A las figuras públicas les cuesta mantener los misterios durante mucho tiempo. El 6 de junio de 2013 el matrimonio Putin asistió a una función de ballet en el Palacio del Kremlin y durante el primer intervalo un periodista les preguntó si estaban separados. Ambos, Vladimir y Ludmila lo confirmaron y desde entonces ella desapareció de la vida pública y hasta de la biografía de su ex esposo. Además, está totalmente prohibido hacerle al presidente preguntas sobre su vida privada.
Ahora, a cuatro años de aquel anuncio, aparece la ex esposa, 58, con un elegante nuevo marido 21 años más joven. Aunque no se ha podido conocer el certificado oficial de matrimonio, ella ha cambiado su apellido por el de su nuevo marido, el empresario Arthur Ocheretny, de 37.
Orcheretny dirige el Centro para las Comunicaciones Interpersonales y una editorial de educación literaria en Moscú. Su trabajo anterior fue en una compañía llamada Centro de Espectáculos Artísticos que organizaba fiestas para el partido político de Putin, Rusia Unida, y la petrolera estatal Gazprom.
Pero aquí viene el detalle de color. Ludmila no sólo no ha estado en un monasterio sino que proyecta instalarse con su nuevo esposo en un mini-palacio cerca de Biarritz, en el sur de Francia. La conexión de la pareja con la mansión europea se conoció el miércoles cuando el Proyecto de Informes sobre Corrupción y Crimen Organizado (OCCRP, según siglas inglesas) publicó un artículo donde sugiere que Ocheretny es dueño de una mansión en Biarritz que cuesta US$ 7,46 millones que está siendo totalmente renovada. Un residente del pueblito llamado Anglet contó que quien compró la mansión art-deco es la ex mujer de Putin. “Aquí todos lo sabemos”.
Este descubrimiento planteó el interrogante de cómo fue que cualquiera de los dos pudo comprar semejante propiedad—Ocheretny dirige una ONG. En Rusia, ningún director de ONG recibe salarios muy altos y tampoco sus aventuras empresariales fueron demasiado exitosas.
Ludmila tampoco es oficialmente rica. Hasta su divorcio la ley le exigía que declare sus activos y sus ingresos y nunca declaró mucho. Las declaraciones de Vladimir Putin son parecidas, con US$ 147.000 de salario anual y activos limitados, un departamento en Moscú, un terreno y tres autos.
Per siempre se especuló que él y sus allegados eran muchísimo más ricos de lo que declaraban. Algunos cálculos colocan la riqueza personal del presidente ruso en US$ 200.000 millones.