El estudio descubrió que las mujeres que bailan meneando sus caderas y agitando los brazos con abandono, en realidad, conscientes o no, están indicando sus días de fertilidad y enviando un mensaje subliminal a las arraigadas urgencias evolucionarias de sus respectivas parejas. La lógica capciosa implícita en el estudio es que una vez que la pareja cayó en el lazo, la idea de bailar, especialmente en público pierde todo sentido y aveces se convierte en una fuente de conflicto.
Si uno se pone a pensar en esto, especialmente desde la perspectiva de una mujer, advierte que hay mucho de cierto, no sabemos si en la motivación pero al menos en los hechos visibles. Salvo raras excepciones, los muchachos jóvenes bailan casi todos. Bien o mal, pero bailan. Los casados prefieren quedarse conversando en la mesa mientras sus mujeres salen a bailar entre ellas en una fiesta de casamiento.
Parecería que los pies de los casados han perdido el ritmo.