El uso de fuegos artificiales en las fiestas de fin de año suele considerarse una tradición. Sin embargo, especialistas alertan que la pirotecnia sonora puede provocar daños auditivos serios, muchas veces irreversibles, incluso tras una sola exposición.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que sonidos por encima de 120 decibelios (dB) implican riesgo de daño auditivo inmediato. Según la Asociación Argentina de Otorrinolaringología y Fonoaudiología, las detonaciones de pirotecnia comercial alcanzan entre 140 y 170 dB, y hasta 180 dB a corta distancia. Estos niveles exceden ampliamente la capacidad natural de protección del oído humano.
Las lesiones más frecuentes, como trauma acústico, tinnitus (zumbido en los oídos) o daño en las células ciliadas, pueden aparecer horas o días después de la exposición. Se estima que uno de cada cuatro adultos presenta signos de daño auditivo por ruido, aun sin haberlo percibido en el momento, de acuerdo con expertos internacionales.
La licenciada María Agustina Leiro, fonoaudióloga del equipo GAES Amplifon, señala: “el oído no tiene mecanismos de defensa frente a un ruido explosivo. La onda sonora ingresa en milésimas de segundo y puede dañar las células ciliadas, encargadas de transformar el sonido en señales para el cerebro”. Además, enfatiza: “especialmente en bebes y niños la exposición a ruidos estridentes pueden causar un trauma acústico inmediato, incluso después de una sola explosión”.
Entre los grupos más vulnerables se destacan niños, adultos mayores, personas con hipersensibilidad al sonido, patologías neurológicas o trastorno del espectro autista. El trauma acústico no siempre se detecta de inmediato; la mayoría de los fonemas del lenguaje pueden mantenerse indemnes en las primeras horas, lo que retrasa la percepción de la pérdida auditiva y favorece la evolución hacia hipoacusia.
Para promover encuentros festivos inclusivos, se recomienda adoptar medidas como disponer de un espacio tranquilo, elegir mesas redondas, optar por buena iluminación, reducir el ruido de fondo y evitar los fuegos artificiales sonoros, reemplazándolos por alternativas lumínicas o actividades sin estruendo.
“El trauma acústico puede avanzar en silencio: no duele, no avisa y muchas veces los síntomas aparecen cuando el daño ya está instalado”, enfatiza Leiro.












