India explotó en protestas contra una ley de ciudadanía que discrimina explícitamente los millones musulmanes que incluye su población. El gobierno nacionalista de Narendra Modi respondió ordenando a la policía que dispare contra los manifestantes y asalte los campos universitarios. La gran mayoría de los que salen a protestar tienen menos de 25 años.
En diciembre pasado los estudiantes de la Universidad Politécnica de Hong Kong arrojaban bombas Molotov a la policía que contestaba con gases lacrimógenos, balas de goma y camiones hidrantes.
Esta resistencia violenta a un estado autoritario, dice el ensayista indio Pankaj Mishra, es una novedad en Hong Kong. El Movimiento Paraguas que en 2014 expresó por primera vez un deseo masivo de mayor autonomía de Beijing fue notoriamente pacífico. Los manifestantes en el Hong Kong actual se han alejado mucho de los estudiantes chinos que ocuparon la Plaza Tiananmen en 1989, aunque haya quien los compara. Aquellos eran muy respetuosos del estado, al que reconocían como árbitro último. Ya no más. No solo en Hong Kong sino también en India y muchos otros países. Ahora se instaló la convicción de que el estado ha perdido legitimidad por sus acciones crueles y malignas.
Algunos comparan a los manifestantes actuales, mayoritariamente jóvenes, con los jóvenes de París en 1968. Aquellos ocuparon lugares de trabajo y de estudio, calles y plazas. También se enfrentaron con la policía con barricadas improvisadas y bombas Molotov. Como ocurre en estos días, los estudiantes franceses del 68 se levantaron en medio de una escalada global de lucha callejera; rechazaban los valores y las teorías de la generación anterior. Tampoco ellos podían ser clasificados a la ligera como de izquierda, de derecha o de centro.
Por cierto, los manifestantes franceses confundieron a mucha gente en su momento porque odiaban al partido comunista francés casi tanto como a los partidos de derecha. A su vez, los comunistas franceses, tachaban a los estudiantes revolucionarios de “anarquistas”. Muchas veces se confunde anarquismo con desorganización. Habría que recordar que la política anarquista es una de las más viejas tradiciones intelectuales del mundo moderno. Hoy describe el nuevo giro que toman las protestas en todo el mundo.
La política anarquista comenzó a aparecer desde mediados del siglo 19 en adelante, originalmente en sociedades donde había autócratas despiadados en el poder__ Francia, Rusia, Italia, España y hasta China – y donde la esperanzas de lograr un cambio con elecciones parecía totalmente irrealista.
Los anarquistas buscaban libertad de lo que veían como modos cada vez más explotadores de producción económica. Pero a diferencia de los críticos socialistas del capitalismo industrial, orientaban casi todas sus energías hacia la liberación de lo que veían como formas tiránicas de organización colectiva; o sea, el Estado y su burocracia, que desde su punto de vista podía ser tanto comunista como capitalista.
Para muchos anarquistas, el estado, la burocracia y las fuerzas de seguridad eran la afrenta más profunda a la dignidad humana y a la libertad. Buscaban lograr libertades democráticas mediante una fuerte reducción en el poder del estado y una intensificación simultánea del poder de los individuos desde abajo mediante la acción coordinada.
Para ellos la democracia no era una meta distante que se podía conseguir mediante partidos políticos integrados verticalmente, instituciones impersonales y argos procesos electorales. Era la experiencia existencial de vivir desafiando la jerarquía y la autoridad opresiva.
Veían la democracia como un estado permanente de revuelta contra el estado súper centralizado y sus representantes y ejecutores, incluidos los burócratas y la policía. El éxito en este esfuerzo se medía por la escala e intensidad de la revuelta y la fuerza de la solidaridad lograda. Nunca como una concesión de las despreciadas autoridades.
Hoy, las negociaciones y compromisos entre los diferentes grupos de presión y de interés que definieron la sociedad política durante siglos de pronto parecen anticuados. Hay desorganización en los partidos y los movimientos tradicionales; las sociedades, más polarizadas que nunca; y los jóvenes nunca se encontraron ante un futuro más incierto. A medida que los individuos sin líderes reaccionan contra los estados autoritarios y sus burocracias la política anarquista parece convertirse en una ideas a la que le ha llegado la hora.