La tecnología está del lado de los consumidores pero también de las empresas. Una buena para las aseguradoras ahora que podrán instalar en los autos de sus clientes sensores que permitan analizar datos sobre cómo maneja cada uno de sus clientes y así adaptar el precio de la póliza a cada asegurado.
Por ahora no es obligatorio. Es decir, en los países en donde la novedad ya llegó al mercado las aseguradoras deben persuadir a sus clientes de que instalar el sensor es una buena idea. Parecen haber sido persuasivos porque el “User-based insurance” está creciendo desde su nacimiento en 1998. Compañías como Progressive han lanzado herramienta más complejas como Snapshot que ofrece la posibilidad, si el asegurado maneja bien, de recibir descuentos de hasta 30%. Lo cierto es que la herramienta recolecta el día, la distancia y la velocidad recorrida más no la localización exacta: dejaron afuera al GPS para que los usuarios no se sientan “perseguidos†por las compañías en su propio auto.
Progressive y otras compañías recolectan datos por seis meses y luego el asegurado puede sacar el dispositivo de su auto. Según sus ejecutivos, la aceptación de esta clase de programa depende de que la recolección de datos no se haga de manera permanente. Otras compañías como Allstate coinciden y agregan que la aceptación entre clientes ha crecido en los últimos cuatro años.
Los datos recolectados luego pueden ser usados en investigaciones sobre accidentes y mala praxis al volante. Lo cierto es que aquellos que optan por instalar el dispositivo son aquellos que, por ahora, no lo necesitan: quienes sienten que son mejores manejando que sus pares. En algunos años, quizás, la tecnología esté tan desarrollada que aquellos que no opten por instalarlo sean considerados riesgosos y, por lo tanto, sus pólizas sufran aumentos.
