Pero a medida que el hombre evolucionaba en el clima cálido de África, la transpiración le robó sodio al cuerpo. La sal era escasa porque nuestros primeros antepasados tenían una dieta prácticamente vegetariana y vivían lejos del mar.<br />
"La mayoría de nuestros sistemas biológicos requieren sodio para funcionar bien, pero como somos una especie que no tuvo acceso fácil a la sal, nuestros riñones se convirtieron en avaros con ese elementos," explica Johnson.<br />
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La conducta también tuvo un papel activo en asegurar que tenemos suficiente sal a bordo. Los animales como nosotros vienen equipados con un sistema del gusto destinado a detectar sal y un cerebro que recuerda la ubicación de las fuentes de sal. Además, un mecanismo de placer se activa en el cerebro cuando se consume sal. <br />
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Entonces, el cuerpo necesita sal y sabe cómo encontrarla y conservarla. Pero hoy los científicos están encontrando pruebas de que es una sustancia adictiva que se consume en exceso, casi como una droga. <br />
Una señal de adicción es usar una sustancia aun cuando se sabe que es dañina. A mucha gente se le dice que reduzca el sodio por problemas de salud, pero les cuesta hacerlo porque les gusta el sabor y encuentran sosas las comidas con bajo
<p>La mayoría de la gente consume demasiada sal. Eso es un hecho de fácil comprobación. Ahora, un grupo investigador de la Universidad de Iowa — el psicólogo Kim Johnson y sus colegas – cree haber dado con una posible explicación. <br />
El grupo vio que cuando a las ratas les falta cloruro de sodio (o sea, sal común de mesa), no muestran entusiasmo por actividades que normalmente disfrutan, como beber sustancias azucaradas o jugar con una barra que estimula una sensación agradable en sus cerebros. <br />
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"Cosas que normalmente serían agradables para las ratas no generaron el mismo grado de placer, lo cual nos lleva a creer que un déficit de sal y el deseo que genera, podrían inducir uno de los síntomas clave asociados con la depresión”, dijo Johnson. <br />
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Los investigadores no pueden decir si se trata de una depresión total porque hay varios criterios en un diagnóstico de ese tipo, pero al menos una pérdida de placer en actividades normalmente placenteras, lo cual es una característica de depresión psicológica. Y además, la idea que la sal es una sustancia que eleva naturalmente el estado de ánimo ayuda a entender por qué nos sentimos tan tentados a ingerir más de lo aconsejado, aunque se sabe muy bien que contribuye a subir la presión sanguínea, a la enfermedad coronaria y otros problemas.<br />
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Investigaciones anteriores han demostrado que el consumo promedio de sal en el mundo es de unos 10 gramos por día, lo cual es más de los 4 gramos que recomienda la FDA en Estados Unidos, y podría también ser superior a lo que el cuerpo necesita para subsistir. </p>
<p>La sal está presente, en altos porcentajes, en todas las comidas pre-hechas o congeladas, en galletitas de todo tipo (dulces también) y preparados para repostería. Pero hubo un tiempo en que la sal era un producto precioso. Su precio se fue a las nubes (y también su consumo) allá por el año 2000 antes de Cristo cuando se descubrió que era un conservante de los alimentos. De hecho, la palabra salario deriva de sal. A los soldados romanos se les pagaba con sal pues era un elemento valioso para la vida diaria. <br />
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Aun cuando apareció la refrigeración mecánica que disminuyó la necesidad de sal en el siglo 19, el consumo permaneció excesivo porque a la gente le gustaba sus efectos sobre el sabor y ya se había vuelto bastante barata. Hoy, 77% de nuestra ingesta de sal proviene de alimentos procesados y de restaurante, como congelados y <em>fast food</em>.<br />
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La evolución podría haber tenido un rol importante en el deseo humano por consumir sal. Los humanos evolucionamos de criaturas que vivían en el agua salada de los océanos. Una vez en la tierra, el cuerpo continuó necesitando sodio y cloruro porque los minerales cumplen papeles importantes en el permitir a los fluidos entrar y salir de las células, y ayudan a las neuronas a transferir información en el cerebro y el cuerpo. Pero a medida que el hombre evolucionaba en el clima cálido de África, la transpiración le robó sodio al cuerpo. La sal era escasa porque nuestros primeros antepasados tenían una dieta prácticamente vegetariana y vivían lejos del mar.<br />
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"La mayoría de nuestros sistemas biológicos requieren sodio para funcionar bien, pero como somos una especie que no tuvo acceso fácil a la sal, nuestros riñones se convirtieron en avaros con ese elementos," explica Johnson.<br /><br />La conducta también tuvo un papel activo en asegurar que tenemos suficiente sal a bordo. Los animales como nosotros vienen equipados con un sistema del gusto destinado a detectar sal y un cerebro que recuerda la ubicación de las fuentes de sal. Además, un mecanismo de placer se activa en el cerebro cuando se consume sal. <br /><br />Entonces, el cuerpo necesita sal y sabe cómo encontrarla y conservarla. Pero hoy los científicos están encontrando pruebas de que es una sustancia adictiva que se consume en exceso, casi como una droga. <br />Una señal de adicción es usar una sustancia aun cuando se sabe que es dañina. A mucha gente se le dice que reduzca el sodio por problemas de salud, pero les cuesta hacerlo porque les gusta el sabor y encuentran sosas las comidas con bajo La sal está presente, en altos porcentajes, en todas las comidas pre-hechas o congeladas, en galletitas de todo tipo (dulces también) y preparados para repostería. Pero hubo un tiempo en que la sal era un producto precioso. Su precio se fue a las nubes (y también su consumo) allá por el año 2000 antes de Cristo cuando se descubrió que era un conservante de los alimentos. De hecho, la palabra salario deriva de sal. A los soldados romanos se les pagaba con sal pues era un elemento valioso para la vida diaria. <br />Aun cuando apareció la refrigeración mecánica que disminuyó la necesidad de sal en el siglo 19, el consumo permaneció excesivo porque a la gente le gustaba sus efectos sobre el sabor y ya se había vuelto bastante barata. Hoy, 77% de nuestra ingesta de sal proviene de alimentos procesados y de restaurante, como congelados y <em>fast food</em>.<br />La evolución podría haber tenido un rol importante en el deseo humano por consumir sal. Los humanos evolucionamos de criaturas que vivían en el agua salada de los océanos. Una vez en la tierra, el cuerpo continuó necesitando sodio y cloruro porque los minerales cumplen papeles importantes en el permitir a los fluidos entrar y salir de las células, y ayudan a las neuronas a transferir información en el cerebro y el cuerpo. <br /><br />