<p>Si tenía razón Oscar Wilde – que todo arte es inmoral- entonces tal vez hubiese gustado saber que el arte, también, es una cuestión emocional. Comprar y vender obras de pintores clásicos o vanguardistas es una inversión inteligente pero varios economistas quieren llevar la cuestión más allá: ¿qué motiva a las personas a comprar arte, más allá de ser un refugio de dinero? El banco Barclays publicó un estudio que prueba que el mercado del arte tiene elementos psicológicos y sociales que lo distinguen del resto.</p>
<p>En el informe “¿Por ganancia o por placer? Un estudio de las motivaciones detrás de las tendencias para atesorar” ( http://www.barclayswealth.com/insights/volume15/treasure-trends.htm#header) solo 10% de los entrevistados dijeron comprar arte como inversión; el 75% restante dijo hacerlo por placer. El muestro de la encuesta fue extenso: 2.000 personas ricas en 17 países la contestaron.</p>
<p>Un buen ejemplo de este fenómeno es la feria suiza Art Basel, un evento en donde los coleccionistas se reúnen anualmente en a principios del verano europeo. La idea allí es comprar arte pero también pasarla bien: más de 300 galerías se reúnen en esta ciudad pequeña para una fiesta de seis días. Se podrán encontrar allí a coleccionistas, curadores y comerciantes de arte que esperan con ansias que llegue junio en el calendario. Es una oportunidad para que la comunidad se reúna y celebre comprando arte.</p>
<p>De alguna manera, entonces, el arte ofrece a las personas la oportunidad de sentirse parte de una comunidad. Pero también mucho más: según el informe también genera sentimientos de victoria, superioridad cultural y distinción social. Algunos van más allá y dicen que también llena un vacío espiritual. Usualmente los que están metidos en el mundo del arte prefieren otro término, más mundano: se sienten drogados. Quienes más compran, incluso, distinguen la emoción de las subastas –la instantaneidad aporta más adrenalina- de la compra en ferias, cuyo efecto es más tenue pero dura más tiempo. <br />
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En el mundo del arte existe, también, un ambiente muy competitivo. Cuando finalmente se hacen con una pieza, la compra se siente como una conquista; la perdida, una humillación. <br />
Si comprar arte es un placer, venderlo puede no serlo tanto. Casos como los de Joel Mallin –que compró una escultura por US$ 1 millón y logró venderla por más de US$ 9- son las excepciones. Muchos se sienten arrepentidos una vez que se baja el martillo; llegan experimentar, inclusive, grandes sentimientos de culpa.</p>
<p>Para este sentimiento pueden haber varias explicaciones: vender arte está generalmente asociado con divorcios y testamentos. Vender una pieza es concebido, en ciertos círculos, como una necesidad de deshacerse del objeto para conseguir el dinero. Además, los coleccionistas generalmente deciden esperar hasta último momento para vender una obra porque quieren que llegue a su valor más alto. Por otro lado, existe en el mundo del arte la sensación de que guardar obras es mejor que venderlas: si una persona adquiere la reputación de vendedor serial muchos comerciantes dejarán de venderle piezas.</p>
<p>Art Basel equilibra todas estas cuestiones: es un lugar de elite donde existe la camaradería; un entorno de negocios en donde hay lugar para el placer. Justo lo que los coleccionistas necesitan.</p>
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Comprar arte, una cuestión emocional
Comprar y vender arte es un negocio pero también una actividad que requiere sensibilidad. Recientemente varios economistas se pusieron a estudiar las motivaciones de las personas para comprar obras arte.