Por Adrián Cragnolini
Cansado y nostalgioso, Juan Ramírez de Velasco cabalgaba con su tropa a miles de kilómetros de su España natal cuando el paisaje comenzó a volverse reconocible, evocador. Su fascinación iba en aumento a medida que devoraba leguas hacia la precordillera andina, entrelazando desiertos hostiles y valles verdosos, ríos de deshielo y cerros de vegetación sufrida. Nada le había hecho recordar tanto a su paisaje de infancia. Nada le impidió entonces fundar en América del Sur una ciudad homónima a su terruño ibérico: La Rioja.
Cuatro siglos después, la visión del fundador sigue vinculando a ambas tierras, por compartir condiciones óptimas para el desarrollo de la viticultura, coincidencia que incluso las acaba de poner en situación conflictiva por las similares denominaciones de origen que dan a sus respectivos caldos.
Encajada entre tres comunidades de gran peso histórico como País Vasco, Navarra y Aragón, la pequeña autonomía de La Rioja viene deslumbrando al mundo desde hace décadas con sus vinos de gran calidad, basada en una producción mimada y exigente hasta en el mínimo detalle y con la innovación como estrategia para ganar y consolidar mercados.
No es de extrañar, entonces, que el vino sea el principal reclamo turístico de la región, con numerosos itinerarios para visitar bodegas que muestran sus viñedos y permiten catar sus caldos. Y poco a poco va ganando interés el desarrollo de la viticultura ecológica, libre de tratamientos químicos, con cosecha y selección manual y reciclaje de residuos.
Movidos por la curiosidad hacia dicha tendencia ecológica, nos dejamos caer por las cercanías de Logroño, la capital riojana, para visitar Viña Ijalba, una de las bodegas pioneras en sostenibilidad del medio ambiente. Allí nos esperaba su director comercial Francisco Balda, un apasionado por la recuperación de cepas autóctonas históricas que habían desaparecido por un enfoque demasiado centrado en la rentabilidad. Balda nos contó que el dueño de la bodega, Dionisio Ruiz Ijalba, se propuso recuperar las canteras de su propiedad que iban agotando la explotación, mediante el rellenado de estos desiertos de piedras con tierra caliza, ideal para el cultivo de la vid. Sumando a esa recuperación ambiental un proceso natural de cuidado de las cepas y elaboración de caldos, de Ijalba salió hace 15 años el primer vino de la región certificado como ecológico. Cosechas pequeñas – unas 80 hectáreas en este caso- y rendimientos controlados son determinantes para obtener notables añadas, de las variedades tempranillo, graciano, mazuelo y garnacha o la maturana, recientemente recuperada. Balda nos cuenta que “hay mercados exteriores receptivos a vinos sostenibles, pero otros tienen una producción propia muy sólida – no necesariamente ecológica- y nos está costando introducirnos allí†Y cita, con una mueca entre esperanzada y resignada, los casos de la Argentina y Chile.
Más hacia el sur, camino a Zaragoza, la bodega Ruiz Jiménez nos sorprende con otro enfoque sostenible y un criterio comercial bien definidos. Francisco Ruiz Jiménez quiso demostrar a su padre, también bodeguero, que podría salir adelante su idea de agricultura limpia. Y con encomiable tesón autodidacta extrajo de la naturaleza las combinaciones adecuadas para crear espacios donde la vid convive con plantas aromáticas e insectos no agresivos que regulan el ciclo anual de crecimiento y cosecha sin introducir aditivos artificiales. Su pequeña aunque estimable producción lleva años colocándose íntegramente en Europa central. Un círculo virtuoso sin fisuras.
El vino, enlace entre paisaje e historia
La Rioja esconde sus virtudes en el fondo de los valles, a resguardo de los fríos húmedos del mar Cantábrico, de los vientos helados de los Pirineos y del clima continental de Castilla y de Aragón. La cuenca del Ebro completa la configuración de un microclima que evita las temperaturas extremas y que favoreció los asentamientos humanos cuyas evidencias se remontan al neolítico.
Son numerosos los vectores culturales, naturales e históricos que permiten al visitante trazar diferentes rutas según sus intereses. Hay huellas de dinosaurios, vestigios de celtíberos, romanos y visigodos, monasterios y castillos bien conservados como herencia de una tierra casi siempre fronteriza, las variantes francesa y jacobea del Camino de Santiago que atraviesan el territorio de este a oeste, oficios artesanos, tradiciones y fiestas distribuidas en todo el calendario anual.
No pasamos por alto el encanto asequible de Logroño, la aseada capital riojana con su irresistible calle del Laurel, repleta de bares, tabernas y restaurantes que tientan al foráneo con platos y tapas regionales, regados obviamente con el estandarte riojano: el vino. Ãmbito jovial y bullicioso que ha agregado recientemente la celebración de despedidas de soltero, una moda que va en aumento, incluso nutrida por casamenteros llegados de lejanos lugares de España y Francia.
Aunque se trata de un acontecimiento que admite controversias, se viene afirmando desde hace algunas décadas atrás que los primeros balbuceos del castellano ocurrieron en el Monasterio de Suso, en las afueras del pueblo de San Millán de la Cogolla en el siglo 11. En esa época y lugar, un glosador intentó traducir un códice escrito en latín ortodoxo al latín popular que hablaban los habitantes de la región. Esas anotaciones marginales se constatan como las primeras escrituras en ese “latín vulgar†que con el paso de los siglos derivaría en una de las lenguas más extendidas del planeta.
Y para afianzarse como la cuna de nuestro idioma, también nació por aquí en el siglo 13 Gonzalo de Berceo, considerado el primer poeta que escribió en castellano.
Pero más allá de detentar o no el mérito del origen de nuestra lengua, el entorno natural y arquitectónico de los monasterios de Suso y de Yuso merece una visita paciente, porque es uno de los más hermosos paisajes del norte español.
Paisajes e historia de una tierra minúscula en extensión pero rica en atributos. La Rioja se expande hacia el mundo tras su embajador más famoso, aquel que hizo decir a Sócrates que “templa los espíritus, adormece las preocupaciones y revive nuestras alegrías†o que llevó a Francisco de Quevedo a expresar que “no hay cuestión ni pesadumbre que sepa nadar, todas se ahogan en el vinoâ€.
El vino, néctar de dioses y emblema riojano, de La Rioja de España.
Datos útiles
Distancias y accesos:
Logroño dista de Madrid 370 km y de Barcelona 483 km. Ambas por autovía.
Aeropuertos más cercanos: Pamplona, 90 km; Bilbao, 148 km.
Unida por tren con las principales ciudades españolas.
Dónde dormir:
Hotel rural La Casona de Las Ãguedas. A 18 km de Logroño, en Ventosa, un pueblo minúsculo, se halla una casona tradicional rehabilitada con el exquisito buen gusto que su propietaria, Rocío, cultivó en cargos de relaciones públicas y protocolo de alto nivel. Inmejorable.
http://hotellasaguedas.blogspot.com.es
Dónde comer:
Venta de Moncalvillo. Y a 4 km del hotel, una estrella Michelin perdida en el valle del Iregua. Los hermanos Echapresto gestionan un restaurante de estética sencilla, pero rutilante cuando de la cocina comienzan a salir las creaciones basadas en productos de su propia huerta y de los mercados cercanos. Un festín de sabores basado en materias primas frescas evolucionadas con atrevidas y resultonas combinaciones. En la bodega-sótano nos entretenemos descubriendo botellas de todos los lugares del mundo, incluidas algunas argentinas sabiamente elegidas. En síntesis, un hallazgo culinario que seguirá dando que hablar.
http://www.ventamoncalvillo.com
Enlaces de interés:
Web oficial de Turismo de La Rioja
http://www.lariojaturismo.com
Portal del Vino
http://www.lariojaturismo.com/portal_del_vino
Bodega Viña Ijalba
http://www.ijalba.com
Bodega Ruiz Jiménez
http://www.vinedosruizjimenez.es
