Bikram Choudhury, el fundador del Bikram yoga que hoy ya tiene 73 años fue arrestado el mes pasado luego de que no pagara multas legales por valor de US$ 7 millones por un juicio de abusos sexuales que incluyó violaciones y abusos a sus alumnas.
Bikram no es el único. En 2016, un prestigioso maestro de yoga del Jivamukti Yoga Center en Nueva York, con una clientela de celebrities, fue demandado junto con el centro y sus directivos por una alumna que lo acusó de abuso sexual. Como ése muchos otros casos. Las violaciones, en este caso, se producen en m8uchos niveles: espiritual, mental, emocional y, sí, también físico.
Esta realidad ha generado la formación de un movimiento que reclama que la capacitación de los profesores de yoga incluya también, ética. Y, si los profesores pertenecen a una organización formal como la Yoga Alliance en Estados Unidos, que tengan un código de ética que guíe su accionar. También reclaman que cada centro debería tener un lugar seguro y formal donde se puedan denunciar abusos en forma seria y anónima. No sólo los centros espirituales y de meditación sino también los seculares.
La gente se acerca al yoga y a la meditación cuando está vulnerable, dice Sarah Herrington, profesora y alumna de yoga. Se acerca para recuperarse de huesos rotos o de corazones rotos o también en momentos decisivos de la vida. Llegan con traumas, con adicciones o con desórdenes alimentarios. Llegan después de un divorcio. Llegan con esperanza.
En ese estado de vulnerabilidad es sumamente importante que los estudiantes se sientan seguros. Los profesores de yoga, como los psicoanalistas y los maestros en otros sectores, tienen un poder que pueden usar para curar o para explotar. Como es tan fácil confundir las bondades del yoga con los profesores mismos, los instructores se benefician de un halo de conducta ética, incluso de santidad; lo que algunos llaman un manto espiritual que protege a quienes abusan de su poder. Si bien son los estudiantes los que deben discernir entre enseñante y enseñanza, los que tienen autoridad tienen también la responsabilidad de proteger.
De modo que, dice Herrington, hay que controlar. No se puede dejar todo librado al karma.