José Saramago no tiene las motivaciones imperiales de Felipe II Habsburgo Por de pronto, Portugal ya no es un trono sin dueño, como ocurrió en 1580, al extinguirse la casa de Avís y recaer la herencia en el español. Tampoco hubo entonces unión de estados, como la sugerida por el autor ahora: el Habsburgo se limitó a ceñir dos coronas.
En aquellos tiempos, los portugueses eran levantiscos. La guerra civil contra Felipe II y sus sucesores (los III y IV) acabó en divorcio (1640) e instauró la casa de Braganza, que fue destronada en 1932, cuando el dictador fascista António Oliveira Salazar –que había tomado el poder en 1925- proclamó una república corporativa. Su modelo era el régimen de Benito Mussolini (1922) y su”carta del lavoro” (1924).
Al caer los herederos del dictador, en 1974, Portugal no reinstauró la monarquía. Hoy, “con apenas diez millones de habitantes –señala el escritor en “diário de Notícias-, tenemos todo para ganar. En especial desarrollo e integración”. En cuanto a lo étnico o lingüístico, la pluralidad española es una garantía, que Madrid insista en llamarle “español” al castellano.
Históricamente, el portugués deriva del gallego, que luego perdió sonidos (nasales en particular) por influencia del castellano que, entretanto, borraba al leonés y al astur. Pero, en la actualidad, un portugués se entiende mejor con gallegos que con brasileños, segmentados en dialectos y palatalizaciones. Verbigracia, Pelé se llama “Edson”, no “Edison”, porque se pronuncia con la punta de la lengua rozando el paladar.
Por supuesto la disparidad entre Lisboa y Madrid es vasta. España tiene 45 millones de habitantes, contra apenas diez millones, y 506.000 km2, contra 92.000 km2. Juntos, representaban en 2006 un producto bruto interno de € 1,05 billón. Pero, claro, hay una cuestión de otra naturaleza: el fútbol. Para Saramago, una selección binacional sería superior a las dos actuales, que no llegan a la altura de Francia ni, mucho menos, Italia… o Brasil.
José Saramago no tiene las motivaciones imperiales de Felipe II Habsburgo Por de pronto, Portugal ya no es un trono sin dueño, como ocurrió en 1580, al extinguirse la casa de Avís y recaer la herencia en el español. Tampoco hubo entonces unión de estados, como la sugerida por el autor ahora: el Habsburgo se limitó a ceñir dos coronas.
En aquellos tiempos, los portugueses eran levantiscos. La guerra civil contra Felipe II y sus sucesores (los III y IV) acabó en divorcio (1640) e instauró la casa de Braganza, que fue destronada en 1932, cuando el dictador fascista António Oliveira Salazar –que había tomado el poder en 1925- proclamó una república corporativa. Su modelo era el régimen de Benito Mussolini (1922) y su”carta del lavoro” (1924).
Al caer los herederos del dictador, en 1974, Portugal no reinstauró la monarquía. Hoy, “con apenas diez millones de habitantes –señala el escritor en “diário de Notícias-, tenemos todo para ganar. En especial desarrollo e integración”. En cuanto a lo étnico o lingüístico, la pluralidad española es una garantía, que Madrid insista en llamarle “español” al castellano.
Históricamente, el portugués deriva del gallego, que luego perdió sonidos (nasales en particular) por influencia del castellano que, entretanto, borraba al leonés y al astur. Pero, en la actualidad, un portugués se entiende mejor con gallegos que con brasileños, segmentados en dialectos y palatalizaciones. Verbigracia, Pelé se llama “Edson”, no “Edison”, porque se pronuncia con la punta de la lengua rozando el paladar.
Por supuesto la disparidad entre Lisboa y Madrid es vasta. España tiene 45 millones de habitantes, contra apenas diez millones, y 506.000 km2, contra 92.000 km2. Juntos, representaban en 2006 un producto bruto interno de € 1,05 billón. Pero, claro, hay una cuestión de otra naturaleza: el fútbol. Para Saramago, una selección binacional sería superior a las dos actuales, que no llegan a la altura de Francia ni, mucho menos, Italia… o Brasil.