Desconectar antes de retornar a la rutina

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Tomarnos unos días y descansar suele ser algo que nos motiva hacia el final o el principio del año. El cansancio acumulado por el trabajo o el estudio, las Fiestas y el calor, se juntan para alimentar el deseo de refugiarse por fuera de la cotidianeidad. Algunos se toman sólo un par de días.

Por Gabriela González Alemán (*)

Otros, una semana o dos. Y están los que se van un mes y aquellos que viajan sin pasaje de regreso. ¿Siempre son vacaciones? Lo cierto es que no.

Podemos decir que son vacaciones cuando estamos fuera de la vida habitual. Si nos vamos indefinidamente, estableceremos rutinas cotidianas donde estemos y dejaremos de estar de vacaciones. Si nos tomamos muy poquitos días tampoco llegaremos a disfrutar de unas verdaderas vacaciones porque no terminaremos de desconectarnos de lo que hacemos todos los días.

Para descansar y resetear tanto al cuerpo como a la mente, necesitamos corrernos de las rutinas del día a día.

Las preocupaciones, la velocidad de la vida cotidiana, el estrés al que nos sometemos a cada instante, se acumulan y nos llevan a perder la concentración, debilitan nuestra memoria y pueden entorpecer nuestros días con olvidos triviales como pueden ser las llaves, un compromiso, el celular o un turno médico. Si las preocupaciones y los problemas por resolver son constantes, podemos hasta padecer cambios en la personalidad, irritabilidad y problemas para dormir. Nuestro cuerpo también siente el estrés. Las gastritis, úlceras, alergias y el asma son solamente algunas de las afecciones que podemos sufrir cuando la mente no le permite al cuerpo detenerse.

Para lograr un verdadero descanso, tenemos que alcanzar una auténtica desconexión de todo lo que nos rodea. Dejar de lado los correos, el celular y alejarnos de esa línea confusa que hay entre nuestra vida laboral y la vida personal.

Cuando logramos apartarnos de todo, nuestro cerebro se relaja, le permite a la mente acceder a nuevas ideas y aumenta nuestra flexibilidad mental. Desde la distancia, nos damos cuenta de muchas cosas que ocurren a nuestro alrededor pero que habitualmente no advertimos porque tenemos la mente en otro lado. Esto hará que tomemos decisiones con más calma, con otros elementos de juicio y que encontremos nuevas soluciones para los problemas de siempre.

Para salir de lo habitual, no hace falta ir demasiado lejos ni modificar dramáticamente el panorama. Simplemente, tenemos que sentirnos por fuera de todo lo que hacemos siempre y eso nos toma algunos días. Los hábitos quieren hacerse presentes, pero necesitan de los escenarios de siempre. El cambio de lugar y de rutinas, de a poco va generando un espacio que suprime lo habitual y da lugar al descanso. Para algunos son un día o dos, pero la mayoría de las personas logra el nivel ideal de desconexión recién durante la segunda semana de vacaciones.

Desconectar de todo suele ser más fácil si estamos en contextos naturales. Nuestra atención está guiada de dos formas distintas. Podemos guiarla según lo que dicta nuestra voluntad, o bien son los estímulos de afuera, los que llaman nuestra atención. Cuando tenemos preocupaciones, problemas y situaciones que resolver, nuestra atención va hacia donde le indica la voluntad. Al contrario, cuando estamos en entornos naturales, nuestra atención es convocada por los sonidos y las imágenes que vienen de afuera. El canto de los pájaros, el movimiento de las hojas, el ruido del mar, la brisa, el agua que corre en un río, una cascada, llaman nuestra atención y le otorgan a la voluntad la posibilidad de relajarse y olvidar todo aquello que mantiene en la mente, en el día a día, bajo el foco de la atención voluntaria.

Ahí es cuando el cuerpo también descansa y logramos sentirnos de vacaciones. Estamos de buen humor, dormimos bien, nos sentimos relajados y nos damos el lujo de hacer ejercicio o de dejar de hacerlo, de caminar por gusto y de disfrutar de hábitos, como podría ser la lectura, difíciles de sostener durante la aceleración de las obligaciones del año.

Al volver, parece que el descanso jamás hubiese existido. Los escenarios habituales desencadenan las conductas y los hábitos de siempre y creemos que es lo mismo habernos ido o no. Pero, aunque no lo notemos, las vacaciones nos resetearon. Nos devolvieron el equilibrio entre el cuerpo y la mente. Nos dejaron listos para volver al ruedo y empezar otro año al que podemos incluir como actividad, la planificación de nuestras próximas vacaciones.

(*) Doctora. en Genética del Comportamiento, fundadora de Brainpoints (@brainpoints).

 

 

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