Richard Layard, prestigioso economista inglés especializado en desempleo
e inequidad, analiza lo que califica como gran paradoja en la vida de los seres
humanos: “La gente quiere siempre más dinero pero, cuando lo tiene,
no es más feliz”. Esta aseveración no es producto de la especulación
sino resultado de incontables investigaciones científicas. Si se toma la población de países ricos como Estados Unidos,
Gran Bretaña y Japón y se compara el promedio de “felicidad”
de hoy con el de los años de la posguerra -dice Layard, apoyado en sus propias
investigaciones- se llega a la conclusión de que la gente no es hoy más
feliz que entonces a pesar de que su ingreso se ha, por lo menos, duplicado.
En su libro Happiness: Lessons from a New Science se ocupa de la
definición de felicidad,
sus causas y qué se necesita para crear una sociedad más feliz;
todo eso analizado a través de investigaciones científicas realizadas
en economía, psicología y neurociencia. Valiéndose de esos
conceptos extrae conclusiones sobre qué prioridades de política
económica darían mejor resultado de los que tenemos hasta ahora.
Específicamente se ocupa de responder tres preguntas:
a)¿Qué es la felicidad; somos hoy más felices
que antes? Los informes obtenidos desde la medicina a partir de imágenes
cerebrales indican que la gente actualmente no es más feliz que en los
años de la posguerra.
b)¿Qué causa la felicidad? La felicidad depende de lo que
uno tiene con relación a una norma. Y la norma es afectada por lo que
otros tienen y por aquello a lo que uno se ha acostumbrado. De manera que no
habría que sacrificar demasiado para aumentar el ingreso. Por ejemplo,
sacrificar demasiado tiempo libre es un peligro que podría evitarse subiendo
el impuesto a la ganancia.
c)¿Cómo se puede lograr una sociedad
más feliz? La gente valora un trabajo seguro, una vida privada segura y un entorno seguro. En la nueva democracia social, la política debería concentrarse
en esos objetivos.
Para Layard, el juego de competir por cada vez más dinero y estatus
social que domina a las sociedades ricas es una fuente de infelicidad porque
el aumento de salario de una persona implica una pérdida psíquica
para otra. Para colmo de males, la escala del estatus no tiene demasiados peldaños
en la parte superior.
Sobre el mismo tema, el especialista dio una serie de conferencias en la London
School of Economics, en una de las cuales afirmaba: “Hay dos factores
fundamentales que debemos explicar: primero, que en un determinado momento la
gente rica es, en promedio, más feliz que la pobre. Y, sin embargo, con
el correr del tiempo, a medida que las sociedades avanzadas se volvían
más ricas, no se volvieron más felices.
La conclusión de su estudio comparativo: en 1975 los ricos eran más
felices que los pobres. Lo mismo ocurría en 1998, cuando ambos grupos
eran más ricos que antes (especialmente el grupo de más arriba).
Pero en 1998 -suponiendo precios constantes- cada grupo no era más
feliz que antes, a pesar de tener mayor ingreso. Ésa es la paradoja de
ingreso y felicidad”.
Richard Layard, prestigioso economista inglés especializado en desempleo
e inequidad, analiza lo que califica como gran paradoja en la vida de los seres
humanos: “La gente quiere siempre más dinero pero, cuando lo tiene,
no es más feliz”. Esta aseveración no es producto de la especulación
sino resultado de incontables investigaciones científicas. Si se toma la población de países ricos como Estados Unidos,
Gran Bretaña y Japón y se compara el promedio de “felicidad”
de hoy con el de los años de la posguerra -dice Layard, apoyado en sus propias
investigaciones- se llega a la conclusión de que la gente no es hoy más
feliz que entonces a pesar de que su ingreso se ha, por lo menos, duplicado.
En su libro Happiness: Lessons from a New Science se ocupa de la
definición de felicidad,
sus causas y qué se necesita para crear una sociedad más feliz;
todo eso analizado a través de investigaciones científicas realizadas
en economía, psicología y neurociencia. Valiéndose de esos
conceptos extrae conclusiones sobre qué prioridades de política
económica darían mejor resultado de los que tenemos hasta ahora.
Específicamente se ocupa de responder tres preguntas:
a)¿Qué es la felicidad; somos hoy más felices
que antes? Los informes obtenidos desde la medicina a partir de imágenes
cerebrales indican que la gente actualmente no es más feliz que en los
años de la posguerra.
b)¿Qué causa la felicidad? La felicidad depende de lo que
uno tiene con relación a una norma. Y la norma es afectada por lo que
otros tienen y por aquello a lo que uno se ha acostumbrado. De manera que no
habría que sacrificar demasiado para aumentar el ingreso. Por ejemplo,
sacrificar demasiado tiempo libre es un peligro que podría evitarse subiendo
el impuesto a la ganancia.
c)¿Cómo se puede lograr una sociedad
más feliz? La gente valora un trabajo seguro, una vida privada segura y un entorno seguro. En la nueva democracia social, la política debería concentrarse
en esos objetivos.
Para Layard, el juego de competir por cada vez más dinero y estatus
social que domina a las sociedades ricas es una fuente de infelicidad porque
el aumento de salario de una persona implica una pérdida psíquica
para otra. Para colmo de males, la escala del estatus no tiene demasiados peldaños
en la parte superior.
Sobre el mismo tema, el especialista dio una serie de conferencias en la London
School of Economics, en una de las cuales afirmaba: “Hay dos factores
fundamentales que debemos explicar: primero, que en un determinado momento la
gente rica es, en promedio, más feliz que la pobre. Y, sin embargo, con
el correr del tiempo, a medida que las sociedades avanzadas se volvían
más ricas, no se volvieron más felices.
La conclusión de su estudio comparativo: en 1975 los ricos eran más
felices que los pobres. Lo mismo ocurría en 1998, cuando ambos grupos
eran más ricos que antes (especialmente el grupo de más arriba).
Pero en 1998 -suponiendo precios constantes- cada grupo no era más
feliz que antes, a pesar de tener mayor ingreso. Ésa es la paradoja de
ingreso y felicidad”.