Un científico pronostica un holocausto ecológica inevitable

“El planeta tiene una fiebre capaz de elevar ocho grados centígrados la temperatura media en superficie”. Así sostiene James Lovelace, un controvertido experto. “Miles de millones de vidas estarán en serio riesgo”. agrega.

29 noviembre, 2006

Lovelace ya ha irritado a varios meteorólogos convencionales con su “teoría Gaia” (tierra, en griego preclásico). Postulando que el planeta es un organismo vivo, pero apoyando luego la energía nuclear, también se ha enajenado a los ambientalistas. Sea como fuere, ahora señala que “un planeta traumatizado acabará incapaz de sostener a más de un décimo de sus actuales 6.000 millones de habitantes”.

“No estamos todos condenados. Una enorme cantidad de gente sucumbirá, pero no creo –apunta- que la especie humana se extinga como los dinosaurios, víctimas de otra catástrofe climática en el secundario. Sin embargo, un globo recalentado quizá no pueda mantener más de 600 millones”. ¿Para cuándo? “Para mucho antes de lo que imaginan muchos”.

En su visión, ”casi todos los ecosistemas examinados están emitiendo luces rojas u amarillas. Pronto, sus efectos negativos superarán, por ejemplo, la contaminación vía dióxido de carbono”. En general, los científicos opinan que el efecto invernadero ocasionado por emisiones de esa substancia, producida por combustibles fósiles, podía elevar hasta seis grados las temperaturas medias.

Hacia fines de siglo, en la óptica”moderada”, el proceso causará gigantescas inundaciones en áreas costeras –hasta cincuenta metros sobre los niveles actuales-, hambrunas y huracanes o tifones de intensidad inimaginable. Pero, a diferencia de Lovelace, los expertos suponen que, si se encaran acciones tan amplias como proactivas, será posible contener la concentración de CO2 (dióxido de carbono) en la atmósfera e impedir que alcance 450 parte por millón. Vale decir, un alza de temperaturas medias de dos grados sobre niveles previos al siglo XX. Ello salvaría al planeta.

Amén de que ese tipo de iniciativas no parece ser prioritario para la mayoría de los gobiernos, Lovelace insiste en que un aumento de hasta ocho grados “está en la propia mecánica de los ecosistemas. Por morales y éticos que los presumibles esfuerzos sean, ya no servirán de gran cosa. Esto se parece a la diálisis: a nadie se le niega, pero sólo demora una muerte segura”. Sin duda, ese escenario haría pedazos la trama económica mundial, borraría sectores enteros y dejaría a muchos en manos de la religión o la brujería, como ocurrió durante las pestes del siglo XIV.

Lovelace ya ha irritado a varios meteorólogos convencionales con su “teoría Gaia” (tierra, en griego preclásico). Postulando que el planeta es un organismo vivo, pero apoyando luego la energía nuclear, también se ha enajenado a los ambientalistas. Sea como fuere, ahora señala que “un planeta traumatizado acabará incapaz de sostener a más de un décimo de sus actuales 6.000 millones de habitantes”.

“No estamos todos condenados. Una enorme cantidad de gente sucumbirá, pero no creo –apunta- que la especie humana se extinga como los dinosaurios, víctimas de otra catástrofe climática en el secundario. Sin embargo, un globo recalentado quizá no pueda mantener más de 600 millones”. ¿Para cuándo? “Para mucho antes de lo que imaginan muchos”.

En su visión, ”casi todos los ecosistemas examinados están emitiendo luces rojas u amarillas. Pronto, sus efectos negativos superarán, por ejemplo, la contaminación vía dióxido de carbono”. En general, los científicos opinan que el efecto invernadero ocasionado por emisiones de esa substancia, producida por combustibles fósiles, podía elevar hasta seis grados las temperaturas medias.

Hacia fines de siglo, en la óptica”moderada”, el proceso causará gigantescas inundaciones en áreas costeras –hasta cincuenta metros sobre los niveles actuales-, hambrunas y huracanes o tifones de intensidad inimaginable. Pero, a diferencia de Lovelace, los expertos suponen que, si se encaran acciones tan amplias como proactivas, será posible contener la concentración de CO2 (dióxido de carbono) en la atmósfera e impedir que alcance 450 parte por millón. Vale decir, un alza de temperaturas medias de dos grados sobre niveles previos al siglo XX. Ello salvaría al planeta.

Amén de que ese tipo de iniciativas no parece ser prioritario para la mayoría de los gobiernos, Lovelace insiste en que un aumento de hasta ocho grados “está en la propia mecánica de los ecosistemas. Por morales y éticos que los presumibles esfuerzos sean, ya no servirán de gran cosa. Esto se parece a la diálisis: a nadie se le niega, pero sólo demora una muerte segura”. Sin duda, ese escenario haría pedazos la trama económica mundial, borraría sectores enteros y dejaría a muchos en manos de la religión o la brujería, como ocurrió durante las pestes del siglo XIV.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades