Desde hace dos años, cuando Pamela K. Baxter tomó las riendas de
Prescriptives, una de las marcas de The Estée Lauder Companies Inc., decidió
incluir en la línea de productos, las mismas sustancias que hombres y mujeres
se aplicaban en el consultorios de su dermatólogo: botox, para planchar
arrugas, microcristales para suavizar y reparar la piel. Para el año próximo
proyecta sacar una nueva línea de productos que desarrollará en
colaboración con dermatólogos, y que podrán combatir problemas
de acné adulto, enrojecimiento de la piel y manchas causadas por el sol
o por desequilibrio hormonal.
Hoy, las grandes firmas cosméticas del mundo combinan ciencia con customización
masiva. Cuando una persona se acerca al mostrador de algunas de las marcas más
famosas, el o la vendedora ya no pregunta simplemente si su cutis es graso o
seco. Hoy pregunta qué come, si fuma, si sufre de estrés. La idea
es conocer los hábitos para poder solucionar los problemas cutáneos
con el producto adecuado.
Pero la alternativa de ciencia personalizada sale cara. Las marcas que venden
al público masivo como Olay o Neutrogena, que rara vez se vendían
en Estados Unidos a más de US$ 10, ahora pasan de US$ 20 para productos
con ingredientes probados científicamente.
Abundan, sin embargo, los escépticos ante los nuevos productos "científicos".
"Si los cosméticos realmente tienen el efecto que leemos en las
etiquetas, tendrían que contar con la aprobación de la FDA",
dice el doctor Irwin Freedberg, jefe del departamento de dermatología
de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, refiriéndose
a la Food and Drug Administration, el organismo controlador de alimentos y drogas.
La doctora Leslie Baumann, jefa de dermatología cosmética de la
Escuela de Medicina de la Universidad de Miami, dice con ironía: ""Los
viejos avisos de cosméticos solían decir: "Nuestro producto
la hará hermosa". Ahora hablan de alguna proteína de altisonante
alta tecnología que demora el proceso de envejecimiento. Pero muy pocos
ingredientes hacen las cosas que dicen que pueden hacer, y ni siquiera sé
si son inofensivos".
En realidad, las empresas se cuidan muy bien de dar cualquier precisión
que pueda llamar la atención de los reguladores. Dicen, con cierta justificación,
que muchos de sus ingredientes debutaron en los periódicos médicos,
los cuales publicaron documentados resultados de laboratorio.
Entonces, si hay muchos estudios que demuestran que los penta-peptides y los
copper peptides curas heridas, ¿por qué no habrían de "curar"
la piel envejecida?
Son bastantes los científicos "puros" que se manifiestan a
favor de la convergencia entre ilusión estética y ciencia médica.
Los laboratorios farmacéuticos, muchos de los cuales se desprendieron
hace años de sus departamentos cosméticos, comienzan una vez más
a destinar presupuesto para la investigación en dermatología estética.
Un ejemplo: el año pasado Pfizer creó Anaderm para desarrollar
cremas que pueden combatir el envejecimiento, la piel grasa, la caída
o el crecimiento anormal de cabello. El jefe de clínica exploratoria
de Anaderm, Arthur P. Bertolino, dijo al New York Times : "Esto es, finalmente,
la ciencia que acude en ayuda de la gente".
Todo esto significa, también, que se están desdibujando las fronteras
entre el consultorio del médico y los mostradores de cosméticos.
Son muchos los médicos que ofrecen sus propios emolientes y cremas, casi
siempre muy caros. Del otro lado, las marcas de cosméticos ofrecen –
por lo general más baratos – productos con los últimos hallazgos
del la ciencia.
Las ventas, en ambos casos, son enormes. Nadie se anima a dar siquiera una cifra
aproximada para el tamaño del mercado que generan estos productos. Porque
la gente no se resigna a "envejecer con dignidad". Quiere vivir muchos
años pero lucir hasta el final un cutis de porcelana.
Desde hace dos años, cuando Pamela K. Baxter tomó las riendas de
Prescriptives, una de las marcas de The Estée Lauder Companies Inc., decidió
incluir en la línea de productos, las mismas sustancias que hombres y mujeres
se aplicaban en el consultorios de su dermatólogo: botox, para planchar
arrugas, microcristales para suavizar y reparar la piel. Para el año próximo
proyecta sacar una nueva línea de productos que desarrollará en
colaboración con dermatólogos, y que podrán combatir problemas
de acné adulto, enrojecimiento de la piel y manchas causadas por el sol
o por desequilibrio hormonal.
Hoy, las grandes firmas cosméticas del mundo combinan ciencia con customización
masiva. Cuando una persona se acerca al mostrador de algunas de las marcas más
famosas, el o la vendedora ya no pregunta simplemente si su cutis es graso o
seco. Hoy pregunta qué come, si fuma, si sufre de estrés. La idea
es conocer los hábitos para poder solucionar los problemas cutáneos
con el producto adecuado.
Pero la alternativa de ciencia personalizada sale cara. Las marcas que venden
al público masivo como Olay o Neutrogena, que rara vez se vendían
en Estados Unidos a más de US$ 10, ahora pasan de US$ 20 para productos
con ingredientes probados científicamente.
Abundan, sin embargo, los escépticos ante los nuevos productos "científicos".
"Si los cosméticos realmente tienen el efecto que leemos en las
etiquetas, tendrían que contar con la aprobación de la FDA",
dice el doctor Irwin Freedberg, jefe del departamento de dermatología
de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, refiriéndose
a la Food and Drug Administration, el organismo controlador de alimentos y drogas.
La doctora Leslie Baumann, jefa de dermatología cosmética de la
Escuela de Medicina de la Universidad de Miami, dice con ironía: ""Los
viejos avisos de cosméticos solían decir: "Nuestro producto
la hará hermosa". Ahora hablan de alguna proteína de altisonante
alta tecnología que demora el proceso de envejecimiento. Pero muy pocos
ingredientes hacen las cosas que dicen que pueden hacer, y ni siquiera sé
si son inofensivos".
En realidad, las empresas se cuidan muy bien de dar cualquier precisión
que pueda llamar la atención de los reguladores. Dicen, con cierta justificación,
que muchos de sus ingredientes debutaron en los periódicos médicos,
los cuales publicaron documentados resultados de laboratorio.
Entonces, si hay muchos estudios que demuestran que los penta-peptides y los
copper peptides curas heridas, ¿por qué no habrían de "curar"
la piel envejecida?
Son bastantes los científicos "puros" que se manifiestan a
favor de la convergencia entre ilusión estética y ciencia médica.
Los laboratorios farmacéuticos, muchos de los cuales se desprendieron
hace años de sus departamentos cosméticos, comienzan una vez más
a destinar presupuesto para la investigación en dermatología estética.
Un ejemplo: el año pasado Pfizer creó Anaderm para desarrollar
cremas que pueden combatir el envejecimiento, la piel grasa, la caída
o el crecimiento anormal de cabello. El jefe de clínica exploratoria
de Anaderm, Arthur P. Bertolino, dijo al New York Times : "Esto es, finalmente,
la ciencia que acude en ayuda de la gente".
Todo esto significa, también, que se están desdibujando las fronteras
entre el consultorio del médico y los mostradores de cosméticos.
Son muchos los médicos que ofrecen sus propios emolientes y cremas, casi
siempre muy caros. Del otro lado, las marcas de cosméticos ofrecen –
por lo general más baratos – productos con los últimos hallazgos
del la ciencia.
Las ventas, en ambos casos, son enormes. Nadie se anima a dar siquiera una cifra
aproximada para el tamaño del mercado que generan estos productos. Porque
la gente no se resigna a "envejecer con dignidad". Quiere vivir muchos
años pero lucir hasta el final un cutis de porcelana.