Las fiestas de fin de año suelen llegar envueltas en luces, reencuentros y expectativas. Pero cuando hay un bebé en la familia, ese clima festivo puede convivir con algo menos visible: el cansancio acumulado de los adultos, la exigencia de “llegar a todo” y la tensión de entornos llenos de ruidos, gente y estímulos que los más pequeños aún no pueden procesar.
“Los bebés no entienden de calendarios ni tradiciones. Entienden de sensaciones, de seguridad y de presencia emocional. Y cuando el mundo exterior se acelera, su sistema nervioso —aún inmaduro— se ve obligado a adaptarse a un ritmo que no eligió”, afirma Krochk.
Por eso, el verdadero desafío de las primeras fiestas no es organizar la mesa familiar sino proteger el bienestar del bebé sin que eso implique que los adultos sacrifiquen el propio. Las fiestas deberían ser encuentros, no pruebas de resistencia.
La especialista brinda estos consejos para proteger el bienestar de los más pequeños en estas fechas:
- Pocos estímulos y muchas certezas. Los bebés pequeños se desregulan fácilmente con ruidos, luces y múltiples brazos desconocidos. Elegir momentos tranquilos, sostener rutinas básicas y priorizar el contacto con sus figuras de apego hace toda la diferencia.
- Respeto por su ritmo. No importa la hora del brindis si el bebé necesita dormir. La función de los adultos es leer ese ritmo y acomodar la celebración a lo que el niño puede sostener, no al revés.
- Espacios seguros. Preparar un rincón tranquilo donde pueda descansar, alimentarse y desconectarse del bullicio es una forma concreta de cuidado.
Y los adultos, ¿qué necesitan? Acá aparece el punto clave: el bienestar familiar no se construye desde el sacrificio, sino desde la coherencia. Un adulto agotado, tens@ o tratando de cumplir con todas las expectativas difícilmente pueda acompañar con calma a un bebé.
No se trata de “hacer todo perfecto”, sino de elegir lo que es posible sin culpa, sosteniendo lo esencial: el vínculo.
Celebrar, sí. Sobrecargar, no.
Las fiestas no deberían convertirse en un examen sobre la capacidad de maternar o paternar. Deberían ser un espacio donde el bebé encuentre amor, presencia y un entorno a su medida.
Y donde los adultos puedan correrse del mandato del “tengo que estar en todas” para preguntarse algo más profundo:
¿Qué necesita hoy mi bebé? ¿Y qué necesito yo para acompañarlo bien?
Cuidar ese equilibrio es, quizás, el mejor regalo que una familia puede hacerse para cerrar el año
Laura Krochik, especialista en crianza y vínculos, brinda consejos sobre cómo organizar las fiestas y proteger el bienestar de los más pequeños.












