En la última versión del informe económico mensual que prepara el IAE (de la Universidad Austral), Juan J. Llach analiza el singular panorama actual.
En su reunión del 27 de agosto pasado la Reserva Federal de los EEUU, cambió su texto habitual referido a las metas de largo plazo y la estrategia de la política monetaria.
Por decirlo de algún modo, “institucionalizó” su comportamiento de los últimos años, acentuado desde el inicio de la pandemia. Dijo que el comité de política monetaria entiende que el nivel de la tasa de interés de los fondos federales consistente con el máximo nivel de empleo y la estabilidad de precios a largo plazo, ha declinado respecto de su promedio histórico.
En criollo, esto significa que augura una larga temporada de tasas de interés bajas y, al mismo tiempo, un aumento de los riesgos a la baja en el empleo, aunque también en la inflación.
La mayoría de los datos económicos de los EEUU en el mes de julio fueron positivos. Así ocurrió con las órdenes y los embarques industriales, incluso los de bienes de capital, con las ventas minoristas y las de casas y, en fin, continuaron cayendo los pedidos de seguros de desempleo, después de una pequeña suba en la semana anterior.
En Europa se recuperaron significativamente las expectativas de los consumidores y de las empresas. En consonancia con estos datos, el índice accionario global MSCI superó (2%) por primera vez el valor que tenía el 23 de enero, cuando empezó la cuarentena en Wuhan. Aun en este contexto optimista es oportuno recordar que, en su informe de junio, el FMI había castigado el crecimiento proyectado para el 2020, compensándolo parcialmente con un aumento de la mejora esperada para el 2021.
En ese marco, el desempeño de los tres países latinoamericanos incluidos en el análisis es decepcionante. Sus caídas proyectadas para 2020 son sólo peores que las del Área Euro, pero las correcciones hechas por el FMI entre abril y junio fueron las más negativas, y no sorprendería que vuelvan a empeorar.