Lo mismo está ocurriendo en Londres, en Nueva York, y en las principales ciudades del mundo. Hubo un momentáneo resurgimiento, tres años después de la gran crisis financiera de 2007/8, pero esa reactivación no duró mucho, y ahora parece casi desaparecida. Por ejemplo, los lujosos condominios en las torres que circundan Central Park en Nueva York, han vendido departmentos en precios menores a los vigentes hasta hace un par de años, y en muchos casos con sustanciales descuentos sobre el precio solicitado.
La percepción de los grandes actores del sector es que el recordado boom de casi cinco años que transformó ciudades enteras como Vancouver o Shangai, termina hoy en un exceso total. En todas las grandes capitales el escenario es el mismo: los agentes inmobiliarios hacen ingentes esfuerzos por intentar vender millares de lujosas propiedades mientras los precios no cesan de caer.
Es que durante años hubo un frenesí en la construcción de propiedades lujosas que, según la historia, se venderían como pan caliente. Pero no solamente las circuntancias específicas del sector cuentan. Hay otros factores exógenos e incluso geopolíticos. Por ejemplo: China impide que los capitales externos de millonarios locales salgan de ese país. O el derrumbe de los precios petroleros disminuyó el número de millonarios rusos tentados de hacer gastos extravagantes. Lo mismo que ocurrió con magnates petroleros. Por si eso fuera poco, los gobiernos locales de las grandes ciudades están poniendo nuevos impuestos a los compradores extranjeros, y además hay una minuciosa vigilancia sobre recursos financieros que pueden provenir del lavado de dinero.