Pocos días antes de elecciones, sus voceros locales dieron a conocer un informe bastante sesgado. Por ejemplo, entre los estados menos corruptos o de mejor calidad institucional figura Singapur, una plaza financiera dominada por la alta burguesía de habla china y sus socios occidentales, donde no brillan las libertades civiles.
En lo tocante a Méjico (puesto 65), encabeza las estadísticas latinoamericanas en materia de secuestros extorsivos. Por su parte, Brasil (62) tiene la ciudad más violenta de la regiòn, San Pablo, y su gobierno federal se debate en un escándalo de difícil salida.
En lo tocante a Colombia (55), el gobierno central controla apenas algunas ciudades, en tanto el resto se ha balcanizado. Bandas de extrema izquierda y extrema derecha controlan provincias enteras, al igual que el narcotráfico. La escasa transparencia de su dirigencia polìtica se inscribe en un contexto donde la vida humana vale muy poco.
La “percepción de corrupción” –de suyo, un inefable- coloca a la Argentina en niveles difíciles de creer. El país no puede razonablemente ponerse a la altura de Malawi o Mozambique, donde la gente sobrevive con un dólar diario o menos, el sida es endémico y la violencia social es moneda corriente. Las calles de Buenos Aires o Rosario no son, obviamente, las de Lilongwe o Maputo.
Pocos días antes de elecciones, sus voceros locales dieron a conocer un informe bastante sesgado. Por ejemplo, entre los estados menos corruptos o de mejor calidad institucional figura Singapur, una plaza financiera dominada por la alta burguesía de habla china y sus socios occidentales, donde no brillan las libertades civiles.
En lo tocante a Méjico (puesto 65), encabeza las estadísticas latinoamericanas en materia de secuestros extorsivos. Por su parte, Brasil (62) tiene la ciudad más violenta de la regiòn, San Pablo, y su gobierno federal se debate en un escándalo de difícil salida.
En lo tocante a Colombia (55), el gobierno central controla apenas algunas ciudades, en tanto el resto se ha balcanizado. Bandas de extrema izquierda y extrema derecha controlan provincias enteras, al igual que el narcotráfico. La escasa transparencia de su dirigencia polìtica se inscribe en un contexto donde la vida humana vale muy poco.
La “percepción de corrupción” –de suyo, un inefable- coloca a la Argentina en niveles difíciles de creer. El país no puede razonablemente ponerse a la altura de Malawi o Mozambique, donde la gente sobrevive con un dólar diario o menos, el sida es endémico y la violencia social es moneda corriente. Las calles de Buenos Aires o Rosario no son, obviamente, las de Lilongwe o Maputo.