sábado, 7 de diciembre de 2024

Coca-Cola, atacada por una solitaria computadora pórtátil

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Un sitio web sin fines de lucro viene quitándole el sueño al gigante de las gaseosas. Desde un rincón de California, Amir Shrvastava ha entablado una campaña de críticas y denuncias.

Durante una jira por universidades norteamericanas, hace dos meses, el indio radicado en Estados Unidos ha acusado a la empresa de delitos e infracciones en su país natal. Entre otros, robar agua, contaminar tierras y vender bebidas con pesticidas peligrosos.

Por su parte, Coca-Cola -que ha tomado India como eje de su expansión en medio planeta- no ha sido invitada a dar su versión. Ello no obsta para sus aturidades admitan una dura realidad: Shrvastava es clave de una vigorosa campaña mundial de organizaciones no gubernamentales (ONG) contra la empresa. Hasta ahora, esos esfuerzos le han costado millones de dólares en ventas caídas, abogados y marketing adicional para neutralizar el deterioro de imagen.

El activista y alguas ONG han puntualiza, en verdad, algunos problemas serios. Por ejemplo, ofrecer a agricultores locales desechos –para usar como fertilizantes- que, como se verificaría luego, contenían materiales tóxicos. Pero, afirma la compañía, eso ya no se hace. Otras asveraciones no tienen tanto sustento. Por ejemplo, comparar el impacto ambiental de Coca-Cola con el desastre de Bhopal, que mató a millares.

Sea como fuere, las campaña ha surtido algunos efectos poco gratos para la firma norteamericana.Así, el estado de Radyasthán (centro-oeste de India), exigirá a los fabricantes de gaseosas enumerar residuos de pesticidas entre los ingredientes. Coca-Cola ha apelado la medida. En el sur, el estado tamil de Kerala cerró una pkanta de embotellado (marzo de 2004) por acusaciones de residentes y ambientalistas sobre contaminación de agua potable.

Shrvastava no podría haber hecho casi nada de eso si siguiese viviendo en India. Pero reside en California, área donde el buen nivel de vida se combina con Silicon Valley y las mejores tecnologías a mano. Su micro emprendimiento virtual, Global Resistance, tiene apenas un empleado a tiempo completo y uno a medio tiempo (Coca-Cola tiene 30.000 alrededor del planeta), opera desde una casita compartida, sus ingresos por donativos oscilan en US$ 60.000 anuales (la firma vende por 21.950 millones), opera en dos países (Coca-Cola en más de doscientos) y su CEO no cobra nada y paga sus gastos. Neville Isdell, ídem del grupo, percibe US$ 3.740.000 anuales, excluyendo opciones accionarias.

Durante una jira por universidades norteamericanas, hace dos meses, el indio radicado en Estados Unidos ha acusado a la empresa de delitos e infracciones en su país natal. Entre otros, robar agua, contaminar tierras y vender bebidas con pesticidas peligrosos.

Por su parte, Coca-Cola -que ha tomado India como eje de su expansión en medio planeta- no ha sido invitada a dar su versión. Ello no obsta para sus aturidades admitan una dura realidad: Shrvastava es clave de una vigorosa campaña mundial de organizaciones no gubernamentales (ONG) contra la empresa. Hasta ahora, esos esfuerzos le han costado millones de dólares en ventas caídas, abogados y marketing adicional para neutralizar el deterioro de imagen.

El activista y alguas ONG han puntualiza, en verdad, algunos problemas serios. Por ejemplo, ofrecer a agricultores locales desechos –para usar como fertilizantes- que, como se verificaría luego, contenían materiales tóxicos. Pero, afirma la compañía, eso ya no se hace. Otras asveraciones no tienen tanto sustento. Por ejemplo, comparar el impacto ambiental de Coca-Cola con el desastre de Bhopal, que mató a millares.

Sea como fuere, las campaña ha surtido algunos efectos poco gratos para la firma norteamericana.Así, el estado de Radyasthán (centro-oeste de India), exigirá a los fabricantes de gaseosas enumerar residuos de pesticidas entre los ingredientes. Coca-Cola ha apelado la medida. En el sur, el estado tamil de Kerala cerró una pkanta de embotellado (marzo de 2004) por acusaciones de residentes y ambientalistas sobre contaminación de agua potable.

Shrvastava no podría haber hecho casi nada de eso si siguiese viviendo en India. Pero reside en California, área donde el buen nivel de vida se combina con Silicon Valley y las mejores tecnologías a mano. Su micro emprendimiento virtual, Global Resistance, tiene apenas un empleado a tiempo completo y uno a medio tiempo (Coca-Cola tiene 30.000 alrededor del planeta), opera desde una casita compartida, sus ingresos por donativos oscilan en US$ 60.000 anuales (la firma vende por 21.950 millones), opera en dos países (Coca-Cola en más de doscientos) y su CEO no cobra nada y paga sus gastos. Neville Isdell, ídem del grupo, percibe US$ 3.740.000 anuales, excluyendo opciones accionarias.

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