Autonomía o independencia de Taiwán, derechos civiles, democracia, masacre de Tian Anmen, grupo disidente Falun Gong, Tibet, Dalai Lama, minorías islámicas al sudoeste u oeste y una larga de lista de “temas inconvenientes para el pueblo” no existen en el nuevo portal de Google. Tampoco se mencionan en los de MSN (Microsoft) y Yahoo.
Una semana después de “defender la libertad de opinión en la Red” contra Washington, el primer motor mundial de búsqueda se pliega a la cerril, a menudo estúpida censura china. En cierto modo, Google va mudando en vehículo publicitario y, como admiten Lawrence Page y Serge Brin –sus creadores en 1998-, “democracia y libertad son bonitas palabras, pero negocios son negocios”.
En síntesis, www.google.cn no dejará pasar nada que moleste a Beijing. “Eliminar resultados de búsquedas no es coherente con el espíritu de Google. Pero –reza un increíble comunicado de la firma- no dar información alguna lo es menos”. Vale decir, se apela al viejo argumento de quienes dicen tolerar esos abusos, aunque les disguste hacerlo, para no perder plata.
Por consiguiente, los usuarios chinos accederán a un sitio de búsquedas lleno de agujeros negros. La propia compañía, en su portal norteamericano, advierte sobre esas omisiones a los navegantes. El caso de las bitácoras virtuales (“blogs”) es emblemático, pues analistas, expertos y gurúes de la Red han erigido ese canal en vestal de la expresión individual. Inclusive algunos creen que los “blogs” acabarán reemplazando a los medios convencionales (gráficos, radiotelefónicos).
Los motivos de Google son obvios. Esencialmente, competir con Yahoo, MSN, Wikipedia y el buscador líder en China, Baidu.com. Económica y publicitariamente, el móvil de Google es acceder a 110 millones de internautas, masa que crece a razón de 20% anual y refleja una clave del fenómeno: 1.300 millones de habitantes a quienes ideas como democracia o libre opinión resultan históricamente exóticas.
Por supuesto, organizaciones no gubernamentales, por ejemplo Reporteros sin fronteras, están protestando. Máxime porque otro gigante, Rusia, ha puesto fuera de la ley a las propias ONG. Otro detalle: Estados Unidos, la Unión Europea y Japón aún no abren la boca al respecto del caso chino.
Autonomía o independencia de Taiwán, derechos civiles, democracia, masacre de Tian Anmen, grupo disidente Falun Gong, Tibet, Dalai Lama, minorías islámicas al sudoeste u oeste y una larga de lista de “temas inconvenientes para el pueblo” no existen en el nuevo portal de Google. Tampoco se mencionan en los de MSN (Microsoft) y Yahoo.
Una semana después de “defender la libertad de opinión en la Red” contra Washington, el primer motor mundial de búsqueda se pliega a la cerril, a menudo estúpida censura china. En cierto modo, Google va mudando en vehículo publicitario y, como admiten Lawrence Page y Serge Brin –sus creadores en 1998-, “democracia y libertad son bonitas palabras, pero negocios son negocios”.
En síntesis, www.google.cn no dejará pasar nada que moleste a Beijing. “Eliminar resultados de búsquedas no es coherente con el espíritu de Google. Pero –reza un increíble comunicado de la firma- no dar información alguna lo es menos”. Vale decir, se apela al viejo argumento de quienes dicen tolerar esos abusos, aunque les disguste hacerlo, para no perder plata.
Por consiguiente, los usuarios chinos accederán a un sitio de búsquedas lleno de agujeros negros. La propia compañía, en su portal norteamericano, advierte sobre esas omisiones a los navegantes. El caso de las bitácoras virtuales (“blogs”) es emblemático, pues analistas, expertos y gurúes de la Red han erigido ese canal en vestal de la expresión individual. Inclusive algunos creen que los “blogs” acabarán reemplazando a los medios convencionales (gráficos, radiotelefónicos).
Los motivos de Google son obvios. Esencialmente, competir con Yahoo, MSN, Wikipedia y el buscador líder en China, Baidu.com. Económica y publicitariamente, el móvil de Google es acceder a 110 millones de internautas, masa que crece a razón de 20% anual y refleja una clave del fenómeno: 1.300 millones de habitantes a quienes ideas como democracia o libre opinión resultan históricamente exóticas.
Por supuesto, organizaciones no gubernamentales, por ejemplo Reporteros sin fronteras, están protestando. Máxime porque otro gigante, Rusia, ha puesto fuera de la ley a las propias ONG. Otro detalle: Estados Unidos, la Unión Europea y Japón aún no abren la boca al respecto del caso chino.