La exposición a la agresión verbal y física entre los padres puede perjudicar la capacidad de los hijos para identificar y controlar sus propias emociones, según un estudio longitudinal dirigido por la Steinhardt School of Culture, Education, and Human Development de la Universidad de Nueva York (EEUU).
Los resultados sugieren que el caos en el hogar y períodos prolongados de pobreza durante la primera infancia conllevarían un costo importante para el ajuste emocional de los niños pequeños.
El estudio demostró que la exposición a conflictos y a violencia en el hogar puede configurar las respuestas neurobiológicas, cognitivas y de comportamiento de los más pequeños.
Así, una hipervigilancia incrementada, que a corto plazo puede servir para garantizar la seguridad de un niño, a largo plazo en cambio resultaría perjudicial para su ajuste emocional. Por ejemplo, un niño que viva en tensión escuchando constantemente las disputas de sus padres, puede tener una respuesta emocional exagerada en otro contexto, como ante un problema leve que surja en su clase.
Resultados obtenidos
La agresión verbal y física entre los padres desde los dos a los 58 meses de los niños fue un importante medio de predicción de la habilidad que los niños tendrían para identificar con precisión sus emociones al término del periodo del estudio.
Una exposición más alta a la agresividad física entre los padres se asoció con un menor rendimiento de los niños en una tarea sencilla de etiquetado de emociones. Sorprendentemente, una mayor exposición a la agresión verbal entre los padres se relacionó con un mayor conocimiento de las emociones entre los niños.
La exposición prolongada a la agresión entre los padres también fue vinculada a la capacidad de los niños para regular sus propios sentimientos de tristeza, retraimiento y miedo, situándolos en un mayor riesgo de padecer síntomas de ansiedad y depresión en el futuro.