Nepotismo, una forma de corrupción rampante en China

Una hija de Li peng es ejecutiva y millonaria. Un hijo de Zhu Rongji dirige una banca. Un hijo de Jiang Zemin es influyente cientítico. Todos fueron promovidos por sus padres, no por mérito propio.

7 agosto, 2006

En tiempos del imperio, hubieran sido príncipes de sangre azul, cuyo poder superaba escándalo tras escándalo, aunque tras ellos gobernasen en realidad hábiles mandarines o funcionarios de carrera. No es el caso, hoy, de Li Xiaolin, hija del ex primer ministro Li Peng (ése que reprimió a sangre y fuego las manifestaciones en la plaza Tiananmen).

Los epígonos del viejo régimen son estrellas en el posmaoísmo. Ocupan altos cargos en sectores tan estratégicos como comunicaciones, tecnología informática, energía, innovación e industrias básicas. Hábiles, inteligentes y –a menudo- formados en Estados Unidos, han llevado consigo de regreso a su país el modelo de vida estilo “Dinastía”. Así lo señalaban dos periódicos de Hongkong.

Uno de ellos pone de ejemplo a Kong Dan, emblema del “capitalismo rojo” e hijo natural de un ex ministro de Seguridad, purgado años atrás por la Guardia roja, que luego “compró” su rehabilitación. Su hijo preside ahora China international trust & investment (Cit&c), nada menos que la mayor entidad financiera del país.

El peso de “apellidos ilustres” originados en la época de Mao Zedong procura cargos, posiciones y canonjías, sin que a nadie se le ocurra plantear conflictos de intereses. Ni siquiera a los socios occidentales de varios emprendimientos relevantes. Así, Yunlai, primogénito de Zhu Rongji –ex primer ministro e ideólogo de las reformas en marcha-, dirige China international capital corporation (CICC), cuyo principal accionista es Morgan Stanley. A diferencia de Ernst & Young (hace poco reveló que las malas carteras bancarias podían alcanzar los US$ 900.000 millones), MS no difunde datos molestos para Beijing.

Sin embargo, el caso emblemático es Li Xiaolin. Su padre estaba en la “banda de los cuatro” que desencadenó en la plaza Tiananmen una represión directamente inspirada en el ejemplo mejicano de 1968. Li Peng también lanzó el proyecto Tres Gargantas, que ha generado la mayor central hidroeléctrica del mundo y para la cual el régimen desplazó millón y medio de campesinos. No es casual que la hija maneje hoy las dos empresas energéticas más grandes del país: China power international development, Huaneng power international.

Como en tantos otros campos, China carece de leyes ni encuadres jurídicos que contemplen este “nepotismo sin ideología” (salvo el hedonisno de sus actores). Sin ir más lejos, está Bo Xilai, dinámico ministro de comercio e hijo de Bo Yibo, ex primer ministro, cuyo poder se cifra en el intercambio exterior, un puntal de la economía. Para no hablar de Mao Dolin, yerno del presidente Hu Jintao, que maneja Sina.com, un portal de Internet con veinte millones de visitas diarias. Su casamiento, en Honolulu, fue precisamente una megafiesta tipo “Dinastía”.

En tiempos del imperio, hubieran sido príncipes de sangre azul, cuyo poder superaba escándalo tras escándalo, aunque tras ellos gobernasen en realidad hábiles mandarines o funcionarios de carrera. No es el caso, hoy, de Li Xiaolin, hija del ex primer ministro Li Peng (ése que reprimió a sangre y fuego las manifestaciones en la plaza Tiananmen).

Los epígonos del viejo régimen son estrellas en el posmaoísmo. Ocupan altos cargos en sectores tan estratégicos como comunicaciones, tecnología informática, energía, innovación e industrias básicas. Hábiles, inteligentes y –a menudo- formados en Estados Unidos, han llevado consigo de regreso a su país el modelo de vida estilo “Dinastía”. Así lo señalaban dos periódicos de Hongkong.

Uno de ellos pone de ejemplo a Kong Dan, emblema del “capitalismo rojo” e hijo natural de un ex ministro de Seguridad, purgado años atrás por la Guardia roja, que luego “compró” su rehabilitación. Su hijo preside ahora China international trust & investment (Cit&c), nada menos que la mayor entidad financiera del país.

El peso de “apellidos ilustres” originados en la época de Mao Zedong procura cargos, posiciones y canonjías, sin que a nadie se le ocurra plantear conflictos de intereses. Ni siquiera a los socios occidentales de varios emprendimientos relevantes. Así, Yunlai, primogénito de Zhu Rongji –ex primer ministro e ideólogo de las reformas en marcha-, dirige China international capital corporation (CICC), cuyo principal accionista es Morgan Stanley. A diferencia de Ernst & Young (hace poco reveló que las malas carteras bancarias podían alcanzar los US$ 900.000 millones), MS no difunde datos molestos para Beijing.

Sin embargo, el caso emblemático es Li Xiaolin. Su padre estaba en la “banda de los cuatro” que desencadenó en la plaza Tiananmen una represión directamente inspirada en el ejemplo mejicano de 1968. Li Peng también lanzó el proyecto Tres Gargantas, que ha generado la mayor central hidroeléctrica del mundo y para la cual el régimen desplazó millón y medio de campesinos. No es casual que la hija maneje hoy las dos empresas energéticas más grandes del país: China power international development, Huaneng power international.

Como en tantos otros campos, China carece de leyes ni encuadres jurídicos que contemplen este “nepotismo sin ideología” (salvo el hedonisno de sus actores). Sin ir más lejos, está Bo Xilai, dinámico ministro de comercio e hijo de Bo Yibo, ex primer ministro, cuyo poder se cifra en el intercambio exterior, un puntal de la economía. Para no hablar de Mao Dolin, yerno del presidente Hu Jintao, que maneja Sina.com, un portal de Internet con veinte millones de visitas diarias. Su casamiento, en Honolulu, fue precisamente una megafiesta tipo “Dinastía”.

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