Los resultados del proyecto de investigación del laboratorio nacional Pacific Northwest National del Departamento de Energía — que se acaban de conocer – sugieren que si casas particulares tuvieran herramientas digitales para fijar preferencias de temperatura y de precios, los picos de consumo eléctrico podrían recortarse hasta 15% al año.
En un período de 20 años, el gasto en plantas de energía e infraestructura podría experimentar un ahorro de US$ 70.000 millones y evitar la necesidad de construir el equivalente de 30 plantas alimentadas a carbón, dicen los científicos del laboratorio federal.
El proyecto sirvió tanto para analizar la conducta de los consumidores como para testear una nueva tecnología. Los científicos querían averiguar si la capacidad de monitorear el consumo en forma constante haría que la gente ahorre energía – así como hay estudios que muestran que la gente camina más si usa un contador de pasos.
En la Olympic Peninsula, situada al oeste de Seattle, 112 hogares fueron equipados con termostatos digitales y en termotanques, calefones y secadores de ropa se instalaron controles electrónicos de temperatura. Esos controles estaban conectados a la Internet.
Los habitantes de las casas participantes podían ir a una página web para fijar la temperatura ideal que elegían para sus casas y la oscilación en grados por encima o por debajo de ese objetivo que estarían dispuestos a aceptar (para pagar menos). También indicaban el nivel de tolerancia a la fluctuación de precios de la electricidad. En realidad, se pedía a los habitantes que decidieran cuánto confort estaban dispuestos a sacrificar para ahorrar costos.
Pronto se vio que las familias se convirtieron en participantes activos en el manejo de la carga de el servicio y de sus propias facturas.
El proyecto de investigación fue hecho con miras a generar programas de ahorro energético. Esos programas de eficiencia prometen reducir la cuenta nacional de combustible y reducir el daño ambiental, eso si se logra convencer a los consumidores que usen la electricidad con más inteligencia.
No se sabe, sin embargo, cuándo podría aplicarse en toda la nación el tipo de tecnología que se usó en el proyecto. Muchos servicios públicos están experimentando con esta tecnología llamada “de grilla inteligente”, aunque algunos lo hacen para mejorar sus propias redes, no para permitir que los usuarios manejan su consumo.
Uno de los obstáculos es que en la mayoría de los estados, a los servicios públicos todavía se les garantiza una tasa de retorno que depende principalmente de las plantas energéticas y del equipamiento que tienen y operan, y no de cuánta energía ahorran.
Los resultados del proyecto de investigación del laboratorio nacional Pacific Northwest National del Departamento de Energía — que se acaban de conocer – sugieren que si casas particulares tuvieran herramientas digitales para fijar preferencias de temperatura y de precios, los picos de consumo eléctrico podrían recortarse hasta 15% al año.
En un período de 20 años, el gasto en plantas de energía e infraestructura podría experimentar un ahorro de US$ 70.000 millones y evitar la necesidad de construir el equivalente de 30 plantas alimentadas a carbón, dicen los científicos del laboratorio federal.
El proyecto sirvió tanto para analizar la conducta de los consumidores como para testear una nueva tecnología. Los científicos querían averiguar si la capacidad de monitorear el consumo en forma constante haría que la gente ahorre energía – así como hay estudios que muestran que la gente camina más si usa un contador de pasos.
En la Olympic Peninsula, situada al oeste de Seattle, 112 hogares fueron equipados con termostatos digitales y en termotanques, calefones y secadores de ropa se instalaron controles electrónicos de temperatura. Esos controles estaban conectados a la Internet.
Los habitantes de las casas participantes podían ir a una página web para fijar la temperatura ideal que elegían para sus casas y la oscilación en grados por encima o por debajo de ese objetivo que estarían dispuestos a aceptar (para pagar menos). También indicaban el nivel de tolerancia a la fluctuación de precios de la electricidad. En realidad, se pedía a los habitantes que decidieran cuánto confort estaban dispuestos a sacrificar para ahorrar costos.
Pronto se vio que las familias se convirtieron en participantes activos en el manejo de la carga de el servicio y de sus propias facturas.
El proyecto de investigación fue hecho con miras a generar programas de ahorro energético. Esos programas de eficiencia prometen reducir la cuenta nacional de combustible y reducir el daño ambiental, eso si se logra convencer a los consumidores que usen la electricidad con más inteligencia.
No se sabe, sin embargo, cuándo podría aplicarse en toda la nación el tipo de tecnología que se usó en el proyecto. Muchos servicios públicos están experimentando con esta tecnología llamada “de grilla inteligente”, aunque algunos lo hacen para mejorar sus propias redes, no para permitir que los usuarios manejan su consumo.
Uno de los obstáculos es que en la mayoría de los estados, a los servicios públicos todavía se les garantiza una tasa de retorno que depende principalmente de las plantas energéticas y del equipamiento que tienen y operan, y no de cuánta energía ahorran.