El aroma del deseo

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Muchos animales usan el olfato para encontrar parejas compatibles capaces de darles crías sanas. Si se probara que este principio funciona también para los humanos, sufriría toda la industria de los perfumes, pues día a día usamos productos para tapar los olores naturales del cuerpo.

Con el fin de averiguar si existe un paralelo entre la atracción de animales compatibles genéticamente y seres humanos, el zoólogo Claus Wedekind realizó en 1995 un experimento en el que pidió a un grupo de mujeres que olieran las remeras sin lavar de un grupo de hombres anónimos y las calificaran según el agrado que le producían. Para asegurarse de que las mujeres pudieran captar el olor real del cuerpo del hombre, pidió a los señores que durmieran con la prenda durante dos noche seguidas, que no se pusieran desodorantes, ni perfumes, ni usaran jabones perfumados ni fumaran ni tomaran alcohol ni comieran comidas con sabores fuertes. O sea, nada que pudiera neutralizar sus aromas naturales.

Si bien esto suena bastante desagradable, lo que el científico estaba estudiando era el amor. Su experimento permitió profundizar en el tema de si las personas son como los animales. Descubrió que cada mujer prefirió la remera de un hombre que era genéticamente compatible con ella. O sea que el olor de la remera que le pareció más agradable provenía de un hombre con quien, genéticamente, podía producir bebés sanos.

Si esto es así, resultaría que la humanidad está haciendo todo al revés. Si salimos con alguien por primera vez jamás se nos ocurriría ponernos algo que no haya sido lavado, o dejar de ponernos desodorante ni frotarnos el cuerpo con el más perfumado de los jabones. Por el contrario elegimos con cuidado el perfume que la publicidad de encarga de mostrarnos que tiene la capacidad de cautivar.

Toda la industria de la cosmética, desde el champú hasta las mentas para el buen aliento, procura tapar los malos olores del cuerpo. Si la teoría de la atracción genética tiene asidero, el bañarnos en aromas intoxicantes podría dar como resultado que atraemos a la persona “genéticamente” equivocada. Porque si los olores naturales del cuerpo contienen información genética básica, al taparlos nos sentimos atraídos por una pareja que no encaja.

 

La idea de compatibilidad genética de Wedekind está basada en lo que los científicos llaman Human Leukocyte Antigen (HLA), un grupo de genes que funcionan como seguridad para el sistema inmunológico.

¿Qué tienen que ver con la “atracción” estos genes? Rachel Herz, autora del libro “The Scent of Desire” dice que desde una perspectiva biológica la pareja perfecta para producir hijos sanos y fuertes  debería tener una “cierta” diferencia de HLA con el propio. Si es muy diferente, algunas inmunidades pueden no heredarse. Si es demasiado parecida podrían producirse desajustes peligrosos, que ella conecta con abortos espontáneos o defectos de nacimiento.

 

Hay un conjunto de estudios que demuestran que las mujeres tienden a elegir aromas que no escondan su HLA sino que se le parezcan. Lo que esta investigación sugiere es que esta gente podría preferir fragancias que huelen como ellos, que amplifican y no neutralizan su genética. Es una idea buena, pero algunos investigadores, como Rachel Herz, “no confían demasiado en los datos”.   

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