Adidas-Reebok: la fusión hace millonaria a una campesina

Una señora croata, cuyo nieto opera en Wall Street, ha sido acusada por “insider trading”. O sea, uso ilegal de datos internos. En este caso, sobre la toma de Reebok por parte de Adidas.

10 agosto, 2005

Sonja Anticevič (88 años) es una campesina de Omiš, Croacia, un pueblo de 15.000 almas. Aunque la señora jura ignorar el asunto, parece que un nieto suyo –audaz operador de 25 años que vive en Nueva York- la involucró en una maniobra de “insider trading”.

Sabiendo de antemano, debido a contactos en la firma norteasmericana, que Reebok iba a ser absorbida por la alemana Adidas, el imaginativo pariente compró acciones Reebok y vendió acciones Adidas; no sólo en Nueva York. Pero dejó algunos hilos sueltos.

Para empezar, Sonja sólo tiene una jubilación de más o menos 260 dólares mensuales. Para seguir, su nombre identicaba una serie de veloces transacciones –“calls” y “puts”- que finalmete generó utilidades por dos millones. Cuando se lo dijeron, la mujer quiso morirse: la suma le resultaba inconcebible.

Para peor, su nieto se había esfumado y no respondía el teléfono. Algunos suponen que el especulador había resuelto borrarse hasta que se asentara la polvareda. Otros sospechan que el delito estaba encapsulado en otro: robo virtual de identidad. Si fuera así, alguien metió las pata y la señora croata acabó convertida en millonaria.

Sonja Anticevič (88 años) es una campesina de Omiš, Croacia, un pueblo de 15.000 almas. Aunque la señora jura ignorar el asunto, parece que un nieto suyo –audaz operador de 25 años que vive en Nueva York- la involucró en una maniobra de “insider trading”.

Sabiendo de antemano, debido a contactos en la firma norteasmericana, que Reebok iba a ser absorbida por la alemana Adidas, el imaginativo pariente compró acciones Reebok y vendió acciones Adidas; no sólo en Nueva York. Pero dejó algunos hilos sueltos.

Para empezar, Sonja sólo tiene una jubilación de más o menos 260 dólares mensuales. Para seguir, su nombre identicaba una serie de veloces transacciones –“calls” y “puts”- que finalmete generó utilidades por dos millones. Cuando se lo dijeron, la mujer quiso morirse: la suma le resultaba inconcebible.

Para peor, su nieto se había esfumado y no respondía el teléfono. Algunos suponen que el especulador había resuelto borrarse hasta que se asentara la polvareda. Otros sospechan que el delito estaba encapsulado en otro: robo virtual de identidad. Si fuera así, alguien metió las pata y la señora croata acabó convertida en millonaria.

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