Casi ignota hasta hace poco, su actual boga puede atentar contra la calidad de su dos versiones, rubia y obscura. Exactanente como le sucede al sobrevalorado champagne francés. Los monjes hacen lo que pueden. Desde 1946 no elevan la producción y, además, las botellitas no lucen etiqueta.
La cerveza puede comprarse, a menos de US$ 2 por unidad, en cajas de doce, a sólo un par por persona y mes. Pero este verdadero “branding” al revés ha sido dado vuelta por la web, donde prospera un mercado gris y la reventa cruza el Atlántico inflando el precio hasta aquellos US$ 16 la botellita.
Pero de ahí a creer que Westvleteren, que se fabrica cerca de Gante, sea “el santo grial de las cervezas” hay un trecho muy, muy largo. Para empezar, Bélgica es el paraíso de los productos artesanales, asociados a monasterios, con una gama de sabores y colores muy amplia. Algunos datan del siglo XVI pero, en general, son posteriores al 1800. La propia Bélgica, hoy en pleno brote separatista fue dibujada en el mapa por Gran Bretaña (1831), para servir como estado tapón entre Francia, Holanda y Prusia.
Casi ignota hasta hace poco, su actual boga puede atentar contra la calidad de su dos versiones, rubia y obscura. Exactanente como le sucede al sobrevalorado champagne francés. Los monjes hacen lo que pueden. Desde 1946 no elevan la producción y, además, las botellitas no lucen etiqueta.
La cerveza puede comprarse, a menos de US$ 2 por unidad, en cajas de doce, a sólo un par por persona y mes. Pero este verdadero “branding” al revés ha sido dado vuelta por la web, donde prospera un mercado gris y la reventa cruza el Atlántico inflando el precio hasta aquellos US$ 16 la botellita.
Pero de ahí a creer que Westvleteren, que se fabrica cerca de Gante, sea “el santo grial de las cervezas” hay un trecho muy, muy largo. Para empezar, Bélgica es el paraíso de los productos artesanales, asociados a monasterios, con una gama de sabores y colores muy amplia. Algunos datan del siglo XVI pero, en general, son posteriores al 1800. La propia Bélgica, hoy en pleno brote separatista fue dibujada en el mapa por Gran Bretaña (1831), para servir como estado tapón entre Francia, Holanda y Prusia.