Por Silvana Czerwacki (*)
Debemos entender que no hay salud posible, sin salud mental. La obesidad como toda enfermedad crónica y multifactorial debe interpretarse integralmente e implicar al paciente como ‘un todo’, donde lo médico y psicológico deben estar interrelacionados para su mejor abordaje.
La influencia emocional y psicológica en el tratamiento de la obesidad es fundamental, dado que, entre otras cosas, la conducta alimentaria está atravesada por nuestra historia familiar, teniendo en cuenta que, nuestro primer vínculo de amor, se estableció a través de la lactancia materna, generando una ligazón inconsciente entre alimento = afecto.
Somos el resultado de nuestra historia, nuestras vivencias. Se indaga históricamente sobre los patrones que fueron incidiendo en nuestras elecciones alimentarias, que mandatos sociales-familiares heredados seguimos manteniendo, sobre qué sistema de creencias seguimos funcionando en automático, de los cuales algunos no podemos dar cuenta de ello. Como así también saber si nuestra alimentación estuvo marcada en función a ‘premios y castigos’ entre otras cosas, ayudará a entender por qué actuamos como actuamos.
Detrás de cada paciente hay historias de vida, cada historia se entrama de una manera singular y peculiar.
No hay comidas buenas ni malas, lo malo es el vínculo que fuimos estableciendo durante años con la comida.
¿Fue un refugio de insatisfacciones, de frustraciones, de carencias afectivas, de enojos y situaciones no resueltas?
La comida muchas veces funciona a modo de correlato de nuestra insatisfacción emocional. Las personas desarrollamos diferentes conductas frente a nuestras emociones. Cuanto mayor sea esa disfunción entre el circuito
emoción/alimentación, mayor será la probabilidad de desarrollar trastornos en nuestra conducta alimentaria.
Nuestro estado anímico y las dificultades en su regulación, influyen en los mecanismos de descontrol alimentario.
No solo lo que comemos afecta a cómo nos sentimos. Sino lo que sentimos afecta nuestra manera de comer.
¿Estamos gestionando adecuadamente nuestras emociones? ¿Nos alimentamos en respuesta a emociones o sensaciones? ¿Cómo nutro mis pensamientos? ¿Tengo pensamientos negativos? ¿Me autoboicoteo?
En la obesidad la ansiedad pasa a ser uno de los personajes principales con los cuales nos enfrentamos día a día. Desde la psicología se trabaja sobre la ansiedad, otorgándole al paciente las herramientas necesarias para que el mismo obtenga mayores recursos para gestionarla.
¿Comemos en automático? ¿Tenemos real registro de lo que consumimos? La tendencia demuestra que la vida misma nos lleva a comer distraídamente y cada vez menos, nos centramos y tenemos atención plena en el acto de comer.
Cuando frente a la ansiedad, la única salida o respuesta es la comida, se comienza a instalar un patrón alimentario nocivo que retroalimentamos permanentemente.
Ello nos lleva al deterioro de nuestra autoestima, a disminuir la interacción social, a aislarnos progresivamente y quedarnos atrapados en una situación que sentimos sin retorno.
Los estándares y cánones de belleza sociales, tampoco colaboran, ya que imponen un ideal, un referente de belleza, que cada vez se encuentra más alejado del prototipo de mujer real, generando mayor insatisfacción corporal y la posibilidad de desarrollar trastornos de la conducta alimentaria.
Desde el acompañamiento psicológico, se trabaja sobre la incorporación de hábitos saludables, como la reeducación alimentaria, actividad física y el gestionar las emociones de una manera más adecuada, entre otros, los cuales conforman los pilares para que todo tratamiento de descenso de peso logre no solo mayor adherencia sino poder sostenerse en el tiempo.
(*) Psicóloga en Centro Médico Bionut Obesidad