Por Andrea Arroyo Fernández (*)
Se trata de una práctica antigua que, aplicada a la alimentación, nos va a permitir que esta sea más placentera y saludable.
La alimentación consciente, que así puede traducirse, consiste en dedicar atención plena a la hora de alimentarnos. Porque si comemos de forma consciente, vamos a ser capaces de escuchar nuestras sensaciones, tanto físicas (el hambre, la saciedad y las señales de satisfacción) como mentales. En este caso, significa tomarnos el tiempo necesario, lo que implica también observar nuestros pensamientos y nuestras emociones.
El hecho de adoptar un estado de la mente dirigido al momento presente, con aceptación y sin juzgar la experiencia cuando nos alimentamos, nos va a proporcionar una nueva forma de relacionarnos con la comida. Así la disfrutaremos desde una perspectiva más libre, consciente y sensata.
Alimentación consciente
Suele ser frecuente que el acto de comer esté rodeado de factores distractores, como la exposición continuada a dispositivos digitales o la falta de tiempo y atención. Esto propicia la desconexión de nuestro cuerpo y de las sensaciones corporales y físicas, lo que puede conllevar un comportamiento alimentario más automático y alejado de practicar la atención plena en este contexto.
¿Y cómo lo logramos? Según la guía para la alimentación consciente, publicada este año, el mindful eating implica:
- Sentir y percibir los olores, sabores y texturas de la comida que ingerimos y, de esta forma, involucrar a los cinco sentidos en todo su esplendor.
- Disminuir la velocidad mientras comemos para lograr una mayor concentración, atención y conexión con nuestro cuerpo.
- Tomar conciencia del hambre física, la saciedad y las señales de satisfacción para decidir qué, cuándo y cuánto comer. Así reduciremos los momentos en los que comemos por otros motivos que no sean hambre física.
Aunque cualquier persona puede empezar a entrenar este tipo de práctica y sacar partido de ella, la ciencia se ha centrado en los últimos años en averiguar de qué forma nos puede ayudar para hacer frente a determinadas enfermedades.
Para perder peso
En primer lugar, los beneficios de la alimentación consciente se han aplicado exitosamente a contextos clínicos de conductas alimentarias poco saludables o alteradas. Por ejemplo, la aplicación de ciertos programas de alimentación consciente ha cosechado resultados positivos en casos de personas afectadas por episodios del llamado hambre emocional o comer emocional (cuando se ingieren alimentos para satisfacer necesidades emocionales) y trastorno por atracones.
Otro campo clínico que ha apostado por la alimentación consciente es el de las patologías cardiovasculares. Aunque hay trabajos en marcha con líneas de investigación para desarrollar en mayor profundidad, los datos apuntan a atribuir a la alimentación consciente una mejora de ciertos factores de riesgo en este tipo de trastornos.
Concretamente, numerosos estudios abogan por el uso de la alimentación consciente como estrategia para combatir el sobrepeso y la obesidad. En 2019, la revista Obesity Reviews publicó un metaanálisis de ensayos con resultados abrumadoramente positivos, aunque es necesario investigar más acerca de los efectos a largo plazo.
En este sentido, la obesidad es posiblemente uno de los ámbitos más interesantes en el uso de la alimentación consciente para reconducir una conducta alimentaria alterada hacia un comportamiento más sano respecto a la comida.
Por tanto, no cabe duda de que tanto en individuos sanos como en personas con problemas, la alimentación consciente es una oportunidad que no podemos despreciar. Conviene intentar al menos ciertos entrenamientos basados en esta práctica ancestral enfocada al acto de comer.
(*) Profesora colaboradora de los estudios de Ciencias de la Salud de la UOC (Máster en Nutrición y Salud) , UOC – Universitat Oberta de Catalunya.