Carbohidratos: ¿sí o no? Más o menos, sostiene el marketing

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Estados Unidos vive la fase descendente de las dietas con pocos carbohidratos. Pero ¿cuál es la estrategia adecuada para quienes fabrican pastas? ¿sumarse a la tendencia o ignorarla? Ni lo uno ni lo otro.

A criterio de varios expertos, todo depende de cómo la industria alimentaria vea el fenómeno y su futuro. Los empresarios que lo consideren una simple moda no debieran invertir más de lo estrictamente necesario en productos dietéticos. Por el contrario, quienes apuesten a una tendencia de largo aliento serán proclives a desarrollar líneas enteras.

En el plano comercial, los analistas estiman que los supermercados no perderán nada manteniendo góndolas separadas para alimentos escasos en carbohidratos. No obstante, fabricantes e intermediarios debieran recordar sus valores nutricionales y explicar a la gente que su sola presencia no convierte un alimento en perjudicial. En esta materia, algunos países europeos están más avanzados que Estados Unidos.

Las dietas tipo Atkins, por cierto, han monopolizado la atención durante los últimos años y, hoy, muchos consumidores, pueden creer que lanzar líneas bajas en carbohidratos es una decisión simple. No lo es, por eso la clave reside en resolver si estas dietas significan, o no, un cambio genuino en hábitos. Por supuesto, es muy difícil dilucidar la incógnita y esto les dificulta las cosas a los productores.

EE.UU. ha pasado el pico de la “manía dietética”. No obstante, la onda anticarbohidratos tendrá efectos a largo plazo, similares a los de modas anteriores (vg., la de alimentos libres de grasas). Hoy el público no se centra en el tema grasas, pero esos productos siguen en mercado y los compradores los tienen en cuenta como opción.

El experto David Reibstein, que mantiene una dieta libre de hidrocarburos desde hace cinco años, afirma que no es una manía pasajera. “Cierta gente se preocupa mucho de controlar el peso. La mayoría de dietas mágicas no funciona, claro; pero las bajas en carbohidratos se han mantenido bastante tiempo y seguirán haciéndolo. Tanto que una compañía no puede darse el lujo de quedarse afuera, porque sería un riesgo de marketing”.

Otro analiosta, Stephen Hoch, no comparte el entusiasmo por las dietas sin carbohidratos. “Francamente, son otro aporte a una larga serie de efímeras modas que aparecieron y desaparecieron en los últimos treinta, cuarenta años. Hace algunos meses, empecé a ver llamativos carteles en una góndola de mi supermercado habitual. Ofrecían productos bajos en carbohidratos, exactamente como, antes, publicitaban alimentos sin grasas, sin azúcar o bajos el colesterol. Todo sonaba ridículo”.

Pese a ello, los fabricantes de pastas y productos de panadería no tienen otra alternativa que ofrecer opciones sin carbohidratos, junto con sus líneas normales. Sin duda, las empresas deben avanzar con cautela y experimentar antes de lanzarse a la pileta. Según Hoch, “sería miope esconder la cabeza como un avestruz y no hacer nada”.

Otra especialista en marketing, Barbara Kahn, estima que las panaderías debieran ofrecer líneas con y sin carbohidratos, pero sólo si las segundas satisfacen a un segmento específico. “Mercado para pan común siempre habrá -señala-, mas el de variantes libres de carbohidratos dependerá del gusto y el aspecto de los productos”.

Pero también es importante para el consumidor “saber que los fabricantes no usan ingredientes considerados insalubres”. En este plano, la experta agrega: “si los productos bajos en carbohidratos cuestan más y están al alcance sólo de ciertos estamentos sociales, quedarán fuera grupos de menores ingresos”.

Por un panadero, la tarea es difícil. “Uno no sirve pan o afines con algo encima para hacerlos más saludables. De entrada, la gente los considera perjudiciales”, observa Reibstein. Este marketinero subraya que una clave en el éxito de alimentos bajos en carbohidratos es hasta qué punto los productos están libres de ese factor.

“Los aficionados a dietas exigen que el pan sea verdaderamente más bajo en carbohidratos. Cuando un producto se percibe así, su éxito queda asegurado. Hace algunos años, un fabricante de gaseosas presentó una semidietética, con sólo 55 calorías por botellita. Había, sin duda, menos que en una gaseosa normal… pero muchísimas más que en la realmente dietética, que suele contener apenas una”.

Sea como fuere, la obsesión anticarbohidratos ha llegado para quedarse, pero quizás en el largo plazo no tenga mayor impacto en la venta de alimentos normales. En tanto hoy más norteamericanos hacen dieta que hace cincuenta años, aunque el consumo general de carnes rojas, pescado, verduras, legumbres y otros grupos alimenticios principales no haya cambiado su perfil en dos generaciones.

A criterio de varios expertos, todo depende de cómo la industria alimentaria vea el fenómeno y su futuro. Los empresarios que lo consideren una simple moda no debieran invertir más de lo estrictamente necesario en productos dietéticos. Por el contrario, quienes apuesten a una tendencia de largo aliento serán proclives a desarrollar líneas enteras.

En el plano comercial, los analistas estiman que los supermercados no perderán nada manteniendo góndolas separadas para alimentos escasos en carbohidratos. No obstante, fabricantes e intermediarios debieran recordar sus valores nutricionales y explicar a la gente que su sola presencia no convierte un alimento en perjudicial. En esta materia, algunos países europeos están más avanzados que Estados Unidos.

Las dietas tipo Atkins, por cierto, han monopolizado la atención durante los últimos años y, hoy, muchos consumidores, pueden creer que lanzar líneas bajas en carbohidratos es una decisión simple. No lo es, por eso la clave reside en resolver si estas dietas significan, o no, un cambio genuino en hábitos. Por supuesto, es muy difícil dilucidar la incógnita y esto les dificulta las cosas a los productores.

EE.UU. ha pasado el pico de la “manía dietética”. No obstante, la onda anticarbohidratos tendrá efectos a largo plazo, similares a los de modas anteriores (vg., la de alimentos libres de grasas). Hoy el público no se centra en el tema grasas, pero esos productos siguen en mercado y los compradores los tienen en cuenta como opción.

El experto David Reibstein, que mantiene una dieta libre de hidrocarburos desde hace cinco años, afirma que no es una manía pasajera. “Cierta gente se preocupa mucho de controlar el peso. La mayoría de dietas mágicas no funciona, claro; pero las bajas en carbohidratos se han mantenido bastante tiempo y seguirán haciéndolo. Tanto que una compañía no puede darse el lujo de quedarse afuera, porque sería un riesgo de marketing”.

Otro analiosta, Stephen Hoch, no comparte el entusiasmo por las dietas sin carbohidratos. “Francamente, son otro aporte a una larga serie de efímeras modas que aparecieron y desaparecieron en los últimos treinta, cuarenta años. Hace algunos meses, empecé a ver llamativos carteles en una góndola de mi supermercado habitual. Ofrecían productos bajos en carbohidratos, exactamente como, antes, publicitaban alimentos sin grasas, sin azúcar o bajos el colesterol. Todo sonaba ridículo”.

Pese a ello, los fabricantes de pastas y productos de panadería no tienen otra alternativa que ofrecer opciones sin carbohidratos, junto con sus líneas normales. Sin duda, las empresas deben avanzar con cautela y experimentar antes de lanzarse a la pileta. Según Hoch, “sería miope esconder la cabeza como un avestruz y no hacer nada”.

Otra especialista en marketing, Barbara Kahn, estima que las panaderías debieran ofrecer líneas con y sin carbohidratos, pero sólo si las segundas satisfacen a un segmento específico. “Mercado para pan común siempre habrá -señala-, mas el de variantes libres de carbohidratos dependerá del gusto y el aspecto de los productos”.

Pero también es importante para el consumidor “saber que los fabricantes no usan ingredientes considerados insalubres”. En este plano, la experta agrega: “si los productos bajos en carbohidratos cuestan más y están al alcance sólo de ciertos estamentos sociales, quedarán fuera grupos de menores ingresos”.

Por un panadero, la tarea es difícil. “Uno no sirve pan o afines con algo encima para hacerlos más saludables. De entrada, la gente los considera perjudiciales”, observa Reibstein. Este marketinero subraya que una clave en el éxito de alimentos bajos en carbohidratos es hasta qué punto los productos están libres de ese factor.

“Los aficionados a dietas exigen que el pan sea verdaderamente más bajo en carbohidratos. Cuando un producto se percibe así, su éxito queda asegurado. Hace algunos años, un fabricante de gaseosas presentó una semidietética, con sólo 55 calorías por botellita. Había, sin duda, menos que en una gaseosa normal… pero muchísimas más que en la realmente dietética, que suele contener apenas una”.

Sea como fuere, la obsesión anticarbohidratos ha llegado para quedarse, pero quizás en el largo plazo no tenga mayor impacto en la venta de alimentos normales. En tanto hoy más norteamericanos hacen dieta que hace cincuenta años, aunque el consumo general de carnes rojas, pescado, verduras, legumbres y otros grupos alimenticios principales no haya cambiado su perfil en dos generaciones.

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