viernes, 27 de diciembre de 2024

La dieta mediterránea hace feliz al corazón

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30% de las muertes por ataques al corazón y ACV podrían prevenirse si las personas en grupos de riesgos cambiasen su actual dieta por otra que incluya más pescados, frutas, vegetales y aceite de oliva, como se acostumbra en España e Italia. Cuidar las arterias puede ser, también, una buena experiencia gastronómica.

Un nuevo estudio, publicado en el New England Journal of Medicine, afirma que se pueden reducir las muertes por problemas arteriales con una dieta mediterránea, rica en pescados, frutas, verduras, aceite de oliva, nueces e, inclusive, el acostumbrado vasito de vino con las comidas. 
Los científicos hicieron el test clínico más grande sobre este tema –analizaron pacientes durante cinco años y descubrieron que los beneficios de esta dieta superan las expectativas. La dieta ayudó a los pacientes que, aunque no perdieron peso, sí mejoraron su presión arterial y sus problemas asociados con la diabetes. Los responsables del estudio prefirieron hacer hincapié en la cantidad de muertes prevenibles en vez de los típicos factores de riesgo como el colesterol o la hipertensión. 
Aunque popularmente se cree que la dieta mediterránea es buena para la salud había poca evidencia científica al respecto; las conclusiones se basaban en la esperanza de vida alta en los países de esa región. El estudio derriba el mito de que, a pesar de incluir nueces y aceites que no ayudan a bajar el peso, la dieta sí ayuda a bajar el riesgo de muerte por infarto. Para eso se valieron de 7.447 españoles con sobrepeso, fumadores y con diabetes que comenzaron con la dieta; al poco tiempo el riesgo de muerte bajó 30%. 
Lo bueno de la dieta mediterránea es que no es tan restrictiva como las de bajas calorías. Incluye pescados, frutas y verduras pero también aceite de oliva, nueces y vino. Se puede disfrutar de la vida en este contexto lo suficiente como para no abandonar la dieta a los pocos meses, como sucede con las dietas que limitan la ingesta excesivamente. 
Aunque claramente este plan alimentario beneficia a aquellos en riesgo, todavía queda por investigar qué sucede con los grupos que no sufren enfermedad alguna. Pero vale un dato que ilustra el compromiso de los investigadores con sus resultados: después de finalizada la investigación todos cambiaron su dieta y disfrutan del placer de un pescado blanco con vegetales asados en aceite de oliva y un vino tinto de manera regular. Panza llena, corazón contento. 

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