Así dice Juan Nagel, director de Caracas Chronicles, en su blog sobre el país, pero sin embargo advierte que en este momento los venezolanos subren un cúmulo de problemas: una criminalidad rampante, servicios públicos deficientes, escasez de productos básicos para la vida diaria y tensiones sociales en ascenso. El gobierno, preocupado por el efecto de todo esto sobre la alegría del pueblo tuvo una idea extraordinaria y, podría decirse, inusual: crear una administración nacional para la felicidad.
Citando informes oficiales de prensa, el bloguero dice que el Viceministerio para la Felicidad Social Suprema del Pueblo (el nombre oficial del ministerio) funcionará como un grupo paraguas para varios programas sociales. La mayoría abarcarán la primera infancia, cultura, relaciones raciales, juventud, ancianidad y personas con discapacidades.
El anuncio fue captado inmediatamente por los críticos. En Twitter apareció inmediatamente un hashtag llamado #SupremaFelicidad, que usan los opositores para todo tipo de reclamos, desde que no hay papel higiénico en los mercados hasta las lentísimas velocidades de Internet.
La idea de recurrir a políticas públicas orientadas hacia la felicidad no es totalmente loca. Hace algunos años, el pequeño paìs asiàtico de Bután comenzó a calcular un Indice de Felicidad. De hecho, en este país, el Producto Interno Bruto (PBI) que se maneja en todos los países de manera internacional, es reemplazado por la Felicidad Nacional Bruta (FNB). Hace ya varios años, el rey de Bután, Jigme Singye Wangchuck, comenzó a aplicar esta idea que ya está en funcionamiento, y de la cual han creado una comisión nacional para cuantificar la Felicidad Bruta del País.
Desde entonces, el tema recibe más consideración: El World Happiness Report, por ejemplo, es publicado regularmente por el Instituto de la Iterra de la Universidad de Columbia. Jeffrey Sachs, uno de los autores del informe, declaró que “gran cantidad de psicólogos, encuestadores, sociólogos y sotros han mostrado que la felicidad se puede medir objetivamente,evaluar y relacionar con funciones cerebrales observables.
Sin embargo, Nagel no cree que el gobierno venezolano se proponga ninguna forma original de analizar las necesidades de la población. Más bien, es un ejercicio de reorganización burocrática y renovación de marca. Lo que ha hecho el gobierno es tomar una cantidad de programas sociales cuyo impacto se desconoce y ponerlos bajo un misma organización paraguas, que recibe un nombre “feliz”.
El organismo venezolano para la felicidad subraya la importancia de la burocracia para la Revolución Bolivariana. Cada gran iniciativa que ha encarado el gobierno, desde programas sociales hasta apoyo a la industria petrolera, ha significado ampliar el rol del estado y minimizar la participación de la sociedad civil. Como resultado, la nómina del gobierno ha saltado de 1,3 millones de personas en 2002 a 2,4 millones en 2012, una de las más grandes de la región. En Venezuela, 20% de la fuerza laboral trabaja para el estado. En su vecina Colombia, el porcentaje es de 3,9%.
La creación de este nuevo organismo gubernamental subraya hasta qué punto el gobierno equipara “felicidad” con participar en programas de bienestar. La socióloga venezolana Colette Capriles señaló que la medida de poner una meta individual, como es la felicidad, en un cuerpo colectivo burocrático “encaja dentro de las inclinaciones totalitarias del gobierno, que busca invador todos los aspectos de la privacidad, inclusive el concepto de felicidad. Hay una tendencia a transformar la experiencia individual en una colectiva, regulada por el Estado”.
Finalmente, el efecto de esta medida no es bueno para el gobierno. Un gobierno que supuestamente se preocupa por la felicidad de su pueblo impone otras medidas que muchos denuncian como causantes del crimen y la escasez. La contradicción avala el mensaje de la oposición de que el gobierno vive ignorando los problemas del ciudadano común.
En su famoso libro 1984, George Orwell creó burocracias gubernamentales con nombres altisonantes que completamente contradecían sus funciones reales. Así, el Ministerio de la Paz estaba a cargo de la guerra y el Ministerio del Amor tenía como tarea promover el disenso.
Si bien el Viceministerio para la Felicidad Social Suprema está en pañales, su misma existencia hace honor al gran pensador británico, tal vez marcando un paso más en el completo descenso venezolano hacia un estado Orwelliano, concluye Nagel.