Ya comienza a afectar el normal desenvolvimiento social, político y económico. Estados Unidos y otros países cerraron parcialmente sus fronteras cancelando vuelos, al mismo tiempo que la mayoría de las conferencias y eventos masivos han sido suspendidos. La agenda política viró y está centrada casi exclusivamente en el control de la pandemia.
A nivel económico se observa un fuerte deterioro en el frente financiero, en el comercio internacional y una parálisis del consumo y la producción en aquellos países donde parte relevante de su población está en cuarentena.
En Argentina, si bien rezagados respecto a algunos países europeos, la cantidad de casos crece rápidamente y las autoridades toman medidas para tratar de reducir el contagio. El presidente Alberto Fernández decretó la suspensión por 30 días de todos los vuelos provenientes de zonas peligrosas, el aislamiento obligatorio de personas que hayan estado expuestas o presenten síntomas de la enfermedad, la posibilidad de cancelar eventos masivos y disponer de otras medidas para evitar aglomeraciones.
La opinión de la consultora Ecolatina es que el impacto sobre la actividad económica será significativo. Por un lado, la dinámica del comercio exterior se está resintiendo.
Si bien Argentina es uno de los países con menor apertura comercial del mundo, parte relevante de su producción tiene como destino China, Estados Unidos y Europa (explican cerca del 30% de nuestras exportaciones) y el shock de demanda que están teniendo estos países definitivamente afectará el volumen de nuestras ventas.
Al mismo tiempo, el precio de los commodities cayó en las últimas semanas y no queda claro si se recuperará en el corto plazo. Además, el flujo de turismo receptivo se verá afectado por el temor a la pandemia y el cierre parcial de fronteras. Estos efectos apuntan en la misma dirección, el ingreso de divisas comerciales se resentirá en un contexto de escasez de reservas internacionales. Las importaciones también se verán afectadas (menor actividad interna y menores precios internacionales), pero el efecto no compensaría la merma en exportaciones.
El menor saldo de divisas pondría en una disyuntiva al equipo económico. O impone restricciones cuantitativas a las importaciones con el fin de preservar el superávit comercial para hacer frente a sus compromisos financieros, o acepta perderlo parcialmente y no resentir tanto el nivel de actividad. Es probable que se elija un mix, lo cual afectará tanto la negociación de la deuda como a la actividad económica local.
Menor poder de negociación
La negociación de la deuda, que no venía desarrollándose por los carriles esperados, puede complicarse un poco más ya que si el saldo de dólares esperado para las próximas semanas se reduce el tiempo comenzará a jugar en contra del país.
Esta situación, en la cual el reloj no corre a la misma velocidad para los acreedores que para Argentina (los fondos no priorizarán la negociación con el país en este contexto), implica menor poder de negociación.
En un contexto de tanta incertidumbre y aversión al riesgo, la caída del precio de los bonos (contracara del aumento en el Riesgo País) no necesariamente mejora la situación argentina. Si bien convierte una quita agresiva en algo más aceptable, también es cierto que aumenta la probabilidad de que fondos buitres compren parte relevante de los activos para bloquear la reestructuración con el fin de litigar para intentar cobrar el 100% de sus acreencias.
Por último, pero no menos relevante, es factible que la cancelación de eventos multitudinarios, un porcentaje creciente de empleados realizando tareas desde su casa y una posible suspensión de parte del año lectivo en colegios y universidades, afecte el nivel de actividad en sectores sensibles.
Por caso, en junio y julio de 2009, tanto los hoteles como los restaurantes sufrieron una merma en su actividad que superó el 8% mensual en términos desestacionalizados. Si bien el efecto es difícil de aislar, parte relevante de esta contracción respondió al avance de la gripe A.
En este marco Ecolatina recorta la proyección de PBI para 2020, pasando de una contracción de 1,5% a una de 2% con riesgo a la baja si las restricciones de circulación/cuarentena se profundizan.
Asimismo, la caída en los precios internacionales y las depreciaciones de nuestros principales socios comerciales ayudarán a reducir la inflación local siempre que no se produzca un nuevo salto del dólar oficial (lo cual ocurriría en un escenario de default).
Pese a que el desplome en el precio del petróleo paraliza la actividad local en el sector, ayudará a contener los aumentos en tarifas y combustibles. En este marco nuestra proyección de inflación para el año pasa de 37,5% a 35%.