Los investigadores pidieron que los padres colocaran un grabador a los bebés en momentos en que ambos estaban presentes en el hogar. El experimento se realizó en tres momentos: en el hospital cuando nacieron las criaturas, luego cuando tenían alrededor de un mes y cuando tenían ya siete meses. Lo que se descubrió fue interesante. Además de que las madres hablan a los bebés tres veces más que sus papás, hay más comunicación de ida y vuelta entre mamá y bebé que entre papá y bebé. Otra cosa: la mamá habla más con su beba que con su bebe
Algo de esto, admiten los investigadores, viene ya cableado en los genes. Las mujeres están preparadas para comunicarse más y para estar más atentas a claves sociales. Y como las bebas (en promedio) aprenden a interactuar socialmente antes que los varones, no sorprende que se comuniquen más, y que sus madres se comuniquen más con ellas que con sus hermanos. Es más atractivo hablar con un bebé que responde.
Pero es en las consecuencias de esto en lo que debemos pensar, recomiendan los investigadores. Lo cierto es que cuantas más palabras escucha un bebé, antes va a hablar, más amplio será su vocabulario; cuanto antes aprendan a leer, mayor será su futuro éxito académico y todo lo demás que espera en la vida. O sea que cuantas más palabras escuche un bebé de la persona que lo cuida mejor será para él o ella. Ponerlo/a frente a un televisor no cuenta porque lo que importa es la interacción.
Muchos niños, especialmente los que pertenecen a hogares de bajos ingresos, no escuchan muchas palabras. Es más, los niños pobres pueden escuchar hasta 30 millones de palabras menos que sus compañeros de clase media. Esta es la “brecha de palabras” que Hillary Clinton quiere atacar con su iniciativa que llamó “Too small to fail” (demasiado chicos para fracasar). Se propone poner más libros en las manos de las familias para que los niños escuchen más palabras y logren mejor desempeño en las escuelas.
Pero el estudio no es sobre niños pobres y ricos. Trata de los padres y de lo que pueden hacer. Es más, trata de qué podrían, y deberían, hacer los padres. Hablarles más a los bebés. Tener sus propias conversaciones con ellos. Hablarles de lo que les gusta hacer, sobre la comida que están comiendo y las cosas que ven alrededor. Si el bebé hace un ruido, responderle con otro. Jugar juntos. Y cuando el bebé se está divirtiendo, divertirse también.
No tienen por qué imitar a mamá, lo pueden hacer a su manera. Es mejor. En realidad, los padres tienden a hacer más preguntas con “qué “y “dónde”, algo que ayuda a ampliar el vocabulario y el pensamiento.
Al hacer esto, aumentará el número de palabras que escucha el niño y estará abonando el terreno para el dominio posterior del lenguaje. Es especialmente importante hacerlo con los varones, que tienden a hablar y a leer más tarde y menos que las bebas. Como los padres tienden a interactuar más con sus hijos varones, pueden ser también la persona ideal para cerrar esa brecha de género.