Choroní, una playa mágica en Venezuela

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El que quiere celeste que le cueste, dice el dicho. Nada más aplicable a este lugar paradisíaco de la costa venezolana, pues para llegar a él hay que atravesar una cadena montañosa de esas que dan ganas de dar marcha atrás pero no se puede porque no hay lugar. Por María Teresa Lavayén

Y sin embargo, una vez superada la parte más alta de esas montañas, donde casi siempre llueve y hay un espeso manto de neblina, el susto comienza a aflojar y los ojos ya pueden dedicarse a admirar las frondosas laderas del Parque Nacional Henri Pittier. Al día siguiete, cuando los pies pisan la arena y los ojos ven las palmeras y el mar, la promesa de nunca más volver que pudo pensarse durante el viaje queda totalmente relegada al olvido.

Lo que se encuentra al bajar de la montaña es Choroní y su puerto: Puerto Colombia, en el estado Aragua. Choroní es un pueblo colonial fundado hace unos 400 años. Allí vivían los esclavos que trabajaban en las haciendas de cacao. No está ubicado junto al mar. En aquellas épocas los pueblos se construían a cierta distancia de la costa por temor al asalto de los piratas.

Se dice que es una de las más hermosas playas de Venezuela.  Su verdadero nombre es Playa Grande, pero por su proximidad con el pueblo colonial de Choroní, se la conoce como playa de Choroní. El pueblo tiene hermosas casas coloniales alrededor de una plaza central. La playa está bordeada de una frondosa selva tropical con abundancia de palmeras cocoteras. Está ubicada en el Estado de Aragua, donde se dice que están las playas más hermosas de toda Venezuela.

 

Los esclavos que trabajaban en las haciendas vivían allí y los habitantes actuales mantienen las tradiciones del continente africano. Prácticamente todas las noches se reúnen en el malecón grupos de jóvenes para bailar “la mina” o “el tambor”. La mina es un tambor muy largo tocado por varias personas. Al ritmo de su música se forma un corro de jóvenes en el centro del cual bailan una mujer y un hombre. El hombre, siempre bailando el ritmo africano hace sus asaltos. Si la dama lo acepta siguen bailando. Si lo rechaza, sale del círculo y deja el lugar a otro candidato para que pruebe su suerte. El entretenimiento es para ellos. Para los turistas, curiosos, es todo un espect{aculo que además tiene la ventaja de ser absolutamente gratuito.

El malecón de Puerto Colombia es un sitio ideal para caminar, sentarse en la noche, de encontrar otra gente, comprar algo a los artesanos, comerse un áncho o hamburguesa. En los fines de semana aquí es donde los tambores de Choroní tocan su música, y la gente canta y baila con ellos. 

De la playa, podría decirse que el Caribe tiene muchs como esas: arenas blancas, palmeras bordeando la medialuna de arena, azuas increíblemente azules. Y sin embargo Choroní es diferente. Por ese aislamento a que lo condena la cadena montañosa  tropical  está menos contaminado de turismo, está puro. Allí se siente, se ve, se percibe la historia africana de sus habitantes.

 

De todos modos, sí hay turismo todos los años el 24 de junio se celebra San Juan Bautista, un acontecimiento que atrae a muchos turistas nacionales e internacionales y se celebra con danzas alrededor de los típicos tambores.

El parque “Henri Pittier” que cubre las laderas de las montañas fue el primer parque nacional de Venezuela (1937). Alberga 550  especies de pájaros , la mayor diversidad del mundo. El parque tiene selvas tropicales y las nubes y neblinas de la cumbre  le dan una riqueza única en flora y fauna. A lo largo del camino hay todavía muchas haciendas de cacao del pasado colonial. Esas plantaciones están protegidas por el sol  por enormes árboles de abundante vegetación. El camino que atraviesa el parque y cruza la montaña fue construido alrededor de 1920 por prisioneros. Lo hicieron de tierra.l Solo alrededor de 1970 se comenzó a pavimentarlo.

Puerto Colombia, a tres lkilómetros del pueblo, siempre fue el puerto de choroní.  En los tiempos de la colonia los barcos de España y Holanda entre otros, arribaban a él para embarcar cacao, café y azúcar para llevar a Europa.

Choroní tiene una interesante vida nocturna. El malecón(costanera)  es el lugar para paserar desdepués de un día en la palya, tomar un trago y mirar los puestos de artesanías. Hay pequeños bares donde  se pasan las horas sin darse cuenta. E# lugar es seguro . Tiene muy poca criminalidad y se puede caminar por cdualquiera de sus rincones durante la noche sin ninguna preocupación.

Para comer

En Choroní existen pequeños restaurantes con diversidad de platos que complacen los gustos más conservadores, los más modernos y los aventureros también. Pero lo mejor de lo mejor, las empanadas de cazón que ofrecen los vendedores a quienes tranquilamente toman sol en la playa.

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