<p>Tal vez una de las cosas más sorprendentes descubiertas por numerosos estudios recientes sobre el tema es que si bien los hijos nos dan muchas cosas, el aumento del promedio en experiencias positivas diarias no es una de ellas. Powdthavee intenta en su ensayo explicar por qué. </p>
<p>El ensayo comienza apoyándose en estudios anteriores que desmontarían el mito de que los hijos llegan para colmar de dicha la vida de los padres. Los diversos estudios realizados por sociólocos, dice, no han encontrado ninguna relación entre hijos y felicidad. Es más, hay investigaciones (realizadas en Europa y Estados Unidos) donde quienes son padres presentan niveles más bajos de satisfacción que quienes no lo son. Hay también estudios que muestran que las tensiones y ansiedades asociadas con paternidad/maternidad no sólo aparecen cuando los hijos son dependientes sino que se mantienen aun después de que hayan abandonado el hogar. <br />
La demoledora conclusión, según Powdthavee, sería ésta: los hijos no traen felicidad a la vida de los padres. </p>
<p>Desde esta perspectiva creer que los hijos nos harán felices es una ilusión. Imaginarse padre o madre es muchas veces un acto de pensar sólo en las cosas buenas e ignorar las otras. Es imaginar la primera sonrisa, o el momento en que se case. Cosas como ésas, sin embargo, son felicidad que dura momentos. </p>
<p>Cuando una pareja piensa en tener un bebé, no piensa que el día se llenará de obligaciones y problemas, pero son precisamente situaciones cotidianas comunes (como lavar ropa, cocinar, visitas al médico, etc) las que impactan en el nivel de felicidad y en la satisfacción vital de los padres. </p>
<p>Durante más de 20 años, hemos podido explicar por qué la paternidad puede ser tan estresante como gratificante. McLanahan y Adams (1989) descubrieron, por ejemplo, que los padres que pasan mucho tiempo en la casa con sus hijos, ocupándose y atendiéndolos, se sienten menos eficaces como adultos que las personas sin hijos. </p>
<p>Hay, entonces, un contraste entre lo que imaginamos cuando pensamos en hijos, y lo que finalmente experimentamos. Dice Powdthavee, entre otras cosas, que cuando planeamos un hijo, siempre imaginamos bebés sanos, lindos y alegres. Después, se impone la realidad.</p>
<p>En todas las culturas existe la creencia generalizada que los hijos traen felicidad. ¿Pero por qué se tiene esa perspectiva “perfecta” de paternidad o maternidad? Una explicación posible, según Daniel Gilbert, sería que la idea que los “niños traen felicidad” se transmite mucho mejor de generación en generación que la creencia “los niños traen desdicha”. </p>
<p>Gilbert apunta a que esta facilidad en la transmisión de tal idea, frente a la dificultad de transmisión de la otra, sería en resumidas cuentas favorable a la expansión de la descendencia (y, por tanto, de la especie). </p>
<p>Tendemos por tanto a centrar más la atención en las cosas buenas de la paternidad que en las malas. Las primeras, según otro estudio realizado en 2008 (Clark y colaboradores), se producen más en el primer año de vida del bebé. </p>
<p>Al parecer, hombres y mujeres presentan un significativo aumento de su satisfacción vital el primer año tras el nacimiento de un hijo, pero a partir del primer año y durante los cuatro siguientes, ambos experimentan una reducción significativa de su felicidad. </p>
<p><em>Nattavudh Powdthavee es profesor en el Departamento de Economía y Estudios Relacionados de la Universidad de York, Inglaterra. <br />
The Psychologist – 2009<br />
Volumen 22, parte 4</em></p>
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<a href="""http://www.thepsychologist.org.uk/archive/archive_home.cfm?volumeID=22&editionID=174&ArticleID=1493""">http://www.thepsychologist.org.uk/archive/archive_home.cfm?volumeID=22&editionID=174&ArticleID=1493</a></p>
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¿Y usted cree que tener hijos le hará feliz?
Piénselo de nuevo, sugiere Nattavudh Powdthavee, catedrátco de la Universidad de York, Inglaterra. Tal vez esté viviendo una quimera. Explica su teoría en un ensayo publicado este mes en The Psychologist.