecnología aplicada a la salud y la transformación digital del sector productivo.

    Las claves para abordar estas estrategias en época de pandemia, con mirada hacia el futuro, han sido tres: complementariedad, reducción de asimetrías y generación de talentos.

    La complementariedad ha sido un pilar fundamental: desde marzo 2020 el sector de EDC ha participado de distintas mesas para ofrecer aportes en materia de desarrollo de tecnologías, para abastecer de insumos críticos con contenido tecnológico, para acelerar la transformación digital de pymes y del propio Estado.

    Así se han generado instancias de coordinación público–privadas para aportar soluciones a las urgencias que sentaron las bases para acuerdos que –en los meses siguientes– dieron lugar a políticas públicas específicas para los distintos sectores.

    La pandemia agudizó, sin dudas, asimetrías de todo tipo; sectores como el software, el e–commerce, las tecnologías de la industria 4.0, videojuegos y las vinculadas a la salud han acelerado su crecimiento mientras que otras áreas de la EDC quedaron más rezagadas.

    Otra asimetría estructural está planteada por el desigual nivel de desarrollo de nuestras provincias; pero esta vez las circunstancias impuestas por el Covid han dado cuenta de las posibilidades que tiene cada uno de los territorios de generar opciones para el desarrollo en sectores de la EDC.

    Estas opciones se han reflejado en anuncios de inversión de empresas grandes y medianas en varias provincias lejos de las tradicionales plazas donde se concentran estas actividades (Tierra del Fuego, La Rioja, Misiones).

    Este es un sendero a profundizar dotando a cada punto del país de la infraestructura y los recursos humanos necesarios para igualar las oportunidades de desarrollo de las comunidades locales, evitando el desarraigo y rompiendo el mito que sólo en las grandes ciudades se pueden desarrollar proyectos de EDC.

     

    La brecha de género

    La tercera asimetría es la vinculada a achicar la brecha de participación de hombres y mujeres en el mundo tecnológico.

    Es un sector muy masculinizado, se han planteado incentivos diferenciales para la incorporación de las mujeres a la EDC en la propia Ley 27.506.

    Por último, y ligado a los dos conceptos ya planteados, nos encontramos con la necesidad de una estrategia para acrecentar rápidamente los talentos para las actividades que tuvieron un acelerado crecimiento.

    La estrategia para la formación de recursos humanos no puede perder de vista las asimetrías mencionadas (de actividades, geográficas y de género), a las que se le suma la asimetría social, que genera situaciones de inequidad respecto al acceso a la educación y a recursos tecnológicos.

    En la política de formación, el concepto de complementariedad se torna indispensable porque requiere una necesaria adaptación con políticas sociales, con capacitaciones del mundo del trabajo y, por supuesto, con las políticas educativas.

    Como ya lo expresé, la pandemia aceleró el crecimiento del sector del software en el cual existe una demanda insatisfecha de 9.000 trabajadores. Para transformar esta necesidad en una oportunidad de acceso a un empleo de calidad, el Ministerio de Desarrollo Productivo, en colaboración con CESSI, ha implementado un plan universal de formación de desarrolladores de software “Argentina Programa”.

    No hay dudas que el 2020/21 se recordarán por todo lo que nos quitó social, económica y humanamente el Covid; el mundo no será el mismo. “Volver a la normalidad” sería no aprovechar las lecciones aprendidas que nos dejó la pandemia: trabajar por más igualdad, aprovechar la necesaria y maravillosa complementariedad con el sector del trabajo y las empresas; y pensar que la formación para un presente y un futuro atravesados por las nuevas tecnologías se imparte sólo en las universidades.

     


    Daniel Monastersky, director del Centro de Estudios en Ciberseguridad y Protección de Datos

    ¿Habrá 15 minutos de privacidad en el futuro?

    Abogado, especializado en ciberseguridad y protección de datos, socio de Monastersky | Abogados y miembro del comité de asesores del Foro Mundial de Ciberseguridad, Países Bajos, sentencia: “En Internet los espacios siempre los ocupa alguien”.

    En 2004 cuando me recibí de abogado realmente desconocía en lo que iba a devenir mi vida profesional. Sabía que la tecnología iba a jugar un papel fundamental pero no lograba identificar fehacientemente como ocurriría.

    A medida que el uso de la tecnología crecía, de igual manera sucedía con los delitos cometidos a través de medios digitales.

    Muchas veces me preguntaba en esos años si iba a ser posible abstraerse del control y monitoreo que iban ejerciendo las plataformas sociales manejadas por empresas, así como los datos nuestros que administraban los distintos gobiernos.

    En definitiva, si en el futuro íbamos a tener al menos “15 minutos de privacidad”, parafraseando a Andy Warhol.

    Recuerdo que en muchas de las charlas que brindaba siempre había dos o tres personas que comentaban sobre el miedo que les generaba tener perfiles en redes sociales, que preferían mantenerse al margen de esas tecnologías.

    Inmediatamente yo los interpelaba y les decía que en Internet los espacios se debían ocupar porque si no otras personas los iban a hacer por ellos. La suplantación de identidad digital, el grooming, la difusión de contenido íntimo sin consentimiento, el hostigamiento digital, entre otras modalidades, fueron creciendo y lo que en 2004 muchos sindicaban como algo inusual cambiaban su opinión al respecto al ver que esos delitos ya eran parte de una sociedad conectada e iban a requerir profesionales formados en estas materias.

     

    La reinvención

    Con la pandemia se profundizó todo, en mi caso particular tuve miedos como tantos otros al ver que mi status quo se veía amenazado, que iba a tener que realizar cambios drásticos para adaptar mi vida y compromisos profesionales a la nueva realidad.

    Por suerte pude reinventarme rápidamente y esos cambios fueron más que positivos.

    Lamento que Argentina no haya podido adecuarse a las circunstancias y, aprovechando que todos fuimos compelidos y obligados a utilizar Internet para casi absolutamente todo, generar alguna campaña para concientizar a los ciudadanos sobre cómo utilizar los medios digitales de forma segura. Los datos del Ministerio Público de CABA para mayo/junio 2020 ya informaban que las denuncias por delitos informáticos en los primeros meses del aislamiento habían aumentado un 500%.

    Hoy en día, la descentralización laboral ha permitido que muchas actividades puedan desarrollarse en cualquier lugar del mundo.

    Yo no soy la excepción.

     


    Andrés Basilio Agres, rector del Instituto Tecnológico de Buenos Aires.

    Profesiones del futuro y las nuevas necesidades

    Ingeniero civil UBA, Master of ScienceSystems Engineering, Policy Analysis and Management Delft University of Technology, Global Colloquium on Participant Centered Learning Executive Education en Harvard Business School, destaca la experiencia de aprendizaje como parte del bienestar de las personas.

     

    La situación que estamos viviendo desde principios de 2020 evidenció que el desarrollo de las próximas profesiones está directamente relacionado con la necesidad de combinación entre la tecnología y el bienestar, y que la tecnología cumple el rol de facilitadora del bienestar de la humanidad. Cada vez son más las ofertas académicas de carreras que combinan tecnología con otros campos de conocimiento, en la búsqueda de preparar profesionales versátiles.

    El bienestar de las personas es, de forma creciente, un aspecto central del progreso de la humanidad. Esto abarca calidad de vida personal, como salud y espiritualidad; como asimismo bienestar en relación al ambiente que nos rodea.

    Hoy, en la Argentina, la oferta educativa en estos temas es muy incipiente, ya que las preferencias de los alumnos siguen estando mayoritariamente en carreras tradicionales.

    Pero vemos algunos cambios que nos alientan a seguir promoviendo los conocimientos en innovación y tecnología para que cada vez más alumnos de secundaria se interesen por tener una formación que garantice oportunidades a futuro.

    Y las carreras que sobresalen son justamente las que ofrecen una mirada holística, que combinan saberes que muchas veces no estaban relacionados, como la tecnología y las ciencias de la vida, o la gestión de negocios y la tecnología, entre otros tantos y variados ejemplos.

     

    Cursos para la educación

    En este sentido, de manera complementaria, desde nuestro rol como educadores podemos observar que la oferta en cursos para educación ejecutiva viene creciendo año a año por el requerimiento en las empresas de capacitación de sus colaboradores en temáticas como la digitalización, data analytics y fintech, entre muchas otras.

    La educación se presenta como un proceso dinámico y continuo, que necesita actualizarse periódicamente, porque el mercado y la realidad así lo requiere.

    Es fundamental adaptar estas necesidades de capacitación con la mayor personalización y flexibilidad posibles a los distintos requerimientos.

    De allí que vemos una demanda muy fuerte en estas temáticas, con un nicho creciente en maestrías y especializaciones centradas en el análisis de datos para los negocios y un incipiente interés de los alumnos del secundario en animarse a aprender sobre estos temas.

    La base de toda tecnología son las ciencias básicas como la matemática, la física, la química y la biología, entre otras. Y para ello existen en la Argentina excelentes profesores. A medida que uno avanza desde la base en esta “pirámide” formativa hacia conocimientos más orientados a la aplicación y gestión tecnológica, crecen las posibilidades de encontrar nuevos perfiles de docentes que pueden aportar a la formación, gracias al interés que estos temas generan en el mundo profesional en este momento.

    En la formación de los profesionales del futuro las personas son el factor fundamental y en este sentido, 2020 y lo que estamos viviendo de 2021 está demostrando la complementariedad simbiótica que tiene la tecnología educativa y la interacción humana en la formación de excelencia.

    Por ello, es importante potenciar tanto la inversión en tecnologías de aprendizaje y acompañamiento de los alumnos como en la infraestructura de espacios para la puesta en práctica de esta simbiosis entre tecnología y encuentro entre personas, teniendo como fin la experiencia de aprendizaje como parte del bienestar de las personas.

     


    Claudio Rama, director Universidad de la Empresa (UDE) – Uruguay

    Nuevo futuro presente del mundo global y digital de la educación

    Investigador, profesor y consultor en temas de economía y sociedad, economista (UCV); doctor en Ciencias de la Educación (UNESR) y en Derecho (UBA) dice: “machine–learning, la educación automatizada de MOOCs, simuladores y campos virtuales sincrónicos y asincrónicos globales no son futuro sino presente”.

    El vertiginoso cambio tecnológico con el inicio de la revolución digital está cambiando todas las realidades sociales y reconfigurando nuestras sociedades, economías, y también sin duda la educación y nuestros paradigmas sobre el aprendizaje.

    En el más puro sentido del análisis de Marx sobre cómo las relaciones sociales se apoyan en las fuerzas productivas, los estudios nos han ido mostrando los impactos de los cambios de las técnicas y las tecnologías en las sociedades y en las relaciones sociales y las formas de organización social desde aquel entonces.

    Años más tarde, Durkheim colocó en la división social y técnica del trabajo la bisagra que explicaba los cambios que, desde las tecnologías, se transferían hacia las actividades laborales y la vida social.

    Posteriormente, el estudioso ruso Kondratieff mostró que esas transformaciones productivas se expresaban en muy precisas revoluciones tecnológicas y que asumían históricamente dinámicas de ciclos periódicos de ascenso y descenso, a partir de las cuales se producían los cambios sociales a escala internacional y se organizaban nuevas formas de interacción entre el hombre y la naturaleza con el nacimiento de nuevas estructuras del trabajo más eficientes y de nuevas configuraciones sociales asociadas a los tipos de trabajo bajo esas revoluciones tecnológicas.

    Los estudios posteriores mostraron que esa dinámica no se limitaba a unas pocas revoluciones tecnológicas desde el molino de vapor, sino que estábamos frente a una sucesión de innovaciones rupturistas en las técnicas, al menos desde el año 1200, conformando un derrotero marcado por nuevas técnicas, transformaciones productivas y cambio de las estructuras sociales, incluyendo nuevas miradas a las sociedades.

    Con ello, también se identificó una tensión continua entre cambios técnicos y cambios sociales, con luchas entre sectores beneficiados de las nuevas actividades y formas sobre cómo organizar el mundo del trabajo y crear valor más eficiente, frente a los viejos patrones tecnológicos y sociales.

    En el medio de estas miradas, Khun con su concepto de revoluciones científico–técnicas asoció los conocimientos y las transformaciones técnicas, y permitió mirar la génesis y las características de este extraño mecanismo de relojería social, a partir de la creación de nuevos conocimientos y paradigmas conceptuales como bases para la irrupción de nuevas formas de producción, distribución, intercambio y consumo.

     

    Revolución digital de los 70

    En este contexto de comprensión de nuestra evolución social, se inscribe la irrupción de una nueva revolución digital desde los años 70 del siglo pasado y la lenta desaparición de las tecnologías analógicas, las cadenas de montaje y la división internacional del trabajo así como las estructuras sociales que fueron gestadas en la revolución industrial fordista de inicios del siglo 20.

    A partir de ese cambio hacia el mundo digital estamos mirando las transformaciones en curso en todas las áreas de la sociedad, y que la pandemia, para muchos aceleró.

    Algunos tienden a ver a los impactos actuales de la revolución digital sobre los negocios y las sociedades como de mayor dimensión que aquellos que generaron los canales de agua, los molinos de viento, los barcos oceánicos, la pólvora, las máquinas a vapor, los ferrocarriles o más recientes las cadenas de montaje de principios del siglo 20.

    Ellos fueron también creaciones destructivas, como definiera Shumpeter, y abrieron negocios, grupos sociales, tareas y competencias educativas que permitieron nuevas riquezas superiores, pero que al mismo tiempo llevaran a la crisis a las empresas basadas en los paradigmas y técnicas anteriores, a los trabajadores al desempleo, al tornarse sus competencias obsoletas, y a las sociedades a fuertes problemas sociales ante nuevas demandas. Ellas abrieron también fuertes resistencias a los cambios, incluyendo a los ludistas que rompían las máquinas en el siglo 19.

    Todas estas innovaciones estructurales históricas hoy se vuelven a renovar y apoyadas más intensamente en el mundo del conocimiento con la revolución digital.

    Han ido cambiando el mundo del trabajo y al tiempo han impactado en nuevas demandas socioeducativas.

    La educación pasó a incluir la investigación y la innovación, a tener como centro el reciclaje de competencias y el riesgo de la obsolescencia del propio conocimiento.

    El saber ya había dado paso al saber hacer y ahora incluye muchas más competencias y especialmente saber actualizar los conocimientos y la capacidad de borrar los viejos paradigmas y saberes e incorporar nuevas competencias.

    Esta nueva dinámica histórica está articulando estrechamente la ciencia, la economía, el trabajo y la vida social y la educación. Impone la coordinación de estos procesos y puso a la investigación básica y aplicada como los factores más importantes de las fuerzas productivas y de los motores sociales.

    Introdujo una clara visión de las sociedades entre su capacidad de introducir cambios y los riesgos de futuras debilidades en su propio desarrollo. Identificó claramente algunas de las palancas en la construcción de la innovación estructural e incremental, y develó los nuevos ejes de la educación del futuro, centrada en el incentivo a la investigación y la creación de conocimiento aplicado, la protección de los derechos de propiedad intelectual para el propio proceso de impulso al saber, su articulación más estrecha a los mercados y la pertinencia como concepto de calidad, junto a la necesaria actualización curricular de los programas escolares, los docentes y los profesionales.

    La expansión del conocimiento creó los posgrados y la especialización del conocimiento, incluyendo el creciente rol de los recursos de aprendizaje y la educación virtual, incluyendo el machine–learning y la educación automatizada de MOOCs, simuladores y campos virtuales sincrónicos y asincrónicos globales, que ya no son nuestro futuro educativo, sino el presente.

     


    Ricardo Furman director de RR.II. de EY en Argentina

    Empresas con una nueva agenda

    Contador Público de la UBA, docente de Teoría de la Decisión y Estados Contables, autor de los libros, Management del siglo XXI y Gestión comercial de servicios profesionales, puntualiza que las premisas post pandémicas son operar, crecer y ser sustentables.

    Este mes la revista Mercado cumplirá 52 años en la Argentina brindando información, pero también conocimiento, un gran motivo para celebrar.

    Muchas cosas han pasado y muchas han cambiado desde ese entonces, pero el impacto de la pandemia aceleró de manera exponencial muchas de las tendencias que se proyectaban para los próximos años y dio origen a muchas cosas nuevas que no imaginábamos al menos en el corto plazo.

    Este verdadero cambio del paradigma obligó a las organizaciones en general y las empresas en particular a replantear de un día para otro su agenda.

    Al principio, los temas prioritarios eran los relacionados con la subsistencia, sentarse sobre la caja, abastecer los suministros básicos, readaptar el trabajo a una modalidad remota. En definitiva sobrevivir a como dé lugar.

    Luego del shock inicial comenzó un periodo de adaptación a un nuevo modo de operar en pandemia, nuevos volúmenes, cambios en la oferta, nuevas formas de trabajar, de vender y de comprar. Esto en buena parte continúa hasta el momento en muchos sectores de la economía.

    Pero en la medida que el proceso de vacunación avanza y se ve una luz al final del camino, las empresas han comenzado a definir su agenda para la era post pandemia.

    Las empresas, casi sin importar en qué sector operan, están desarrollando una nueva agenda para operar, crecer y ser sustentables.

    En base a nuestras conversaciones con muchísimos clientes de los sectores más variados, identificamos los ejes de este nuevo listado estratégico.

    A efectos de resumirlos podemos decir que contempla seis agendas que se relacionan entre sí, la digital, la del talento, la de la innovación, la regulatoria, la sustentable y por último y no menor la cultural.

     

    Las seis agendas

    La agenda digital ya existía desde hace más de una década, pero la pandemia no solo la aceleró, sino que la potenció. Hoy la agenda digital no significa solo tecnología aplicada a mejorar la eficiencia en las operaciones, sino que se transformó en muchos sectores en un factor clave en el desarrollo de los productos y servicios que se ofertan.

    La agenda del talento también ha sufrido cambios muy significativos. El trabajo remoto, flexible y sin barreras geográficas o de horarios hace que la búsqueda y retención del talento no tenga límites territoriales, y genera una nueva oportunidad, pero también riesgos de retención, ya que cualquier recurso humano valioso puede ampliar su carrera en cualquier organización sin necesidad de movilizarse a otro país.

    La agenda de la innovación ya no será como antes la posibilidad de crear nuevos productos o servicios para agregar a los que ya tienen las empresas y poder crecer. La innovación será parte del “core business” para subsistir. Los ciclos de vida de los productos y servicios serán muchos más cortos y las empresas tendrán que estar en constante alerta para detectar y ofrecer nuevos productos y servicios antes que sus competidores.

    La agenda regulatoria también vino para quedarse por un tiempo. La mayor parte de los gobiernos, sean del signo político que fueren, incrementaron durante esta pandemia las regulaciones fiscales, legales, cambiarias, sanitarias, laborales. En muchos casos un enjambre o rompecabezas de normas cuyo incumplimiento puede originar costos adicionales, pero en muchos casos puede poner en riesgo la empresa en marcha.

    La sustentabilidad será, sin duda, un capítulo en las nuevas agendas, como ser rentable y generar valor, pero al mismo tiempo cuidar el medio ambiente y los recursos naturales

    Por último, pero no menos importante, la agenda cultural, cómo generar pertenencia, sentido de equipo, tener la camiseta de la organización y adherir a los valores en un ambiente de trabajo hibrido, y en un mundo mucho más virtual que físico.

    Este será uno de los grandes desafíos del management para motivar a los clientes, inversores y recursos humanos a confiar en el futuro de la organización.

    Para finalizar, hay una sola cosa que probablemente no vaya a cambiar en la agenda de las empresas en el futuro y esto será la constante necesidad de cambio.

     


    Pablo Pereira, CEO de everis y NTT Data

    La tecnología + la ciencia será el verdadero futuro disruptivo

    Ingeniero electrónico de UBA, directivo en proyectos de consultoría y ejecución de tecnología en el área energética y ex director general para la región de Accenture durante 24 años, insta a cuidar nuestra bonita esfera celeste Tierra y a vivir con más calidad dentro de ella.

    A veces nos imaginamos el futuro tal como fue presentado en las películas de ciencia ficción, con ciudades completamente cambiadas y una suerte de mundo inmerso en una tecnología totalmente nueva, en algunos casos, y un escenario apocalíptico, en otros. Sin embargo, parece que el futuro no es tan distópico como nos lo imaginamos y los cambios transcurren de una manera menos violenta o notable, por lo menos en lo que refiere a nuestra vida cotidiana.

    Solo para reflexionar: Blade Runner transcurre en 2019, Volver al futuro II en e2009, La naranja mecánica en 1995, Mad Max en 1994, El hombre bicentenario en el 2005 o Al filo del mañana en el cercano 2020. Parece que el “futuro” del pasado es mucho más violento o disruptivo de lo que la realidad se empaca en realizar.

    En la vida real, la que nos toca fuera de la ficción del cine, la tecnología se logra ir entretejiendo con nuestra vida cotidiana, solucionando temas puntuales en áreas de conocimientos específicos, pero que la misma esencia del cuidado que tenemos para la introducción de nuevas tecnologías (en todo ámbito) hace que los cambios sean mucho más progresivos, pasando casi desapercibidos por más radicales que sean.

    Creo que tenemos un desafío más radical al que nos enfrentamos: no se trata de mundos repletos de robots o viajes por el tiempo, sino en lograr enfocar nuestros esfuerzos globales y obviamente la tecnología en cuestiones específicas que si cambiarán la vida como la conocemos.

    En primer lugar el cuidado del único medio ambiente que por ahora tenemos para vivir (nuestra bonita esfera celeste tierra) y en segundo lugar, lograr mejorar la calidad de vida promedio de todos los que vivimos en la misma esfera celeste.

    Sin duda la tecnología ha ayudado enormemente en ese sentido, pero las desigualdades son aún enormes y creo sinceramente que es en las herramientas tecnológicas las que tienen un rol fundamental en lograr mejorar el promedio global de calidad de vida nuestro y del planeta.

    La tecnología apoyando la ciencia será el verdadero futuro disruptivo, aplicando conocimiento y técnica es pos de salvar el medio ambiente, reduciendo el impacto del calentamiento global, colaborando con la innegable adaptación que debemos tomar frente al cambio climático.

    Estaremos más preparados para afrontar los desafíos del futuro.

     


    Diego Estévez, economista y consultor internacional

    Historia que da vuelta la página y un tren que no debería perderse

    Licenciado en Economía, UBA, Yale School of Governance, member and speaker Federal Reserve of Philadelphia, EE.UU., ex director ejecutivo –CEO– y consejero delegado de Mercado Abierto Electrónico, reside en España y se ilusiona con que la Argentina pueda entrar en las computadoras.

     

    Cuando Mercado me convocó para participar del 52 aniversario, tuve una sensación emocional contrapuesta.

    Por un lado, una gran alegría de volver a escribir en esta reputada y señera revista y, por otro lado, el hecho de saber que ésta va a ser mi última contribución periodística de mi vida profesional.

    Esto no quiere decir que me retire de la profesión de economista, sino más bien todo lo contrario: seguiré, pero concentrado en la actividad académica y en la investigación permanente.

    Han pasado muchas cosas a lo largo de estos 52 años, cuando nos remontamos a los finales de los 60 y a comienzos de los 70. Estaban ocurriendo muchos eventos en nuestro país… desde permanentes y cíclicos golpes militares hasta profundas inestabilidades macroeconómicas, pasando por un mundo que buscaba un nuevo equilibrio en su distribución de poder, derivado de la propia “Guerra Fría”… Argentina no fue ajena a todos esos vaivenes. Por el contrario, en nuestro país, que ya venía arrastrando serios desencuentros con el mundo desde la década del 30, se acentuaron más las disparidades.

    Argentina, a partir de la gran depresión mundial y su ruptura con “el patrón oro”, comenzó a apartarse del mundo en lo económico y en lo político. Si a eso le sumamos la ruptura institucional que provoca el general Uriburu, más la sistemática violación de los contratos, empezando por mancillar el más importante contrato para un país, como es violar su Constitución, todo el aparato legal se derrumbó como un castillo de naipes.

     

    Revulsivos

    Es que este contrato básico de convivencia institucional y de establecimiento de la estructura en la que se desenvuelve el Estado y sus ciudadanos pasó a ser manipulada constantemente a partir de aquellos años. Se llega a finales de los 60 y comienzos de los 70, con presiones notablemente revulsivas en todos los órdenes; desde la universidad pública hasta los sindicatos, pasando por la política, la economía, la “juventud maravillosa”, etc., todo el andamiaje de una sociedad –que había sido opulenta– entra en estados de inestabilidad política que no encontró un rumbo definido, aún más en la actualidad.

    Esa verdadera crisis de identidad institucional es la vigente hoy en día, pero con mucha más intensidad, hasta llegar hablar de la famosa “grieta” que no es más que una fosa… un “agujero negro” donde anida esa crisis existencial.

    Argentina es un país pródigo en riquezas, lo sabemos muy bien hasta el cansancio, habida cuenta que fue la cuarta potencia del mundo a comienzos del siglo 20, pero su segunda mitad comenzó con una insuficiencia dinámica de crecimiento económico y también de madurez política y de su sistema institucional.

    El mundo ha cambiado sobre todo a partir de la década de los 90: el desarrollo de Internet trajo aparejada una gran globalización, con la caída de fronteras físicas y con una creciente integración y multiculturalismo a un arrollador ritmo.

    El desarrollo de las redes sociales generó cambios disruptivos en la manera en que la sociedad actúa hoy en día respecto de las múltiples facetas –no solo de la vida cotidiana– sino también de grandes hechos políticos, económicos y sociales: sin ir más lejos, hoy en día se puede organizar una convocatoria popular por esos circuitos y, al mismo tiempo, ordenar una pizza por delivery y también comprar música o ver una película. Entonces qué sentido tiene, por ejemplo… ir al cine.

    Por otro lado, la clase dirigente –egocéntrica por naturaleza– con su tendencia al exhibicionismo y a la frivolidad, no hace más que vivir para su imagen y su propagación por las redes sociales.

    Pero es justo conceder que la humanidad ha ganado mucho en ciencia, en tecnología, en el conocimiento, y esto es un hito magníficamente ponderable cuando uno se pone a pensar que una vacuna contra un virus mortal impensado se ha desarrollado en un año, cuando antes, podían pasar hasta 10 años para que dicha vacuna estuviera en régimen de ser aplicada a los humanos.

    ¿Y qué tendría que hacer la Argentina para ponerse a tono con lo que está sucediendo en el mundo?… Se lo está planteando en un momento muy especial en el que el mundo también está teniendo un abrupto cambio de paradigma.

    En principio, si quiere armonizar con las nuevas etapas por venir, tiene que empezar por corregir esos desequilibrios básicos fundamentales porque, convengamos, Argentina se ha “caído de las computadoras”… para decirlo en términos suaves y sin entrar en groserías.

    Probablemente sea una gran oportunidad para nuestro país la que el mundo, una vez más, presenta en estos momentos.

     


    Gabriela Oliván, directora regional de Comunicación Corp. en Accenture

    Todo cambia y… hay que estar preparados

    Fundadora de WINN, red de Mujeres Periodistas Iberoamericanas, becaria de Eisenhower Fellowship, autora del libro Comunicación 5.0, del impacto tecnológico a la colaboración, afirma que la responsabilidad política empresarial y la sustentabilidad deben ser consideradas componentes claves del negocio.

     

    “Todo cambia” es el título de una famosa canción que escribió el chileno Julio Numhauser en 1982 y que inmortalizó Mercedes Sosa con su voz. En sus versos, el autor decía: “Cambia lo superficial / Cambia también lo profundo / Cambia el modo de pensar / Cambia todo en este mundo.”

    La letra, escrita hace casi 40 años, demuestra que el cambio no es algo nuevo. Lo que sí es nuevo, es el ritmo al que se produce y también, su magnitud.

    En un mundo digitalizado e hiperconectado, la tecnología genera cambios a un ritmo sin precedentes. Y que sólo son ralentizados por la limitada capacidad del ser humano y las instituciones para absorberlos.

    A 18 meses de declarada la pandemia por Covid–19 podemos señalar algunos de los cambios más importantes:

    Trabajo. Nació el modelo híbrido (digital + presencial) con el cual, según un estudio de Accenture, el 80% de las profesionales se sienten cómodos. Sin embargo, en Argentina el 63% de las empresas afirma que mantendrá el teletrabajo en los próximos meses. El desafío será encontrar lo mejor de ambos mundos, mantener la cultura, estimular la innovación y la creatividad.

    Consumo. La pandemia generó un cambio profundo en el modo en que las personas consumimos e interactuamos con las marcas. El uso de canales digitales creció un 300% en todo el mundo. Además, tanto empleados como consumidores, esperan que las empresas tengan un rol más activo en la resolución de problemas sociales. Por eso, según otro estudio de Accenture, el 85% de las empresas argentinas encuestadas está trabajando en redefinir su propósito.

    Sociabilización. El distanciamiento social y la cuarentena cambiaron la forma en que las personas nos relacionamos convirtiendo al hogar y la pantalla en el centro de la interacción social.

    Visión del mundo. La pandemia reforzó el sentido de comunidad, dando lugar a lo que se conoce como aldeas digitales, comunidades integradas por personas que antes de la digitalización nunca se hubieran conocido pero que, ahora, se interactúan a través de las plataformas vinculados por inquietudes o intereses.

     

    Abrazar el cambio

    Sin embargo, como continúa diciendo la canción con la que comenzamos este artículo, “Y así como todo cambia / que yo cambie no es extraño”.

    ¡Cuánta verdad hay en estos versos! Abrazar el cambio debería ser una actitud hacia la vida, no una opción. Y para abrazarlo, la comunicación es el gran habilitante.

    En mi nuevo libro Comunicación 5.0, del impacto tecnológico a la colaboración, planteo los desafíos comunicacionales del momento que nos toca vivir y la necesidad de aggiornarnos a este nuevo tiempo. Es ese sentido, parecería que los medios y la política han reaccionado más rápidamente que las empresas, y tomado control del espacio digital y las plataformas.

    En los medios, por ejemplo, explotó el digital first, el tráfico generado a través de redes sociales y los diversos formatos para contar historias a audiencias cada vez más fragmentadas y con diversos hábitos de consumo que, gracias a la analítica de datos, los medios conocen muy bien.

    La política, con Trump a la cabeza y otros ejemplos más cercanos en Latinoamérica, también entendió el poder de los algoritmos. Se consolidó así la desintermediación, lo cual puso en jaque los débiles mecanismos regulatorios de control y de privacidad que gobiernan el ciberespacio.

    Sin embargo, la comunicación de marca quedó un poco más rezagada. La estrategia de comunicación sigue impulsada por los objetivos comerciales y abordada en silos. La participación en la “cosa pública” es escasa, con honrosas excepciones como la campaña “All back life matters”. Sin embargo, ese esfuerzo es insuficiente, sobre todo en Latinoamérica, donde los efectos de la pandemia son acuciantes.

    Según el Edelman Trust Barometer 2021, en Argentina, por ejemplo, el 59% de los encuestados piensa que los CEO deberían intervenir cuando el gobierno no soluciona los problemas sociales y el 58% de ellos cree que los CEO deberían liderar el cambio en lugar de esperar que el gobierno lo imponga.

    En síntesis, en la era post pandemia, la Responsabilidad Política Empresaria y la sustentabilidad deben ser consideradas componentes claves del negocio.

    Como termina diciendo la canción, “Y lo que cambió ayer / tendrá que cambiar mañana.” Así que tenemos que estar alertas al próximo cambio que, seguramente, nos encontrará mejor preparados.

     


    Juan J. Llach, economista y sociólogo

    Cómo es el desafío de la productividad inclusiva

    Director del proyecto Productividad Inclusiva (IAE Business School y Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral), secretario de Programación Económica de la Nación (1991-96) y ministro de Educación de la Nación (1999-2000), trabaja en un camino de crecimiento e inclusión social, con menos pobreza y desigualdad.

    La mayor parte de estos 52 años atestiguaron la declinación de la Argentina, aunque con matices muy relevantes. El principal de ellos fue la recuperación de nuestra democracia en 1983, en una década mal llamada perdida para América Latina, porque pese a la crisis de la deuda y el retraso económico, también fue ganada porque muchos países recuperaron sus democracias, después de décadas de vivir, trágicamente en muchos casos, con golpes militares y guerrillas terroristas.

    Sin embargo, ya antes de la pandemia por Covid–19, la mayoría de nuestros países no había logrado afianzar estas instituciones políticas, salvo, quizás, Costa Rica, ¿Chile? y Uruguay.

    La mayoría de ellos ha dejado atrás también el legendario flagelo compartido de la inflación, con las tristes excepciones de Venezuela y la Argentina que, junto con Bolivia, fuimos los precursores de “lograr” hiperinflaciones en tiempos de paz.

    Pero, lamentablemente, ningún país de nuestra región ha logrado un desarrollo económico y social sostenido, capaz de dejar atrás la dependencia de los precios externos de sus materias primas y, tampoco, los altos niveles de pobreza y desigualdad.

    Algunos, como primero Chile y luego Perú, parecían haberse acercado al desarrollo sostenido, pero enfrentaron crisis sociopolíticas intensas, todavía no superadas. Pero el promedio regional de crecimiento económico en el siglo 21 es ya inferior al de África (continente, dicho sea de paso, que hay que mirar como cliente potencial y, más aún, si logra concretar el proyectado mercado común continental).

     

    Decadencia en la región

    En ese marco regional, negativo pero variopinto, la Argentina es el país que, en estos 52 años más ha decaído económicamente en la región, y quizás también en el mundo. En 1969, nuestro PIB per cápita estaba en el rango 26 del mundo, y ahora estamos en el puesto 60.

    Nuestra situación actual se asemeja a la de Israel en los setenta del siglo pasado, pero es mejor que la de España en la misma época y que Sudáfrica hasta los noventa, los tres con “estancamiento descendente”, inflación crónica y “grietas” políticas y sociales.

    ¿Cómo hicieron esos países para superar tamaño combo? En primer lugar, lograron acuerdos entre fracciones (que parecían) irreconciliables. Segundo, eligieron un camino de productividad inclusiva, procurando al mismo tiempo el crecimiento y la inclusión social (menos pobreza y desigualdad). Creemos que la única salida para la Argentina es acordar un camino similar. Por eso estamos trabajando en un proyecto de Productividad Inclusiva.

    Sin productividad suficiente, como hoy, no es ni será posible sostener la inclusión y sólo con productividad, no se logra la inclusión necesaria para la justicia social y la continuidad del proyecto

    ¿Difícil? Seguro que sí ¿Imposible? No, recordemos que otros lo hicieron en circunstancias peores.

     


    Leandro Bruni, sociólogo y politólogo

    La cambiante dinámica del trabajo

    Graduado en UBA, posgrado en Flacso, premio “Comunicracia” a la mejor investigación en comunicación política 2019 por la investigación “La campaña negativa en las elecciones presidenciales de México, 2018”, advierte que las reconfiguraciones en el mundo laboral darán inicio a unas sociedades distinta a la que conocíamos.

     

    Hacia 1955, el célebre escritor argentino Jorge Luis Borges escribió su icónico “Poema de los dones”. En una de sus estrofas, el autor plasmó que, a pesar de haber transitado con asiduidad por libros y tinta, la avanzada ceguera que lo encontraba asumiendo su cargo de director de la Biblioteca Nacional, lo obligaba a deslizarse por sus pasillos “en penumbras y con su báculo incierto”.

    La actual pandemia, que paralizó a la humanidad en 2020 y 2021 –de la cual aún no nos hemos desprendido–, está trastocando el mundo laboral en la mayoría de países. Como resultado de distintas transformaciones, sus efectos deberán ser explorados, en penumbras y tanteando el camino, para así intentar entender cómo se reconfigurará la dinámica laboral después de la pandemia y cuáles serán los efectos más relevantes.

     

    Transformaciones sociales

    La tradicional forma de producir bienes, como también el tiempo necesario para hacerlo, cambió para siempre con la Revolución Industrial que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo 18. El tiempo de la manualidad y el predominio de lo artesanal, sobre todo trabajado en el ámbito familiar, desapareció dando lugar a los novedosos telares mecanizados y propulsados, ya no con energía humana, sino con el poder del vapor y luego la electricidad.

    Lo relevante aquí fue el paso, con relativa rapidez, de un tipo de socialización laboral vinculada a la familia y la comunidad estrecha a la instalación de fábricas, expansión de ciudades, migración interna a centros urbanos y la masividad del mercado laboral.

    En el siglo 20 dos importantes fenómenos trastocaron las relaciones laborales y con ello el resto de elementos sociales: el avance de los derechos laborales en occidente –estabilidad, sindicalización, paritarias, el Estado interviniendo como mediador, jubilación, vacaciones pagas, aguinaldo, etc.– y el ingreso masivo de las mujeres al mercado laboral.

    Estos dos elementos no solo le permitirían a los trabajadores mejorar sus condiciones laborales, sino que en muchos países serian el impulso inicial para que se extendiera una nueva e inusitada práctica: el consumo masivo, el turismo, el mercado del ocio y el ahorro.

    Tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, el mundo del trabajo comenzó uno de sus periodos de mayor bonanza. No solo aumentaron los beneficios para los empresarios sino también el porcentaje de participación de los trabajadores en las ganancias, reduciéndose como nunca antes –y como nunca después– los números de desempleo. Sin embargo, este periodo de tres décadas de crecimiento económico y bienestar social, que el prestigioso historiador Eric Hobsbawm llama “los 30 gloriosos”, comienza a agotarse durante la década de 1970 y con mayor evidencia en la de cada de 1980.

    Lo que habían sido crecientes y pujantes industrias, trabajos estables y trabajadores inmersos en relaciones sociales colectivas, comienzan a transformarse, dando paso a la crisis de la industria, el auge del mercado de servicios y la precarización laboral.

     

    ¿Bisagra laboral?

    Para muchos trabajadores, la pandemia no fue sinónimo de descanso o relajamiento respecto a la carga laboral. Como señala el informe de la encuestadora internacional Ipsos, los trabajadores perciben que su trabajo, lejos de haberse reducido en el contexto de la pandemia, ha aumentado.

    De este modo, 1 de cada 4 trabajadores en el mundo (23%) señalan que están trabajando más desde sus casas en comparación con lo que realizaban en sus otrora espacios de trabajo. Este porcentaje, en Argentina escala al 34%.

    Sin embargo, la pronta reconfiguración de las relaciones laborales, comenzando por la locación donde un porcentaje relevante de los trabajadores desarrollaran sus actividades, dan cuenta de que el desenlace de la pandemia no será sencillo: el 43% de las personas en el mundo y en la Argentina encuestados por Ipsos están dispuestas a trabajar solo 3 días por semana.

    Como lo fueron los telares y las nuevas fuentes de energía en la Revolución Industrial, los nuevos derechos laborales a comienzos del siglo 20 y el cambiante escenario del nuevo siglo, la nueva normalidad anticipa el comienzo de un nuevo capítulo para los trabajadores.

    Como ocurrió antes, las reconfiguraciones en el mundo laboral tendrán su inevitable impacto en distintos aspectos de la vida social, generando con ello el inicio de una sociedad distinta a la que conocíamos.

     


    Lino Barañao, consultor independiente

    Cambios y papel futuro de la ciencia argentina

    Doctor en Ciencias Químicas y Química Biológica, asesor científico en BeBord Corp & BeBord Foods, profesor titular de Química Biológica en UBA y ex ministro de Ciencia y Tecnología de la Nación, apunta a que la vinculación del sistema científico con las empresas fue el que permitió que tengamos desde barbijos a vacunas.

    Hace 52 años, la investigación científica argentina había dejado atrás su “período de oro” con la emigración de la mayoría de sus científicos más prominentes como reacción a la denominada Noche de los Bastones largos.

    Muchos de ellos se radicaron en países de américa latina y originaron escuelas científicas que todavía perduran.

    Tuve oportunidad de hablar con algunos de estos protagonistas, quienes más tarde se cuestionaron si haber priorizado la coherencia ideológica por sobre el bien común había sido lo correcto.

    Lo cierto es que durante la década siguiente quedaron sólo unos pocos grupos de excelencia a partir de los cuales se comenzó a reconstruir el sistema que, luego del golpe del 76, volvería a experimentar una nueva fuga de cerebros, esta vez debido a una amenaza real sobre la vida de los investigadores.

    Con el advenimiento de la democracia comienza una nueva etapa en que la prioridad fue la recuperación de las instituciones y el retorno al país de una generación que había partido para hacer sus posdoctorados en el exterior a los que se sumaron algunos prestigiosos investigadores que habían emigrado en las décadas anteriores.

    No obstante, este proceso de democratización no estuvo acompañado de un incremento presupuestario y los exiguos fondos para los distintos grupos solían ser distribuidos por los directores de los institutos Los sueldos de los investigadores en 1989 llegaron a ser el equivalente a 50 dólares mensuales.

    Recién en 1997 con la creación de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica por parte del recientemente fallecido Juan Carlos del Bello, comenzamos a contar con un sistema moderno de financiación a través de evaluación por pares y un presupuesto notablemente superior gracias a los programas del BID, y del Banco Mundial y el Banco de Desarrollo Latinoamericano.

     

    Jerarquización

    A partir de 2003 comienza un período de jerarquización de la ciencia y la tecnología. Se reabre la Carrera del Investigador Científico y los salarios incrementan progresivamente su poder adquisitivo. Esta mejora sustancial permite empezar a promover un cambio en cuanto al papel de la ciencia en el país: desde un aporte meramente cultural y educativo a un motor efectivo del desarrollo económico y social, tal como ocurre en los países más avanzados.

    Estas políticas se vieron significativamente consolidadas con la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva en 2007. Se implementaron instrumentos de financiamiento que permitieran pasar del hallazgo científico que terminaba en una publicación internacional, a favorecer la aplicación local de ese conocimiento no sólo como transferencia a empresas existentes sino también a la creación de empresas tecnológicas nacionales.

    Según una evaluación independiente el programa Empretecno del MINCYT financiado por el Banco Mundial, no sólo tuvo una tasa de graduación de nuevas empresas superior a muchos fondos de capital de riesgo del Silicon Valley, sino que cuando se consideraban los puestos de trabajo generados, el ahorro y el ingreso de divisas y los impuestos generados, el rendimiento para el país de este programa fue del 45% en dólares

    A partir del 2015, el presupuesto de ciencia sufre un serio deterioro que acompaña el de todos los organismos del Estado.

    Las acciones del MINCYT en este período estuvieron dirigidas acotar el daño y a conservar los construido.

    A pesar de la reducción presupuestaria se logró mantener a todo el personal administrativo altamente profesionalizado, el ingreso de investigadores y la tasa de producción de publicaciones científicas.

    El mantenimiento de la actividad científica se evidenció en la rápida capacidad de respuesta de la comunidad ante los desafíos de la pandemia. Por otra parte, es de destacar que el cambio cultural que favoreció la vinculación del sistema científico con las empresas fue el que permitió que tengamos desde barbijos a vacunas.

    Los próximos 50 años estarán signados por nuestra capacidad de solucionar los dos problemas centrales de nuestro país: la generación de empleo y de divisas.

    La ciencia y la tecnología pueden y deben contribuir a lograr este objetivo. La economía del conocimiento abre oportunidades únicas, pero que requieren políticas de promoción no sólo del sector científico sino fundamentalmente del sistema educativo.

    Por otra parte, generar empleo para aquellos que actualmente no poseen las habilidades que esta economía requiere de políticas de innovación inclusiva, centradas en las economías regionales, en los que la ciencia y la tecnología también jugarán un papel central.

     


    Pablo Cortínez, especialista en bonos verdes

    La visión ESG de las finanzas

    Profesor de Finanzas Sostenibles –UCEMA–, certificado en Frankfurt School of Finance & Management, CIF Fondos de Inversión Climática de Fundación Vida Silvestre Argentina, dice que el análisis de riesgo crediticio tradicional hoy incluye un balance social y ambiental de las empresas.

    Tradicionalmente, el mundo financiero es percibido como un ámbito frío, especulador y carente de sensibilidad. Las ratios de liquidez, solvencia, el perfil de deuda, cash flows, capex, opex son parte del análisis fundamental. Las ventas de los últimos X años, y las estimaciones para los próximos Y años constituyen requisitos ineludibles cuyo objeto es proyectar el flujo de fondos neto que debiera ser suficiente para repagar un crédito.

    En lo relacionado con el pasivo, son claves el nivel de endeudamiento, el perfil de la deuda, la moneda, los plazos, así como la existencia de pasivos impositivos y laborales. En caso de deuda de mediano-largo plazo en una economía cortoplacista, se suele focalizar en el colateral que garantizará la deuda. Si a esto se le suma la valoración del management (la parte que podría considerarse “soft”) y el comportamiento crediticio pasado de la compañía en cuestión, habremos resumido lo que en riesgo crediticio tradicionalmente se conoce como el análisis de las “4 C” (carácter, capital, capacidad, colateral).

    Sin embargo, los últimos tiempos han sido testigos del surgimiento de nuevos requisitos de información que contemplan aspectos a los cuales tendremos que acostumbrarnos, entre los cuales se incluyen los siguientes:

    1. i) si se trata de una empresa exportadora, deberá adecuar su producción a efectos de cumplir con los crecientes requisitos medioambientales que demandan los mercados de destino;
    2. ii) a la hora de evaluar el pasivo, se deberá considerar posibles pasivos ambientales que pueda tener la empresa en función del sector en el cual se desempeña;

    iii) en cuanto al valor de un campo que sirva como colateral, la modalidad de producción que en él se realice deberá ser analizado para determinar el valor de tasación y el nivel de aforo a aplicar ante la posible degradación por falta de rotación de cultivos.

     

    Perfil ambiental y social

    La determinación del perfil ambiental y social del cliente permitirá identificar, cuantificar, y eventualmente mitigar estos nuevos riesgos, para concluir la gestión de éstos a través de un adecuado monitoreo. En la misma línea, la iniciativa internacional Task Force on Climate–related Financial Disclosure (TCFD) realizan recomendaciones sectoriales y sugieren incluir pruebas de stress, en este caso climáticas.

    En este punto, el management del prestatario debería ser consciente de que un riesgo físico (inundaciones), o un riesgo de transición (cambios regulatorios; exigencias de trazabilidad en mercados de exportación), pueden dejar a su cliente-deudor fuera del mercado. Esto ocasionaría un default del cliente, transformando un riesgo ambiental en una pérdida financiera para el banco o inversor.

    Sin embargo, el análisis adicional no se circunscribe a lo Ambiental. Los aspectos Sociales también deben ser considerados (¿la represa dejaría bajo agua patrimonio cultural, y/o forzaría la mudanza de poblaciones?). Lo Ambiental y lo Social, junto con criterios vinculados al Gobierno corporativo, conforman los criterios ESG (por las en inglés para Ambiente, Sociedad y Gobierno de la empresa. que complementan el análisis de riesgo crediticio tradicional, dándole un alcance más integral.

    Ello implica también evolucionar desde aquel análisis dónde sólo se valoraba la última línea del balance, a una valoración más amplia que incluye el triple bottom line (económico, ambiental y social). Y requiere un fuerte esfuerzo de capacitación hacia el interior de los bancos, y del sector financiero en su conjunto.

    Con ese objetivo, un número creciente de entidades financieras en el mundo adopta un sistema de administración de riesgos ambientales y sociales (SARAS). Lejos de ser un producto enlatado, una herramienta de este tipo normalmente incluye una Lista de Exclusión, a fin de evitar actividades que no está dispuesto a financiar. Típicamente, armas, juego y, más recientemente, tabaco y carbón, entre otras. El resto de las actividades tendrá luz verde (una empresa dedicada a consultoría), o bien luz amarilla, sujetas a condiciones específicas que pueden incluir una evaluación de impacto ambiental (grandes represas hidroeléctricas).

    Como contracara del riesgo a evitar, esto también puede brindar la oportunidad para desarrollar una cartera de clientes que tenga el triple impacto en su ADN, generando de ese modo un screening positivo. Las energías renovables y, en general, las Empresas B, pueden ser claros ejemplos de ello.

    El cambio que está atravesando el sector financiero representa un reconocimiento de nuevas tendencias que llegaron para quedarse. Más allá del impacto positivo que debiera tener en sus balances incluir los criterios ESG, también resulta claro que la inclusión de éstos genera un valor reputacional que, si bien no surge con dos decimales como los ratios del balance, puede más que balancear hacia arriba o hacia abajo el valor de la propia institución.

     


    Stanislav Makarchuk, promotor de cooperación espacial

    Un sueño que adelanta diez años

    Responsable de Cooperación en Proyectos Internacionales de Exploración del Universo, Navegación Satelital y Nuevas Tecnologías de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), indica que el mundo aprendió a construir las alianzas y convenciones y dejar el sectarismo para épocas de mayor bonanza.

     

    Estamos en Buenos Aires, agosto, 2031.

    Conversando con Stan.

     

    –¿Cómo ves los logros alcanzados por la Argentina en los últimos 10 años?

    –Veo que Argentina se transformó en una de las potencias espaciales mundiales de mayor relevancia en la región. El salto que logró es formidable y muy bien merecido.

    Me acuerdo de la pandemia de Covid–19 al principio de la década, que puso en evidencia las falencias del sistema y demostró que la civilización no estaba preparada para afrontar un fenómeno desconocido.

    Con todos los estragos que causó, las vidas humanas que costó y la crisis económica que produjo, nos permitió unirnos más como sociedad y como civilización, darnos cuenta de cuán vulnerables somos y qué frágil es nuestra civilización.

    La pandemia modificó nuestra forma de relacionarnos, la distancia física nos impuso nuevas formas de colaboración a distancia utilizando nuevas herramientas tecnológicas, a través de plataformas virtuales y gracias a Internet, permitiendo internacionalizarnos mucho más fácil, lo que permitió sin duda construir nuevos vínculos, que derivaron en colaboraciones tangibles.

    El ser humano incorporó la omnipresencia virtual, aprendió la congregación global de forma inmediata en cualquier momento sea, de día o de noche.

    La facilidad con la cual aprendimos a comunicarnos nos hizo reconocer nuevamente que el recurso más escaso que tenemos es el tiempo.

    La virtualidad fomentó la generación de educación a distancia a escala global sin fronteras. La abundancia de seminarios, webinars, cursos, estimuló la capacitación constante como forma de vida.

    El espacio se posicionó como un importante objeto de estudio.

    Nos dimos cuenta que el cambio climático es urgente. Y la exploración espacial, siendo una herramienta más, permitió estudiar mejor este fenómeno. Tanto para predecir como para responder.

    Las respuestas a los cataclismos requirieron indispensablemente aprender a manejar las emergencias de forma sistémica a diferente escala, y de forma interdisciplinaria.

     

    Sistema solar

    Los estudios del sistema solar también tomaron importancia, ya que tenemos que entender nuestro astro, cómo se comporta, cuándo está durmiendo y cuándo está despierto. Aprender a utilizar la energía del sol al máximo para disminuir nuestra dependencia de los combustibles fósiles y así disminuir la contaminación.

    Explorar el espacio es desarrollar tecnologías que pueden trabajar en nuevas condiciones espaciales, sin ser afectados por la radiación cósmica, el viento solar, objetos espaciales entre otros tanto orbitando la Tierra, en la luna, en Marte, o en cualquier rincón del sistema solar.

    Esto permitió a unirnos en pos de prepararnos para lo desconocido, identificar las amenazas, prepararnos para los cataclismos.

    La ciencia, la tecnología, la innovación volvieron a ocupar un lugar entre las prioridades políticas, mediáticas, legislativas.

    Las normativas volvieron a ser herramientas orientadas a estimular, promover, contribuir, simplificar, facilitar, poner al servicio, generar y dar soluciones oportunas.

    No fue un proceso fácil, pero necesario. Los grandes desafíos suelen unir a la nación en pos de los objetivos superiores, y éste fue el caso.

    El Estado, la empresa y la academia, la sociedad y los medios conformaron una rueda virtuosa que permitió lograr consensos sobre para qué lado ir.

    En lo espacial el camino fue claro. Y el espacio fue un ámbito donde la cooperación logró alcances inesperados.

    La Argentina pudo lograr cosas sustantivas. Lograr poner satélites por sus propios medios, participar en exploración de la luna y el sistema solar con los satélites diseñados por los argentinos.

    Desarrollar importantes proyectos de cooperación internacional con los principales socios internacionales en observación de la Tierra, contribuir a los sistemas de navegación satelital para que trabajen mancomunadamente y brinden mejores prestaciones para los usuarios, lograr que cada escuela pueda bajar los datos satelitales a través de su antena en el techo. Desarrollar productos y servicios para la vida cotidiana.

    Todo esto no fue posible sin haber entendido que el espacio nos une a todos, que el espacio es la fuente de inspiración que atraviesa y trasciende las generaciones. Que las generaciones venideras vienen con una mochila de aspiraciones cualitativamente mayores.

    Hemos también entendido que podemos contribuir y participar en grandes proyectos de cooperación con los grandes líderes internacionales de forma igualitaria, y también liderar el desarrollo de capacidades regionales.

    La virtud fue saber construir las alianzas y convenciones y dejar el sectarismo para épocas de mayor bonanza. Había que encarrilar el carro.

    Hacía falta el esfuerzo de muchos orientados en la misma dirección. Entender que juntos ganamos más y que logrando determinadas metas toda la sociedad global saldrá ganando.

    Mi sueño habrá adelantado 10 años, pero se va haciendo realidad.

     


    Martín Redrado, presidente de Fundación Capital

    Más allá de las elecciones

    Licenciado en Economía UBA, tutor económico senior en el Banco Mundial, Washington DC, profesor de Economía Internacional en UCA y ex presidente del Banco Central, piensa en una política permanente que priorice la inversión en conocimiento como eje de nuestro desarrollo.

     

    El horizonte económico y político llega hoy hasta el 14 de noviembre. Sin embargo, las definiciones vendrán después de la elección. Con el equipo de Fundación Capital entendemos que, en este momento, Argentina necesita discutir una hoja de ruta que marque un sendero creíble y consistente para las principales variables económicas.

    Sólo un programa económico integral que disipe incertidumbres de corto y mediano plazo, un verdadero “game changer” que revierta expectativas sobre bases sólidas, permitirá cambiar esta realidad mediocre, con decisiones día a día, que nos alejan de un sendero de crecimiento sustentable e inclusivo.

    Para ello, es preciso poner en marcha un programa de estabilización y de crecimiento. Comenzando por el primero. Para que el mal de la inflación no dure 100 años, es necesario un plan con un enfoque abarcativo que integre las herramientas necesarias para combatir este flagelo.

    El desafío es encarar en forma conjunta todas las áreas de la política económica. Aquí, el elemento principal es la convergencia hacia un mismo objetivo en la política fiscal, salarial y de ingresos, junto a la política monetaria y cambiaria, para dar una orientación certera al sendero de precios. Así, estas variables deben crecer en niveles que sean compatibles entre sí, ampliando el horizonte en la toma de decisiones del sector privado, mediante un “sistema de balizas” que permita parametrizar las expectativas. Estas variables deberán mostrar una nominalidad decreciente y simultánea.

    La solución operativa a este problema pasa por establecer una “Ley de Metas de Inflación” que institucionalice un objetivo anual mediante un Comité ad-hoc compuesto por los siguientes ministerios: Hacienda, Finanzas, Trabajo, Energía, Transporte y el Banco Central, bajo la coordinación de la Jefatura de Gabinete de Ministros. Sus representantes serán los responsables de fijar un objetivo de tasa de inflación común. Cada ministerio deberá informar en forma trimestral acerca del cumplimiento de lo establecido y, si existieran desvíos, estos tendrán que plantear a la Comisión de Presupuesto y de Finanzas del Congreso Nacional las correcciones necesarias.

    De esta forma, el compromiso es efectivo por parte de todo el gobierno y, junto a un mecanismo legislativo de rendición de cuentas, permite llevar la credibilidad de las metas y su permanencia en el tiempo.

    En definitiva, un programa de estabilización que genere un sendero de nominalidad decreciente para todas las variables macroeconómicas. Este es el primer paso para restablecer la confianza necesaria en la política económica.

    Más aún, para generar un nuevo horizonte, Argentina debe comprometerse además a emprender un camino de transformación y modernización de su estructura productiva. Una estrategia de esta dimensión debe sustentarse en la innovación como elemento diferenciador. El camino que se emprendió con la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, debe profundizarse en conjunto con incentivos para programas en investigación y desarrollo del sector privado. Esto significa, impulsar una política permanente que priorice la inversión en conocimiento como eje de nuestro desarrollo.

     

    Cambios estructurales

    La resolución de los problemas de corto plazo debe estar alineada con los cambios estructurales que Argentina precisa para consolidar un crecimiento sostenido de 3,5% anual. La meta es alcanzar una tasa de inversión sólida y poder mantenerla en el tiempo.

    Para ello se requiere: incrementar la inversión (nacional y extranjera) en bienes y servicios transables y en infraestructura; favorecer conductas innovadoras; propiciar una creciente interacción entre la economía del conocimiento y el resto de las actividades tradicionales.

    También incrementar el ratio de investigación y desarrollo (I+D) en relación al producto de manera pro cíclica (a partir de una regla de +0,05%/PIB anual en años de crecimiento de más del 3%), estimular la I+D privada a través de desgravación impositiva y financiamiento, formar recursos humanos para la innovación, estimular una mejor articulación entre el sector productivo y el sistema científico-tecnológico, promover el desarrollo de proveedores innovadores desde la empresa privada y el sector público, incrementar en cantidad y calidad la inversión en infraestructura a efectos de ir reduciendo los sobrecostos por el retraso, y mejorar el desempeño logístico diversificando los modos de transporte de carga y articulando la multimodalidad como parte de la agenda de mejora de la competitividad.

    En materia de infraestructura, se debe reducir la brecha como uno de los principales desafíos para el próximo decenio en las diferentes regiones del país. Es necesario incrementar los niveles de inversión durante al menos una década. Dadas las restricciones existentes en materia fiscal y acceso a los mercados de crédito, es preciso buscar otras fuentes de financiamiento de proyectos tales como bancos regionales de desarrollo.

    Ya no quedan cajas en dólares que permitan sostener en el tiempo la falta de un horizonte para el consumo, la inversión y las exportaciones. El mundo pos-pandemia nos brinda una oportunidad única. Si la sabemos aprovechar con una hoja de ruta sustentada por leyes que le den el marco político adecuado, junto a equipos técnicos que encaren un camino superador, tendremos capacidad de generar un país más justo para todos.

    La “hoja de ruta” idónea para la Argentina debe tener una ley de estabilidad macroeconómica, de innovación productiva, de infraestructura, una revolución impositiva que simplifique los 167 impuestos que tenemos y una ley de impulso a las ventas externas que genere las bases para duplicar las exportaciones argentinas. Solo así podemos construir un país integrado y con la movilidad social que es la esencia de nuestro ser nacional.

     


    Juan Bonora, vicepresidente Huawei Argentina

    Colaboración e inclusión para un futuro imaginado

    Especialista en Telecomunicaciones Universidad de San Andrés y Universidad Blas Pascal y en optimización redes, vaticina que las universidades interactuarán con las industrias, y los científicos e inventores trabajarán con fabricantes y desarrolladores.

    Hace 52 años, mismo año en que nacía la revista Mercado, se inauguraba en la Argentina la primera estación satelital de comunicaciones. Todavía no había llegado la televisión a color y muchas ciudades no tenían teléfonos. Hoy mis padres se comunican con sus nietos por videollamadas, independientemente de dónde se encuentren y hasta pueden hacer visitas a museos a través de la realidad virtual.

    La pandemia del Covid-19 ha alterado nuestro estilo de vida y sin duda ha acelerado el uso y la adopción de tecnologías. La investigación y desarrollo continúan dando resultados a un ritmo vertiginoso, desde hace años brindándonos enormes progresos a la vista. Los logros y avances tecnológicos de las empresas privadas han sobrepasado enormemente los obtenidos por gobiernos, quienes ya no desarrollan la última tecnología sino que hacen uso de las mismas.

    Este año, desde Huawei compartimos en nuestro evento anual a la prensa los desafíos técnicos y direcciones de investigación con vistas a 2030.

     

    Realidad virtual y aumentada

    Se prevé que será necesario que un simple pelo de fibra óptica permita la conexión de 1 millón de personas interactuando en realidad virtual o aumentada, algo que superaría en 10 veces la capacidad actual. También será necesario multiplicar por 100 la capacidad de procesamiento computacional, generando un progreso considerable en los sistemas de inteligencia artificial para obtener conocimiento a partir de datos masivos.

    Tecnologías como 3D a ojo abierto, proyección holográfica, lentes de contacto con realidad aumentada, o tacto digital permitirán llevar a cabo el concepto de híper realidad.

    En relación a sus aplicaciones para áreas de la salud, se verán avances en el monitoreo a tiempo real de pacientes con enfermedades crónicas, las cuales se estima son causantes del 85% de las muertes a escala mundial. Sensores no invasivos como medidores de glucosa, presión sanguínea o electrocardiogramas estarán conectados en tiempo real a la nube que con la ayuda de la inteligencia artificial permitirán el tratamiento proactivo. Robots portables ayudarán a los ancianos que necesiten asistencia. Miles de millones de cosas estarán conectadas entre sí.

    Para el año 2030 más del 50% de la energía vendrá de fuentes renovables, más del 50% de los autos vendidos serán eléctricos y cerca del 20% de los hogares tendrán robots.

    Se necesitará de la cooperación y la sabiduría de todas las personas. Universidades interactuando con industrias, científicos e inventores trabajando con fabricantes y desarrolladores. Será imprescindible un abordaje abierto, inclusivo y colaborativo de la innovación tecnológica.

    Con la imaginación podemos ver el futuro. Pero con la tecnología realmente podemos lograrlo.

     


    Alberto Pizzi, Ceo de Securitas Argentina

    Cuando la colaboración pasa a ser base del éxito

    Licenciado en Administración de Empresas (UB), MBA (UCEMA), Pad (IAE), asumió el desafío de sumar velocidad, pensar fuera de la caja y profundizar los vínculos con colaboradores, clientes, y comunidad.

    Sin lugar a duda, los últimos 18 meses fueron tiempos de inmensos desafíos para Securitas Argentina. La pandemia nos obligó a repensar rápidamente nuestro plan de acción, pero también nos dio la posibilidad de desafiarnos como equipo para dar respuesta a diferentes escenarios.

    Nuestro propósito “Nosotros ayudamos a ser de tu mundo un lugar más seguro” tomó una dimensión enorme durante todo 2020. El compromiso de nuestros Guardias, Supervisores y Gerentes Operativos, sumado a los Técnicos y empleados de Equipos de Apoyo, nos permitió seguir operando todos los días con los mismos, y en muchos casos mejores, estándares que nos propone nuestra promesa de marca.

    En marzo de 2020, la seguridad privada fue declarada actividad esencial, y eso nos llevó a redoblar los esfuerzos para estar cerca de nuestros clientes, de nuestros colaboradores y de la comunidad en general.

    Por esa razón, y a partir de una alianza estratégica con nuestros clientes, diseñamos también propuestas que combinan los distintos tipos de servicios que brinda Securitas con el único fin de elaborar mapas de riesgos sanitarios para encontrar soluciones a medida de las necesidades de cada uno, más allá de los análisis de riesgo patrimonial con los que estamos acostumbrados a trabajar.

    En simultáneo, la “nueva normalidad” nos desafió a ser más rápidos, a pensar fuera de la caja y a profundizar los vínculos con todos nuestros públicos -colaboradores, clientes, y comunidad- alineados con los valores de la compañía: integridad, eficacia y vocación de servicio.

    Por otro lado, como compañía que empleaba al inicio de la pandemia 12.000 personas de manera directa, seguimos avanzando en nuestro programa de mejora de procesos internos y rediseñamos nuestra área de Logística y Compras con la unificación de las compras a nivel nacional, sumándonos a un programa de compra de combustible que nos permite tener trazabilidad en los consumos y en la cantidad de kilómetros recorridos a la hora de rendir cuentas de los impactos del uso de nuestra flota.

     

    Cambio cultural

    Más allá de los efectos sobre la salud, la irrupción del Covid-19 produjo un enorme cambio cultural que modificó para siempre la manera en la que nos relacionamos, trabajamos, consumimos, compramos, vendemos y viajamos. Pero como en todas las crisis, junto con las dificultades hay grandes oportunidades. Uno de los legados positivos de esta experiencia es que hemos entendido que se puede trabajar y hacer reuniones en forma remota de modo colaborativo por el bien común consolidando la sustentabilidad como la única manera posible de gestionar nuestros negocios.

    La relación a largo plazo se construye a través de la generación de confianza en la compañía más allá de las personas que forman parte de ésta. Esto quiere decir que sin importar quién lidere la empresa hay procesos que garantizan la continuidad de un servicio de calidad que cumple con todos los estándares internacionales. Tenemos clientes que están con nosotros desde hace más de 30 años lo que demuestra la confianza que tienen en Securitas Argentina.

    Somos una compañía que atiende una diversidad de actividades, y la pandemia afectó a muchas de ellas. Desde el cierre de aeropuertos y líneas aéreas que vieron minimizadas sus chances de volar, hasta establecimientos fabriles que cerraron o quedaron con actividad limitada.

    Esa merma en volumen de trabajo llevó a que muchos de nuestros guardias no tuvieran asignación de tareas, producto de las reducciones o cancelaciones de servicios. A eso se sumó el personal licenciado por enfermedades preexistentes y que nos llevó a mantener en nuestra plantilla a personal que no prestaban ningún servicio en nuestros clientes y por ende no se podía cobrar por ellos.

    Por otro lado, las perspectivas positivas para el segundo semestre están supeditadas a la aceleración del ritmo de vacunación que permita un mayor nivel de apertura de la actividad diaria de modo de reactivar la economía además de permitir que el personal vacunado pueda regresar a prestar tareas con normalidad, reduciendo la dependencia de las horas extras.

    Más allá de la pandemia, trabajar en un país con alta inflación de costos, incertidumbre cambiaria e inestabilidad macroeconómica, dificulta la toma de decisiones de inversión en una actividad altamente dependiente de la inversión privada, pues sólo podemos crecer orgánicamente si aparecen nuevos emprendimientos que requieran de servicios de seguridad.

    Esperamos que, a medida que superemos la pandemia y luego del proceso eleccionario –de por sí complejo–, se produzca el rebote económico que Argentina necesita para volver a crecer.

     


    Sandro Cosentino, RR.HH., Relaciones Industriales y Seguridad e Higiene de Newsan

    El mundo en que vivimos ya no es el mismo, el del trabajo tampoco

    Certificado en UTDT y Máster por IAE Business School, sostiene que la virtualidad y su distancia física requieren de un estilo de liderazgo más empático y cercano.

    En los últimos dos años, el mundo tal como lo conocíamos ha transitado una transformación completamente inesperada, obligando a cada uno de los actores de la sociedad a adaptarse forzosamente. Muchos de los procesos que estaban desarrollándose con miras al futuro, tuvieron que ponerse en práctica rápidamente; y muchos otros, necesitaron reinventarse si querían seguir vigentes en este contexto.

    La irrupción de la pandemia ha puesto en juego el esquema del mundo laboral, redefiniendo roles y planteando nuevos desafíos para las empresas. Hemos aprendido que en un contexto de pandemia no existen reglas “generales” y solo aquellas empresas que adopten rápidamente estrategias eficaces tendrán una ventaja competitiva para sortear la crisis actual.

    Es necesario, entonces, capitalizar este nuevo escenario, realizando cambios en la forma de hacer nuestros negocios y redefiniendo las competencias de los nuevos roles para un ambiente de trabajo aún más digital y ágil, profundizando la transformación cultural de las empresas.

    En este contexto, las personas han revalorizado su vida personal y con ella la laboral, otorgándole a la empresa donde se desarrollan un nuevo significado. Sin embargo, y a más de un año y medio en este contexto, aún no sabemos si esta dinámica cambiará otra vez o cómo es el futuro; para lo cual resulta prioritario que las empresas sigamos trabajando en esta línea para consolidar este cambio.

    El mayor desafío para los empleadores es, entonces, poder interpretar esos nuevos significados, para crear una propuesta de valor competitiva y retener a los talentos, que tanto han hecho por la empresa, aún en situaciones adversas.

     

    Estilo de liderazgo

    La virtualidad y su distancia física requieren de un estilo de liderazgo más empático y cercano; de conocer y acompañar la situación individual de cada integrante del equipo, gestionando la diversidad y fomentando el diálogo de manera comprometida. En este nuevo esquema laboral, la autonomía y la confianza desafían todo lo aprendido y debemos estar preparados para afrontarlo.

    Es necesario tener claro que, en medio de una crisis que puede llegar a dejar enormes secuelas, el propósito de una empresa debe permanecer firme. El desafío más grande que he tenemos como líderes es el de inspirar a los equipos y hacer que las cosas sucedan.

    En Newsan este contexto nos permitió poner en valor nuevamente nuestro ADN, viendo en la adversidad oportunidades para seguir creciendo y ser protagonistas.

    De todas maneras, estamos ante un escenario de puro aprendizaje, enseñanzas y aspectos positivos: la capacidad de adaptación, de reinventarse, ser resilientes, más digitales y cuidar la salud de nuestros colaboradores, entre otros. Aunque debemos ser precavidos ya que la pandemia ha sido el peor enemigo al que enfrentamos hasta ahora y aún nos puede sorprender.

    La agenda cambia constantemente: de pensar en la rentabilidad o los proyectos a saber cómo cuidar a tu gente. Cada persona es única, tiene su contexto, sus preocupaciones, sus dificultades y tenemos que estar atentos a eso.

    Lo importante es salir adelante y confiar en el trabajo. Tenemos que adaptarnos, seguir aprendiendo y liderar a pesar de la crisis. Sin embargo, hay cosas que llegaron para quedarse y debemos capitalizarlas.

     


    Mariela Mociulsky, fundadora y CEO de Trendsity

    Época de transformaciones

    Lic. Psicología UBA, con estudios en Desarrollo directivo (IAE) Universidad Austral y presidenta de Saimo, sociedad de investigación, observa la aparición de homo hogareño y una constante redefinición de qué se considera imprescindible y qué no lo es en estos momentos.

    La pandemia de coronavirus nos llenó de interrogantes y nos paralizó por un tiempo. La dependencia de la tecnología y la necesidad de una adopción imperiosa de nuevas herramientas, se sumaron a las cambios demográficos y geopolíticos que se estaban desarrollando.

    El impacto en el mundo de los negocios fue contundente a partir de la imposición de condiciones inéditas y desconocidas para las sociedades del siglo 21.

    El aislamiento social y la restricción al mínimo de los desplazamientos, entre otros condicionantes, dibujaron escenarios ante los cuales tanto las personas como las organizaciones, fuimos armando respuestas de urgencia basadas en la necesidad de protección por un lado, y de adaptación a nuevas reglas y rutinas por el otro. La nueva situación nos encontró en diferentes estadíos de desarrollo digital y cultural.

    Los ambientes comerciales, empresarios y educativos se vaciaron primero, para transformarse luego, al tiempo que los hogares se llenaron y se reconvirtieron en refugios donde empezaron a transcurrir simultáneamente las actividades laborales, recreativas, educativas, sanitarias. Nació y se consolidó el “homo hogareño”, como lo hemos ido marcando desde nuestras investigaciones de campo en Trendsity, no por el disfrute de serlo, sino por no tener alternativa.

    Atender las nuevas demandas aceleró innovaciones pendientes y también inspiró nuevas ideas. El e-commerce, el teletrabajo, las e-consultas se popularizaron como herramientas para dar respuesta a consumidores trastocados en “segumidores”, que priorizan sentirse a salvo de las acechanzas del coronavirus en cada actividad y consumo, midiendo el aporte a la seguridad y alguna certidumbre. Zoom, Teams, WhatsApp, plataformas, conectividad, streaming, gaming, se convirtieron en términos cotidianos, conformaron el arsenal de los refugiados en los hogares, incluso motivaron aprendizajes en segmentos de edades que no habían tenido acercamientos previos, superando algunas barreras e iniciando una inclusión digital.

    A partir de esa realidad, las empresas debieron adecuar sus modos de producción, sus políticas de recursos humanos, sus mensajes. Empatizar con el nuevo consumidor exigió como primer paso el tener que monitorear los valores, y poner la lupa sobre conductas cambiando constantemente.

     

    Algunas características y manifestaciones

    En todo el mundo, el e-commerce pasó a ser la forma más extendida de aprovisionamiento. La pandemia aceleró un canal, que en meses avanzó lo que hubiera tardado cinco años, según los expertos.

    -La fragmentación social se profundizó, y especialmente en nuestra región, América Latina, con base en la crisis de desempleo y las inequidades de acceso, se intensificó la brecha entre ricos y pobres.

    -La digitalización de todo lo que era posible ensanchó la brecha digital dejando a un lado a una amplia porción de la población, sin recursos económicos para munirse de la tecnología para hacer frente a las modalidades emergentes de consumo, educación, esparcimiento, salud. La digitalización llegó para quedarse, pero también para acentuar diferencias entre incluidos y excluidos, tanto por carencia de recursos económicos, como por deficiencias educativas y hasta de infraestructura. La brecha de género quedó más expuesta, las mujeres que se ocuparon de dar respuestas como empleadas, como organizadoras de sus hogares, como auxiliares de maestros y profesores, servicio técnico, delivery, etc.

    -La necesidad de transporte seguro trajo cambios en la movilidad, muy notorios en las grandes ciudades. El transporte grupal dejó paso a opciones individuales. Motos, bicicletas, monopatines eléctricos, etc. conformaron un paisaje urbano distinto.

    -Las compras de cercanía consiguieron un boom impensado. Los almacenes pequeños y muchos comercios locales sacaron ventajas ante la preferencia de salir lo menos posible e ir lo más cerca del hogar posible, inaugurando las llamadas ciudades de a pie o de 15 minutos.

    La transformación abarca también las aristas culturales. Caen estereotipos, la tolerancia gana terreno tanto como la relatividad. El marketing, branding, publicidad deberán agregar el pilar de la agilidad al de la creatividad, de una capacidad de respuesta relevante contenido del mensaje y en el tiempo justo.

    Además, ante la crisis económica habrá que estar atentos a la reasignación de prioridades. Más de la mitad de la población está buscando hoy la calidad posible, aceptable, y en cada categoría esto es distinto, una negociación uno a uno. Se está redefiniendo constantemente qué se considera imprescindible y qué no lo es en estos momentos.

     


    César R. Litvin, socio CEO en Lisicki Litvin y Asociados

    No hay tolerancia a más impuestos

    Contador Público Universidad (Nacional del Nordeste), profesor de Teoría Impositiva de la UBA, presidente del Instituto Tributario Argentino y de la Comisión de Impuestos en Colegio de Graduados en Ciencias Económicas, sostiene que 11 tributos aportan el 90% de la recaudación, con lo cual, podemos afirmar que sobran más de 100.

    La Argentina tiene un sistema tributario con alta presión fiscal y una inusitada complejidad normativa por superar los 170 tributos vigentes entre Nación, Provincias y Municipios, contaminado por algunos impuestos distorsivos con efectos tóxicos en la actividad económica que alejan la voluntad de inversiones en nuestro país.

    Resulta importante destacar que 11 tributos aportan el 90% de la recaudación, con lo cual, podemos afirmar que sobran más de 100. Además un dato relevante es que el 20% de los contribuyentes sostienen el 98,88% de la recaudación.

    En el podio de los impuestos distorsivos se encuentran: Ingresos Brutos, Retención de Exportaciones y Débitos y Créditos. A esta clasificación deben agregarse los efectos de la inflación que incide en el Impuesto a las Ganancias al impedirse la deducción íntegra del ajuste, por inflación, así como también influye en el I.V.A., los saldos a favor de los contribuyentes que muestran activos inmovilizados que se evaporan por el deterioro del poder adquisitivo del peso.

    Ingresos Brutos es el peor impuesto del sistema tributario por sus efectos plurifásicos, acumulativo en cascada en cada etapa de producción y comercialización, además no tiene en consideración, si el hecho imponible genera ganancia. Por otra parte, han proliferado regímenes de pagos anticipados (retenciones, percepciones y otros pagos a cuenta) que producen en muchas ocasiones, saldos a favor de los contribuyentes, de difícil recupero y rápida evaporación del crédito por efecto de la inflación.

     

    Competitividad

    La Retenciones de Exportaciones (solo lo aplican 12 países en el mundo), resulta inentendible en un país con reservas anoréxicas y escases de divisas, exista este tributo que afecta la competitividad en relación con la mayoría de las jurisdicciones que no lo tienen.

    El Impuesto a los débitos y créditos es un tributo que nació en emergencia en el año 2001, por tiempo limitado y aún persiste, alcanza transacciones que no representan verdaderas capacidades contributivas.

    Bienes Personales es un impuesto que desde fin del 2019 se ha repotenciado de una manera abismal, con alícuotas entre 0,5% hasta un límite superior del 2,25%, un mínimo no imponible disparatadamente escaso ($ 2. millones). Tamaña voracidad fiscal sobre bienes ha producido en muchas ocasiones, que el impuesto se torna confiscatorio porque absorbe una parte sustancial de la renta o incluso de una parte del capital. Es un impuesto que los países modernos lo han dejado de aplicar por los efectos adversos sobre la actividad económica como ser: fuja de emprendedores y capitales, afecta la calidad de vida de jubilados y ancianos pulverizando sus sacrificados ahorros.

    El economista norteamericano Arthur Laffer comprobó con una simple teoría (1980) que: si los impuestos bajan desde niveles muy elevados, la inversión, el empleo, el consumo y la actividad económica aumentarán, el Estado recaudará más y la evasión se reducirá, al mismo tiempo que los ciudadanos tendrán más renta disponible, Esta teoría fue denominada la “curvada Laffer” o de la “Felicidad Fiscal”.

    En la actual coyuntura tributaria de Argentina con aumento de gasto público y de las cargas fiscales, podemos afirmar que llegamos a un punto de inflexión donde no hay más tolerancia del sector privado a más impuestos, por el contrario, es el momento de bajar la presión sobre los sectores productivos para ayudarlos a fortalecer y potenciar la masa muscular de su actividad económica.

     


    Marcelo Capello es presidente del IERAL de Fundación Mediterránea

    “Traigan turistas que paisajes sobran”

    Licenciado en Economía Universidad Nacional de Córdoba, máster en Economía ILADES/Georgetown, Universidad Alberto Hurtado, docente Universidad Católica de Córdoba y en la Blas Pascal, reclama menos restricciones cuantitativas y distorsiones cambiarias y más competitividad en el ramo.

    El turismo es importante a nivel mundial, que genera mucho empleo y que puede aportar (o restar) divisas a un país. Para Argentina, que lleva 10 años de estanflación, con nula creación de puestos de trabajo de calidad en el sector privado, y que sufre crónicos problemas de falta de divisas, debería ser un tema de mucho interés.

    Dadas las características del turismo y considerando el duro contexto que está atravesando el sector, apostar al turismo y a su reactivación podría provocar fuertes eslabonamientos hacia atrás, que colaborarían en la reactivación de toda la economía.

    Con la pandemia por COVID 19, las restricciones a los movimientos de personas llevaron los flujos de turismo a niveles mínimos. Precisamente por eso, en la post pandemia, habrá una demanda contenida por viajes que seguramente “explotará” una vez superados los problemas sanitarios.

    Pero muy probablemente habrá cambios respecto a las preferencias de los flujos turísticos, al menos al inicio: aumentarán su participación el turismo al aire libre, el de baja densidad (rural y otros), los viajes nacionales e internacionales a destinos relativamente cercanos, entre otros aspectos.

    En ese nuevo contexto, inicialmente podrán lograr mayor inserción los países con buenos paisajes y grandes extensiones, con turismo de relativamente baja densidad. Se espera que el turismo de tercera edad, los eventos masivos, convenciones, entre otros, presenten una recuperación bastante más lenta y tardarán mayor tiempo en volver a la normalidad.

    ¿Cómo se encuentra posicionada Argentina para aprovechar las oportunidades que ofrecerá el turismo post pandemia? La principal ventaja es que se encuentra bien posicionada en algunos de los temas que serán importantes para la reactivación del sector.

    Considerando el Índice de Competitividad de Viajes y Turismo del Foro Económico Mundial (2019), Argentina se encuentra ubicada en muy buenas posiciones del ranking mundial en los componentes “Recursos Naturales” (16°), “Salud e Higiene” (14°) y “Recursos culturales…” (14°).

    En el ranking global de este índice, se encuentra en la posición 50°, por debajo de México (19°), Brasil (32°) y Perú (49°), y mejor que Chile, Colombia, Ecuador y Uruguay.

    ¿En qué capítulos del índice Argentina se encuentra peor posicionado? En temas como “Seguridad” (99°), “Infraestructura terrestre y portuaria” (103°), “Ambiente de negocios” (135°) y “Sustentabilidad ambiental” (136°). Resumiendo, se ubica en buenas posiciones cuando depende principalmente de factores exógenos como la naturaleza, y no tan bien cuando depende de las políticas públicas y la capacidad de lograr buenas decisiones colectivas.

     

    Política de estado

    Se necesita, entonces, una política de estado para atraer turismo a la Argentina.

    Si bien en el índice no aparece bien ubicada en “Competitividad de precios”, podría tratarse de un problema con el año en el cual se hizo la medición. Si se considera el actual año, con su nivel de precios, salarios, tipo de cambio e impuesto a las ganancias, se trata de una buena oportunidad tanto para el turismo receptivo (atraer turistas extranjeros) como para que el turismo emisivo resulte moderado (salida de argentinos al exterior).

    Sobre el poder adquisitivo del salario industrial promedio de Brasil, en términos de bienes de Argentina, dicho indicador se encuentra en 2021 un 6% arriba del nivel que exhibía en 2017, si se usa el tipo de cambio oficial de Argentina, y 75% superior, si se deflacta con el dólar blue. Si se usa un tipo de cambio promedio entre el oficial y el blue, en 2021 un asalariado brasileño tiene un 40% más de poder adquisitivo en Argentina que en 2017.

    Si se compara con otro país del cual recibimos muchos turistas, como Chile, el poder adquisitivo de su salario promedio, en términos de bienes de Argentina, se ubica en 2021 un 59% arriba del nivel que exhibía en 2017, usando el tipo de cambio oficial de Argentina, y 153% superior usando el dólar blue. Si se utiliza un mix entre tipo de cambio oficial y blue, un asalariado chileno cuenta en 2021 con un 106% más de poder adquisitivo en Argentina que en 2017. De no ser por las restricciones que impone la pandemia, se trataría de una situación favorable para recibir turistas extranjeros.

    A futuro, lo normal para Argentina debería pasar a ser el contar con una balanza de turismo superavitaria o al menos equilibrada, pero que dicha situación dependa cada vez menos de las restricciones cuantitativas y las distorsiones cambiarias (brecha cambiaria, impuestos a la compra de divisas) y más de la competitividad turística, de la cuantía y calidad de sus paisajes y todo lo que brinda la naturaleza y de lo que deben generar y modificar las políticas públicas. Las características del turismo post pandemia podrían ofrecer una muy buena plataforma en tal sentido, que debería ser complementada con una mejor calidad de las políticas públicas y así atraer a muchos más turistas a Argentina.

     


    Cecilia Banchero, médica psiquiatra, psicoanalista

    El mundo del profesional ha cambiado radicalmente

    Maestra espiritual, lifecoach, y mentora de líderes y negocios. Creadora del podcast #YoSoyAbundante, tendencia en Spotify y Apple podcasts con más de 100.000 reproducciones, ha publicado en 2021 su primer libro ¡El dinero es mío! — El dinero también es cosa de mujeres y con una Escuela Online de Abundancia y Vida, señala que el hombre, como teóricamente es proveedor, busca las profesiones más rentables.

     

    Me recibí de psicoanalista en 1993 y en esa época, ser médica psiquiatra o psicoanalista en función didáctica de las Asociaciones Psicoanalítica Argentina e Internacional prácticamente aseguraba un nivel de vida, comodidad, ingresos y lista de pacientes en espera –porque en esa época el psicoanálisis era furor y éramos respetados.

    La terapia era muy valorada, y el nivel de formación del terapeuta era reconocido. En mi caso, yo además era médica legista, por lo cual la justicia pagaba espectacularmente bien los casos. Desde esa época hasta el 2000 mi vida era color de rosas.

    Luego, además del desastre económico de Argentina, hubo una excesiva oferta de psiquiatras, psicoanalistas y terapeutas holísticos, que hizo más difícil aún tener acceso a pacientes de forma masivo, como sabíamos tener previamente.

    Los honorarios en Argentina son actualmente realmente lamentables. En Estados Unidos, donde yo atiendo, un psicólogo cobra entre 60 USD y 100 USD, y un psiquiatra de nivel, entre 250 USD y 350 USD. La misma persona que tiene el mismo título que yo, que es psiquiatra y psicoanalista en función didáctica, en Inglaterra y Francia cobra cifras aún mayores.

    En Argentina tenemos una Escuela Psicoanalítica de altísimo nivel, con profesionales destacados. Lo máximo que estamos cobrando son $6.000, que en dólares son US$ 35 o US$ 40 como máximo, según el momento cambiario.

    El mundo para el profesional de la Argentina ha cambiado radicalmente. Lo mismo ha sucedido con las guardias en psiquiatría – con realizar cuatro guardias por mes, podías ganarte la vida años atrás, y ahora con cuatro guardias apenas podés pagar el supermercado. La profesión, en términos de rendimiento económico, se ha vuelto una desgracia.

    Atiendo muchas consultas que llegan desde Estados Unidos, donde la asistencia psicológica y psiquiátrica deja mucho que desear. Solo las personas con mucho dinero pueden acceder a profesionales de renombre que resuelven sus problemas.

     

    Excelentes profesionales mal remunerados

    En Argentina, con un nivel de formación altísimo, tenemos excelentes profesionales ganando sueldos miserables de $40.000 o $50.000 en hospitales públicos. Siento mucha vergüenza por la gente que se queja de pagar honorarios que cualquiera de nosotros, que invertimos toda una vida en formarnos, podríamos cobrar en cualquier otro país.

    Estudiar psicología y psiquiatría hoy implica una vida económicamente limitada. Evidencia de esto es que las facultades de medicina tienen más del 70% de inscriptas mujeres, justamente porque la carrera no permite asegurar un futuro económico bueno, búsqueda tras la que se encuentran la mayoría de los hombres. En la época de mi formación, era al revés. Los hombres, como son teóricamente proveedores económicos, buscan profesiones más rentables. Esto es solo un ápice del cambio desde 1994 a 2021 respecto de nuestra realidad profesional – económica.

    Otro problema grave de mi profesión, como psiquiatra, es que los profesionales jóvenes están trabajando en obras sociales porque los pacientes privados son un espécimen en extinción, y en por consecuencia tienen que atender de diez a doce pacientes por día para poder llegar a ganar un sueldo que les permita solo sobrevivir.

    Atender un paciente psiquiátrico es uno de los esfuerzos más grandes que puede tener un profesional de la medicina. Se dice normalmente que lo sano sería atender dos pacientes graves en tratamiento psicoanalítico, y hoy sucede que mucha de la juventud que trabaja para las prepagas ven de la mañana a la noche patología grave e intensa, sin parar.

    El daño cerebral hace que los psiquiatras estén por su estrés –después de los anestesistas– segundos en el ranking de suicidios. A pesar de que amamos nuestra profesión, estar con pacientes borderline, adictos y psicóticos –entre otros– es un desgaste psíquico enorme que solo quien ejerce la profesión lo puede entender.


    Lourdes Puente, directora de la Escuela de Política y Gobierno de la Facultad de Ciencias Sociales de la UCA

    ¿Fue la pandemia?

    Lic. Ciencias Políticas, Relaciones Internacionales (UCA), docente y jefa de la cátedra de Estrategia y Seguridad Internacional en la Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación de la UCA, titular de Cátedra Introducción a la Teoría de Relaciones Internacionales de Universidad Austral, concluye que el destino es global y no podemos hacer nada si no nos unimos en comunidad.

    Pensar en lo que la pandemia nos dejo es apresurado. Todavía convivimos con ese virus, que sigue dando cifras de contagio, muerte y dolor, ocupando a la ciencia y a la política, impactando en todas nuestras decisiones. Pero sí podemos decir que hay un antes y un después, aunque la configuración de ese después no sea ni clara ni definitiva.

    El Covid nos desnudó como seres humanos, a nuestras vidas y nuestras formas de vincularnos y organizarnos. Y somos todos tan distintos y somos todas tan diferentes, que no fue igual según con que te re encontraste: tamaño de casa, familia, hijos, parejas, adolescentes, etc., etc… Y si enfrentamos nuestras verdades personales, también nos encontramos con nuestra verdad como comunidad: la fractura social, la grieta más dolorosa, la de los incluidos y excluidos.

    Como personas, nos hizo encontrarnos con lo que somos y tenemos. Quedarse en casa fue mucho más que no salir. Fue habitar lugar, espacio y vínculos cercanos, esos que asumíamos nuestros, pero que quizás sólo visitábamos, en nuestras carreras diarias. Ahí estaban. Las 24 hs. Cada uno tendrá su propia historia y experiencia personal, pero nadie salió indiferente de esta nueva forma de re-encontrarse. Nos hicimos un poco más integrales, y a la cabeza, le sumamos emoción, cuerpo y espíritu en una combinación diferente. Obligados o interpelados. Sin escapatorias posibles. Nuestras ideas se pusieron a prueba, y también nuestras convicciones. Pero sobre todo, nuestras elecciones.

    Hay otra valorización del tiempo. Propio y de los otros. De nuestras energías y nuestras prioridades. De nosotros y de los nuestros. Y también de los otros.

    El trabajo tuvo otra chance que nos llevó a descubrir otro tipo de eficiencia, el valor de quienes trabajan a nuestro lado, la importancia de incorporar todo lo nuevo que nos brinda la tecnología. Y no habrá vuelta atrás. Ni en tiempo ni en forma. No podremos pensar lo nuevo con categorías viejas. Las regulaciones de lo que viene en el mundo del trabajo, necesitamos hacerla con la intervención de todos los sectores, y la participación de miradas novedosas.

    La crisis de la educación y la formación, no pudo esconderse detrás de ninguna forma, programa o cambio. Se reveló tal como era, y en todo caso, presentó la oportunidad, de golpe y violentamente, a que se piense y se haga diferente. No va a depender de docentes comprometidos o instituciones educativas de avanzada. Requiere articular a todos los actores involucrados para repensarse integralmente. La revolución tecnológica es un desafío humano que atraviesa la educación, la formación y el trabajo en su totalidad. Enorme oportunidad para buscar respuestas distintas.

     

    La política se desnudó

    La política también se desnudó. En sus capacidades y en sus carencias. En la razón de su existencia y en la pobreza de su realidad. La amenaza nos mostró la necesidad de una organización que resuelva como hacerle frente. No es posible individualmente. Tenemos una organización democrática y una conducción que está a cargo. Sin embargo, tres verdades que ya sabíamos se nos hacen crudas: 1) es escaso el profesionalismo de la política; 2) la conducción sola no puede, requiere de los demás actores para resolver e implementar con eficacia; y, por último, 3) quienes dirigen están muy lejos. Imaginan soluciones sin la sociedad, las implementan a pesar de ella, y la pregonan sin ella. La historia dirá si nuestra dirigencia estuvo a la altura. Pero hubo mucha confusión entre poder y privilegio; en un momento crítico, se desdibujó eso de que estaban representando los intereses del conjunto.

    La desnudez fue mutua. El ciudadano no cree en la política y la política no cree en el ciudadano. Hay poca voluntad de integración. No hay confianza ni fe común. Acabado en este siglo el discurso único, la falta de confianza en lo que nos une, hace imposible acordar un destino. Dirigentes y dirigidos en una calesita sin rumbo. Y con dolor. Una guerra invisible que no termina de mostrar cuán roto está el andamiaje de la comunidad organizada que necesitamos ser.

    La grieta se expresa en minorías ruidosas y con poder, que se creen superior al resto. La solución la tienen las mayorías que se animen a anteponer el destino común al individual o de su grupo. Que acepten al diferente, que se animen a articular sus intereses al de los otros. Porque eso a nivel local, provincial, nacional, regional y global, es la única salida.

    Las excepciones evidencian la regla. No habrá casa común, ni futuro, siempre que un preso, una mujer, una niña, o una familia, crean que ser argentino/a, no es futuro, sino miseria.

    A ese paisaje triste de hombres y mujeres errantes que, excluidos, caminan en busca de algo, solo podemos cambiarlo si nos juntamos para unirnos. Hombres, mujeres, organizaciones, clubes de barrio, sociedades de fomento, empresas, organizaciones sociales y sindicales, todos esas partes del todo que le dieron pelea a la emergencia alimentaria y social que nos trajo la pandemia, y que hoy son la esperanza de un futuro diferente.

    Si algo reveló esta pandemia es que el destino es global, que no podemos hacer nada si no nos unimos en comunidad…ni yo sola, ni mi ciudad sin otras, ni cada provincia sin el resto, ni la Argentina sin la región, ni América Latina sin el mundo.

    Como el bien y el mal no son patrimonio de nadie, sino de todos, la única salida es volver a confiar en la mejor versión del ser humano, re-pactar las reglas, acordar destino, y no olvidarnos, que los que quedan afuera son nuestros, y en su destino también se juega el propio.

     


    Ariel Coremberg, director del Centro de Estudios de Productividad-Arklems

    La responsabilidad profesional del economista en la sociedad

    Dr. en Ciencias Económicas, posgraduado en Medición del Crecimiento Económico y sus Fuentes, profesor e investigador, advierte que la probabilidad de cometer grandes errores de política económica y pública está llegando a un máximo.

     

    Ya que la revista Mercado cumple 50 años, hagamos el siguiente ejercicio de imaginación.

    Supongamos un típico ministro de Economía de un presidente argentino que recién asume sus funciones. Se presenta la siguiente escena:

    Presidente: hágame un diagnóstico de Argentina, más allá de los efectos del Covid-19, y cuáles objetivos me debo plantear porque quiero que volvamos a ser Australia como a comienzos del siglo 20. Solo tengo 5 minutos

    Ministro de Economía: el siguiente resumen nos demuestra adónde estamos parados y a qué objetivos cuantitativos a nivel macroeconómico debemos aspirar para ser como el canguro en lugar del avestruz:

    El ingreso per cápita de Argentina creció entre el año 1900 y el año 2020 a un ritmo del 1% anual mientras que Australia, en el último siglo y dos décadas, lo hizo al 2%, exactamente el doble, habiendo compartido un similar nivel de vida a comienzos del siglo pasado. De allí que un argentino para duplicar su nivel de vida tiene que esperar 70 años mientras que Australia lo logra hacer en 35 años.

    En el presente, Argentina dispone de un PBI per cápita equivalente al del año 1974 y la productividad (total de los factores) del año 1950.

    Luego de la mayor caída del PBI de su historia, el año 2020 (solo una décima por debajo de la caída del PBI del año 2002), para crecer como Australia, Argentina necesita una tasa de inversión del 25% de acá a las próximas tres décadas (12 puntos más que el presente), sextuplicar el volumen exportado sin esperar que suba el precio de la soja, poner las cuentas fiscales en orden para bajar la presión impositiva que impide que las empresas puedan volver a generar puestos de trabajo así como también financiar inversión en infraestructura social y económica con crédito internacional barato a largo plazo.

    Presidente: ¡todo lindo, cómo logro ganar elecciones con un programa a 30 años!

    Ministro de Economía: para ello hay que introducir el incentivo competitivo en la economía para reducir el siguiente bloqueo corporativo: que los trabajadores puedan elegir su obra social y su sindicato, los empresarios bajen los costos y generen puestos de trabajo de calidad gracias a la competencia y las obras publicas salgan más baratas llamando a licitación nacional e internacional bajo la exigencia de la mejor calidad a bajo costo. Bajará la corrupción y la ineficiencia, que ya es tan relevante que se ha comido todas nuestras reservas. Ello implicará que la clase media aumentará el ahorro, ya que no necesitará gastar en forma privada en salud y educación, al mismo tiempo que paga impuestos por una salud y educación pública que no usa permitiendo con dichos ahorros financiar sanamente el aumento de la inversión sin aumentar el endeudamiento externo.

    Presidente: ¡Ud está demente! Imposible. Esas corporaciones financian mi campaña electoral y la de mi adversario. No tengo tanto poder político. No podemos aumentar el gasto social y ganar las próximas elecciones en dos años (vrg: magia)?

    A partir de acá se presentan dos opciones:

    Ministro de Economía (R) Responsable: Sr. Presidente le presento mi renuncia. Mi caja de herramientas es limitada dadas las restricciones políticas que me impone.

    Ministro de Economía (O) Oportunista-Obsecuente: si cómo no, no hay problema

    Sr. Presidente: no hay problema con la inflación, ¿Ud me lo garantiza?

    El Ministro de Economía Sr. O contesta sí con contundencia. Alinea la política monetaria, cambiaria y financiera ofreciendo deuda pública interna en pesos indexada a la inflación y al dólar oficial para que la emisión monetaria de pesos que los argentinos no quieren no genere inflación presente. Coloca leliqs, pases y otros instrumentos en un virtual “festival de bonos”, de tal manera que succiona todo el crédito disponible del sector bancario. De paso, atrasa dólar oficial y tarifas hasta que lleguen elecciones. Si la suerte acompaña: buen clima y buenos precios de internacionales de la soja, se llega a elecciones.

    En la siguiente presidencia, todo estalla (hiperinflación o hiperdesempleo o ambos) en un nuevo default, plan Bonex o punción de depósitos confiscando el ahorro de los argentinos para que la nueva convertibilidad o dolarización no provoque una hiperinflación aún más profunda.

     

    Argentina siglo 20

    El relato es imperfecto ya que refleja la Argentina del siglo 20. En Argentina siglo 21, no hay ministro de economía que funcione como fusible para proteger de los costos políticos al presidente de turno. De tal manera que la sociedad pueda insultar (matar al mensajero) al ministro como tanto se acostumbraba en el siglo pasado.

    Enrique IV de Shakespeare nos relata al respecto más elocuentemente sobre el efecto de matar al mensajero: “Sacudes tu cabeza y sostienes que temes o pecas para decir una verdad… Sin embargo, el primer portador de noticias no deseadas no tiene más que un cargo perdedor, y su lengua suena para siempre como una campana hosca, recuerda haber hecho sonar a un amigo difunto”.

    El Ministerio de Economía se ha transformado en una oficina de servicios económicos, el Banco Central en una oficina de servicios monetarios y lamentablemente la presidencia en una oficina de servicios presidenciales, todas ellas elaboran justificaciones ex post de las medidas económicas tomadas en el Instituto Patria fuera de los poderes establecidos por la Constitución Nacional.

    Ya no hay mensajero ni mensaje, ni procedimientos estándar a seguir y respetar. La probabilidad de cometer grandes errores de política económica y pública está llegando un máximo.

    La próxima gestión presidencial que asuma en 2023 deberá plantear no solamente un nuevo régimen macroeconómico: cambiario, monetario y fiscal. Hay que reconstruir para siempre y no para perderlo con cada crisis, no solo la credibilidad y reputación, sino la propia existencia de un Ministerio de Economía y Banco Central, en otros términos, la posibilidad de hacer política económica con sustentabilidad institucional de acuerdo a lo establecido en la Constitución.

    De lo contrario, nuevas frustraciones sucederán a la renovada esperanza que siempre demuestra la sociedad argentina.


    Néstor García, presidente y CEO de KPMG Argentina

    La necesidad de nuevos liderazgos

    Contador Público (UBA), 25 años en la consultora, designado socio director ejecutivo en 2018, afirma que el desafío concreto será aplicar a la realidad la innovación y transformación digital de las que mucho se habla.

     

    Estamos transitando un tiempo único. Todos hablamos de transformación, innovación, economía digital, y lo cierto es que nos encontramos en medio de un profundo cambio en la humanidad que impacta en todos sus campos de acción y representación tales como la cultura, la política, la sociedad, la economía y los negocios. El futuro se presenta incierto e inesperado por estos movimientos vertiginosos que no reconocen antecedentes ni experiencias previas. En un sentido amplio del término, esa transformación implica, esencialmente, aceptar que primero tiene una dimensión personal y que, además, abarca a las organizaciones y diseñan nuevos sistemas de relación. El gran instrumento transformador es, sin dudas, la tecnología y la clave está en discernir cuál se adopta para llevar adelante el cambio.

    Todo se precipitó de golpe, y por eso la agilidad es central a la hora de tomar decisiones. Después de un año y medio de pandemia, la transformación es tan rápida y vertiginosa que ya dejó de ser una novedad para enfrentarnos a una realidad dinámica que deja atrás definitivamente aquella tercera ola industrial que tan bien describiera en el siglo pasado el sociólogo estadounidense Alwin Toffler. Estamos experimentando la cuarta ola impulsada por la economía digital que está revolucionando la forma de hacer negocios con otros protagonistas.

    En este proceso, es fundamental el papel de los líderes de las empresas que deben saber interpretar las nuevas expectativas sociales. Todos suelen hablar de innovación y de transformación digital, pero el desafío concreto es aplicarlas a la realidad. Por eso la innovación va mucho más allá de la búsqueda de resultados, es actitud cultural.  Es una manera de cómo se piensa y conduce una organización porque hay temas intangibles, como la relación con nuestros diversos públicos, que no se ven día a día pero que hoy empiezan a ser determinantes. Los resultados se obtienen cuando una organización está en su conjunto inmersa en la cultura de la innovación que, finalmente, permite crear los nuevos modelos de negocios, productivos y comerciales. Trabajar cross y con diversidad de representatividad en los espacios de conducción es central porque hay que aprender a innovar por doble vía: dentro de las propias empresas y puertas afuera de las mismas. Y los resultados vienen como consecuencia de esta doble acción.

    Mundo sostenible

    La innovación también permite hacer un mundo más sostenible en un sentido amplio. Existe la oportunidad de repensar la manera en que nos vinculamos con el ecosistema, socios y clientes, pero también con las distintas cadenas de valor. Esto es en la práctica incluir al otro en las decisiones que se toman desde una empresa. Bajo distintas representaciones, la sociedad, el cliente, el consumidor, el proveedor y el usuario se han transformado en actores clave con influencia en toda la línea de producción de bienes y servicios. Esto se comprueba con total claridad en las distintas encuestas mundiales que viene haciendo KPMG durante el último año. Todas exhiben nuevas expectativas y exigencias. Por ejemplo, uno de esos estudios mundiales se hizo en 16 países con una encuesta a 18.000 consumidores: más de un tercio de los consultados reclamaron que las empresas tengan herramientas digitales. Pero, al mismo tiempo, otro tercio expresó que prefiere ser atenido por una persona del otro lado de un chat. Estos datos nos dan la evidencia de que además de los cambios tecnológicos todavía queda mucho por transitar en el cambio cultural. Otra encuesta realizada a ejecutivos del sector minorista reveló que un 78 por ciento planea invertir más en comercio electrónico o plataformas de ventas digitales, en tanto que un 77% lo hará en tecnologías centradas en el cliente –como bots de chats y sitios web dedicados durante el próximo año. Y casi la mitad indicó que la capacidad de crear una experiencia digital perfecta para el cliente se ha acelerado tan drásticamente durante la pandemia que muchas empresas ya están años por delante de lo que esperaban estar en este momento.

    Asimismo, los estudios indican que los consumidores dan cada vez más importancia a los temas relacionados a la sostenibilidad, esto es a las acciones corporativas vinculadas al medio ambiente y a lo social, conocidas con las siglas ESG. A escala mundial, uno de cada cuatro consumidores considera que al menos un criterio ESG es importante en la decisión de compra. Este es un tema que ya se ha instalado al tope de la agenda de la conducción de las empresas que están priorizando en las decisiones de gestión y estrategia los temas de sustentabilidad que hoy se han convertido en un requisito central para poder competir en un mercado cada vez más globalizado y competitivo, signado por nuevos paradigmas.

     


    Matías Leoni Olivera, licenciado en Ciencias Físicas, UBA y Conicet, maestría en Beijing

    Tendencias que se aceleran en China: ocasiones para el país

    Investigador adjunto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas con sede en Argentina, previene que para la venta vía canales electrónicos a China resulta importante dar cuenta de que la diferenciación de producto es fundamental.

     

    Más allá de la exacerbación de desigualdades que trajo la pandemia, un elemento en común a todos los habitantes del planeta en el último año y medio es el cambio en nuestra vida cotidiana y hábitos.

    Algunos de ellos venían sucediendo de forma paulatina y simplemente la pandemia ha resultado en una aceleración y propagación, como es el caso de la venta a través de canales electrónicos. La necesidad de disminuir el contacto presencial entre humanos para evitar la propagación del virus generó las condiciones ideales para que el comercio electrónico y la entrega puerta a puerta incrementen su incidencia habitual en nuestras vidas.

    Si bien esto sucedió casi en todo el mundo, en China, probablemente el país con mejor infraestructura para el comercio electrónico en el mundo, el fenómeno abrazó productos y mercados menos frecuentes, así como también se consolidó como una herramienta concreta para ampliar el mercado de productos regionales de zonas con una calidad de vida menor a la de los centros de consumo, aglomerados en las grandes ciudades.

    Según estudios realizados por eMarketer, en el año 2020, el 44,8% de las ventas minoristas realizadas en territorio chino se realizaron online. Lejos de mermar, la tendencia se profundiza y las previsiones para el corriente año pronostican que el 52% de las ventas serán electrónicas. Estos números no tienen parangón en el resto de los países. Quienes siguen a los chinos en la preponderancia de los canales electrónicos de venta son los coreanos con 28% de las ventas. En Estados Unidos se realizan online solamente el 15% del total de las ventas.

    En los últimos años los consumidores chinos han comenzado a realizar cambios en sus hábitos de consumo, entre ellos, manifiestan una creciente preferencia por las compras online sobre las físicas. Sin dudas que la pandemia ha servido para catalizar este tipo de consumo; luego de las estrictas cuarentenas, los consumidores han continuado en esta tendencia.

    En 2020, las ventas físicas disminuyeron un 18,6% en China, y desde eMarketer proyectaron que las ventas físicas seguirán disminuyendo en 9,8% durante el corriente año. En contraste, el comercio electrónico en el gigante asiático mostró un alza del 27,5% en 2020 y se prevé otro 21% en 2021.

    De hecho, la República Popular China se posiciona como el gran motor del crecimiento mundial de la venta online, según Statista se espera que para 2023 se alcancen los 1.000 millones de consumidores virtuales chinos. Del otro lado del mostrador el crecimiento también se muestra vertiginoso: entre 2019 y 2020 el número de vendedores online en China creció un 22,5%, alcanzando el hito de 782 millones de vendedores.

    Aparecen rasgos interesantes de este fenómeno cuando nos proponemos la observación por rubros. Un estudio de la consultora sobre marketing digital en China, Alarice International, coloca al rubro de comidas y bebidas como el que está liderando el crecimiento por volumen de ventas, un 21% en 2020. A su vez, es seguido por artículos de belleza (19%) y artículos para el hogar (19%).

     

    ¿Cómo analizar esto desde nuestro país?

    Sin dudas que los cambios de hábito de consumo en la sociedad china generan un coletazo en el lado opuesto del mundo y, sobre todo, generan condiciones de oportunidad de múltiples negocios exportadores. China es hoy en día un socio comercial clave para la Argentina y el segundo destino de las exportaciones nacionales con una clara tendencia a arrebatarle ese lugar a Brasil en un futuro no muy lejano.

    Sin embargo, la mayor proporción de las exportaciones argentinas hacia la República Popular China está compuesta por productos primarios (57%). Estos son productos de bajo valor agregado, con menor impacto en la generación de puestos de trabajo locales y también con un alto grado de homogeneidad, esa es la característica que los convierte en commodities. Por esa razón, además de prestar especial atención a la necesidad de tener una buena administración de los stocks, la logística para llegar hasta China y la posterior distribución ya en territorio asiático, es fundamental una estrategia de marketing adaptada al contenido y las lógicas locales.

    Para ello, la identificación con el país de origen y la historia del producto suelen ser fundamentales, que se perciba como de un origen singular y por ello de alta calidad es una gran puerta de entrada para consolidarse en el mercado chino. Ahora bien, la mejor utilización de esta estrategia requiere una coordinación entre los diferentes proveedores nacionales que, en definitiva, deben actuar como socios en la penetración de mercado más que competidores ya que la escala del mercado interno chino es magnánima.


    Alieto Aldo Guadagni de la Academia Nacional de Educación

    Fortalecer la educación es la clave para abatir la pobreza

    Economista graduado en la Universidad de Buenos Aires, con estudios de posgrado en la Universidad de Chile (Escolatina) y doctorado en la Universidad de California (Berkeley), sostiene que la segmentación social atenta contra la imprescindible la capacidad de adaptación a una frontera tecnológica en rápida transformación.

     

    Nuestra acumulación de capital humano calificado es menor que en otros países y es insuficiente para enfrentar los crecientes desafíos científicos y tecnológicos de este siglo, ya que el crecimiento económico no depende hoy de los recursos naturales sino de la acumulación de capital humano.

    Los países que estimulan inversiones en activos productivos logran mayores tasas de incremento en su producción, siendo importante   el incremento del capital humano acumulado por la educación.

    El nivel de conocimientos de un país es la garantía de su avance, por esta razón son importantes las evaluaciones educativas de alcance global, como la Prueba Pisa 2018 en la que participaron 79 países; China lidero los resultados en las tres áreas evaluadas (Lectura, Matemática y Ciencias).

    En América Latina el nivel de conocimientos en Matemática de nuestros adolescentes está por debajo del nivel en Chile, Uruguay, Costa Rica, Perú, Colombia y Brasil, atrás nuestro apenas están Panamá y República Dominicana.

    Los resultados de esta Prueba PISA evidencian una situación crítica en lo que hace a los conocimientos de nuestros jóvenes, en Ciencias nos ubicamos en el lugar 65, en Lectura en el 63, mientras que en Matemática hemos descendido al lugar 71; es decir estamos en los últimos lugares de los 77 países participantes. Esto es preocupante para nuestro futuro, ya que se trata del nivel de conocimientos de adolescentes de 15 años de edad.

    En esta etapa de la globalización es crucial la capacidad de las personas para adquirir conocimientos en un mundo laboral con acelerada transformación de las destrezas. El escenario laboral se está modificando, ya que hoy no alcanza con la especialización en los saberes presentes, sino que es imprescindible la capacidad de adaptación a una frontera tecnológica en rápida transformación.

     

    Segmentación laboral

    Por esta razón es grave el peligro de una segmentación social, entre quienes se incorporan capacitados a la nueva sociedad tecnológicamente avanzada y quienes quedan excluidos, y por lo tanto marginados de los beneficios del incremento global de la productividad. Esta segmentación laboral, amplía la brecha de remuneraciones entre personal calificado y no calificado.

    Se está consolidando así la reproducción intergeneracional de la pobreza. Según las Evaluaciones Aprender del Ministerio de Educación el nivel de conocimientos de los alumnos depende críticamente del nivel socioeconómico de sus padres, Nuestro sistema educativo avanza hacia la consolidación de un modelo socialmente regresivo, situación que se agrava por esta pandemia global, que afecta más a los alumnos más humildes, que tienen menos acceso a los recursos tecnológicos para reemplazar el cierre de las escuelas.

    Está aumentando en las últimas décadas la desigualdad salarial según el nivel educativo. De manera cada vez más marcada, educación y empleo tienen una fuerte vinculación, condicionándose una a otro y dando lugar a la aparición de brechas importantes de empleo e ingresos entre los trabajadores que logran acceder a niveles altos de instrucción y los que poseen escasas calificaciones.

    La mayoría de los pobres tiene trabajos precarios y poco calificados o están desocupados porque carecen de un buen nivel educativo. La creciente segmentación del mercado laboral en función del nivel educativo va generando núcleos duros de desocupados: aquellos que no tienen un nivel de educación básica que sea suficiente.

    El desempleo entre los jóvenes pobres es alto, además está aumentando la desigualdad salarial por nivel educativo, ya que el cambio tecnológico viene sesgado en favor de los empleos calificados. La educación y el empleo tienen vinculación, dando lugar a la aparición de brechas importantes de empleo e ingresos entre los trabajadores que logran acceder a niveles altos de instrucción y los que poseen escasas calificaciones. La posibilidad que una persona de bajo nivel de instrucción esté desempleada es mayor que la de alguien con estudios universitarios completos.

    El capital humano acumulado por la educación es esencial para determinar el ritmo de crecimiento del empleo y del futuro nivel de vida de la población.