El glosario de la felicidad

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¿Será posible que si entendemos conceptos  de alegría y bienestar de otras culturas podamos modificar la nuestra? El Proyeco de Lexicografía Positiva se propone catalogar términos extranjeros para felicidad que no tienen traducción directa.

El verano pasado Tim Lomas fue de Londres a Orlando para asistir al cuarto congreso anual de la Asociación Internacional de la Psicología Positiva, celebrada en Walt Disney World, Orlando.  Allí asistió a una presentación de Emilia Lahti, estudiante de doctorado en la universidad de Helsinki. Lahit estaba dando una charla sobre  sisu, una palabra finlandesa para indicar la fuerza psicológica que permite a una persona superar desafíos extraordinarios. Podríamos compararla con la palabra “perseverancia”.Da idea de determinación y coraje, de una disposición a actuar aun cuando no se ve la posible recompensa.

 

 

Lomas nunca había oido hablar de esa palabra y escuchó con fascinación mientras Lahiti explicaba: Ella sugería que la palabra es valorizada por los finlandeses y que es una parte importante de su cultura. La disertante enmarcaba a “sisu” como una capacidad humana universal, sólo que ellos le habían encontrado un nombre.

 

Lomas regresó a su país con la decisión de encontrar palabras en idiomas extranjeros que describieran rasgos positivos, sentimientos, experiencias y estados de ánimo que no tuvieran equivalente directo en inglés.

 

Así fue como lanzó el Proyecto de Lexicografía Positiva, un glosario online de palabras no traducibles al inglés. Para reunir la primera edición, 215 expresiones de 49 idiomas, publicado en enerero, barrió Internet y pidió sugerencias a amigos, colegas y alumnos, Clasificó sus palabras en tres grandes categorías, tratando de captar sus matices culturales. El primer grupo de palabras se refiere a sentimiento, como Heimat (alemán, “German, “profundo cariño por un lugar con el cual uno siente un profundo sentimiento de pertenencia). La segunda se refiere a relaciones e incluye mamihlapinatapei (Yagán, “una mirada entre personas que expresa deseo mutuo pero no verbal”), queesting (holandés, “permitir a un amante eentrar a la cama para charlar”) y dadirri (aborigen australiano, “un profundo acto espiritual de  escucha reflexiva y respetuosa”) entra en esta categoría, como también fng yùn (chino mandarín, queq quiere decir “atractivo personal y  apariencia elegante”) e ilunga (Tshiluba, “estar dispuesto a perdonar la primera vez, a tolerar la segunda  pero nunca una tercera vez”).

 

Desde enero el glosario ha ido creciendo hasta llegar a casi 400 entradas de 62 lenguajes y los visitantes en la web proponen nuevas entradas y mejores definiciones.

 

La idea, admite Lomas, es especulativa. Los linguistas hace rato que debaten sobre los lazos entre lenguaje, cultura y cognición. La teoría de la relatividad linguística plantea que el lenguaje mismo, la lengua específica que hablamos,  moldea nuestros pensamientos y percepciones.  Los que creen en el determinismo linguístico, podrían decir que una cultura que carece de un término para una determinada emoción, un matiz de alegría o de amor, no lo puede reconocer ni experimentar.  Lomas rechaza esa idea, pero cree que el lenguaje afecta  el pensamiento de una forma más modesta. Estudiar el vocabulario emocional de una cultura, dice, nos puede abrir una ventana para ver cómo su pueblo ve el mundo, las cosas que valoran, o sus tradicionaes o sus ideales estéticos o sus formas de construir felicidad o las cosas que reconocen como importantes y que vale la pena notar. De esta manera, el proyecto de lexicografía Positiva podría ayudar al campo de la psicología  que a veces es criticado por enfocarse demasiado en experiencias occidentales.

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