Milán: algo más que boutiques

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Aunque Italia es conocida por sus magnificas ciudades, a Milán la eclipsan sus vecinas Florencia y Venecia. Pero el lujo de la capital de la moda italiana comienza a atraer turistas acaudalados que buscan placeres que van más allá de las tiendas comerciales. 

Aunque Milán es la ciudad más grande de Italia y, definitivamente, su capital económica (algo así como San Pablo a Brasil, donde la capital no coincide plenamente con el corazón de los negocios) es generalmente opacada por otras localidades más románticas como Florencia o Venecia a la hora de seducir turistas. Inclusive los lagos del norte de Italia, como el famosísimo Como, están mejor ubicados en el corazón de los turistas que la fría ciudad milanesa. 
¿Quiénes visitan Milán, entonces? Aquellos que tienen un día o dos para matar yendo de compras. Históricamente es la segunda capital de la moda europea – después de Paris, aunque en Milán ponen esto en duda- y sus boutiques exclusivas exudan lo mejor del lujo. Milán y sus avenidas principales se parecen a la calle más exclusiva de Roma, aquella que inspiró la Dolce Vita, Via Veneto: las mujeres, enfundadas en tapados de piel y botas altas no descuidan ni un segundo su apariencia y los hombres, también coquetos, elevan la simplicidad de un pantalón con cortes exquisitos y telas caras. 
Sin embargo, durante los últimos 40 años Milán ha peleado contra ese posicionamiento que la destaca solo en las artes y las finanzas. Es decir, es la ciudad que alberga entre sus murallas a “La última cena†de Leonardo da Vinci y al Domo de la catedral más  grande de Italia. Pero también ha hecho mucho para convertirse en una ciudad moderna, que invita a conocer los mejores hoteles, bares y restaurantes. 
Un ejemplo de esto es el hotel Bulgari, un palazzo del siglo 18 en el corazón de la ciudad que abrió sus puertas en 2004 para competir con otras dos grandes plazas, hijas de cadenas de hoteles, el Four Seasons y el Park Hyatt. No se trata solamente de la arquitectura del lugar – las habitaciones lujosas, el jardín en la terraza, las fuentes- sino también del equipo que hace posible, con su amabilidad, disfrutar de la ciudad plenamente. 
Los detalles exquisitos se ven en las almohadas de plumas, en las máquinas de café expreso que hay en cada habitación, en el sauna y la pileta cubierta y en los arreglos florales de orquídeas que le dan a cada espacio un  toque de sofisticación. 
Pero es importante recordar que un hotel no es, ya, solamente un lugar en el que pasar la noche después de un día ajetreado en la ciudad. Se ha convertido en atracción turística en sí misma, combinando lo mejor del entretenimiento con la relajación y el placer. Encontrar un termo de té de hierbas esperándonos luego de recorrer las boutiques milanesas nos hará bendecir la decisión de quedarnos en el Bulgari. Es caro pero vale cada centavo. 

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