¿Tiene futuro el Mercosur?

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Es un momento muy difícil para el bloque regional. Para la Argentina se trata de un momento de relevancia especial: el Mercosur es el principal destino de las exportaciones y ha sido la mayor experiencia de relacionamiento internacional. Por eso nos preguntamos ¿tiene futuro el Mercosur?. Destacadas personalidades responden aquí el interrogante.

Es un momento muy difícil para el bloque regional. Enfrenta dos problemas principales. Por un lado el comercio intrarregional está afectado por restricciones que contrarían el espíritu de un acuerdo que tiene desde su origen por objetivo liberar los flujos comerciales entre sus miembros; y por el otro, se encuentra ante aparentes diversas posiciones (divergentes) de sus miembros en relación con el futuro y la inserción extra bloque del acuerdo: la revivida negociación por un tratado de libre comercio con la Unión Europea ha puesto a Brasil, Uruguay, Paraguay y Argentina ante la necesidad de definir no ya una propuesta para una negociación con Europa sino una postura estratégica para el futuro institucional del bloque.
Para la Argentina se trata de un momento de relevancia especial: el Mercosur es el principal destino de las exportaciones y ha sido la mayor experiencia de relacionamiento internacional (mientras en 1980 la Argentina exportaba a Brasil menos de US$ 800 millones, en 2014 exportó a su principal socio US$ 15.000 millones, y en 30 años Brasil duplicó su participación porcentual en las exportaciones argentinas).
En 2014, la Argentina exportó al resto del bloque US$ 20.000 millones (de un total de casi US$ 72.000 millones a todo el mundo).

Logros importantes
El Mercosur ideal y el que es posible
Aldo Ferrer (*)

En el Mercosur, la integración tiene lugar entre países que enfrentan, simultáneamente, el desafío de avanzar en la construcción de sus propios desarrollos nacionales y transformar su inserción en el orden mundial globalizado. Esta circunstancia caracteriza la complejidad del Mercosur y condiciona la estrategia integracionista. 
Surgen así dos aproximaciones distintas. Una de ellas, desde la perspectiva del Mercosur ideal; la otra, desde la del Mercosur posible. La primera considera que el Mercosur ha fracasado porque no ha logrado cumplir los requisitos de la existencia de un mercado común. La segunda sostiene que el Mercosur es mucho más que el Tratado de Asunción. Abarca procesos dentro de una realidad geográfica, histórica, económica y cultural, que se despliega en planos múltiples, dentro de los cuales, las metas del Tratado son solo algunos de sus componentes. 
Cuando se evalúa la experiencia, en el contexto de la realidad de la región, se advierte que el Mercosur ha conseguido logros importantes. Ha sido y es un proyecto positivo para fortalecer la seguridad interna y externa, la paz y la democracia. Es el ámbito donde se despliega la voluntad política de los estados miembros en la búsqueda de la convergencia y las respuestas solidarias a los problemas comunes. Se verifica, asimismo, el estrechamiento de las relaciones en todos los planos, incluyendo la adopción de posiciones conjuntas frente al resto del mundo (como en el caso de ALCA y la OMC) y la resolución definitiva de antiguas desinteligencias entre Argentina y Brasil (como, por ejemplo, los objetivos del desarrollo nuclear). Los avances son considerables y marcan una diferencia notable con la situación existente al tiempo de la firma del Acta de Foz de Iguazú, por los presidentes de Argentina y Brasil, en 1985, acontecimiento que es la auténtica partida de nacimiento del Mercosur.
En conclusión, el Mercosur conserva plena vigencia para ejecutar multiplicidad de acciones convergentes y posibles en un espacio solidario, que sean funcionales a los respectivos desarrollos nacionales. No es viable dejar librada la integración a las fuerzas del mercado, en una aproximación esencialmente comercialista. Debe ser, en cambio, un proceso administrado, suficientemente firme y flexible, para abrir simultáneamente oportunidades, a todos sus miembros, consistentes con su propio desarrollo y transformación interna que, incluye, en primer lugar, expandir el empleo y promover el desarrollo social.

(*) Economista, ha sido ministro y diplomático. Autor de libros con gran repercusión en temas económicos y políticos.

Alta volatilidad
Parte activa en los cambios mundiales
José Botafogo Gonçalves (*)

El año de 2015 puede, en un futuro próximo, ser indicado como el punto de partida de una nueva realidad sudamericana a la luz de 
los importantes cambios que tienen lugar en la mayoria de los países que componen la región, los cuales se combinan con una realidad mundial en proceso de profundas alteraciones geopolíticas.
Vamos hacer un recorrido geográfico.
La crisis económica argentina está próxima a su fase terminal por la combinación de alta inflación e insolvencia de la balanza de pagos. En el campo político, las elecciones presidenciales en el próximo mes de octubre prometen un alejamiento por parte del futuro presidente, del kirchnerismo exacerbado de Cristina Fernández.
En Brasil, el despilfarro de la hacienda pública, la recesión y la inflación comprometen gravemente la viabilidad política del mandato de Dilma Rousseff.
Bolívia se aleja del bolivarianismo practicando una política macroeconómica ortodoxa, recibe felicitaciones del FMI e ingresa al Mercosur donde se encuentran sus dos vecinos más relevantes desde el punto de vista de la venta de energía. Venezuela tendrá elecciones en breve y Maduro no se sostiene como líder incontestable del país.
Colombia, Perú y Chile buscan reforzar sus vínculos con el mundo asiático y abandonan el proteccionismo nacionalista como principal instrumento de sus políticas de comercio internacional.
Ecuador sufre con la caída del precio del petróleo y no sabe cómo conciliar su nacionalismo de izquierda con el hecho de que el dólar estadounidense sea su moneda nacional.
No se necesita mucha sofisticación analítica para darse cuenta de la alta volatilidad de la coyuntura sudamericana, independientemente de cada preferencia nacional por políticas de derecha o de izquierda.
Afuera de Sudamérica, la Unión Europea llega al límite máximo de su expansión hacia el este en virtud de la crisis de Ucrania, y al sur por fuerza del dramático salvataje de Grecia.
China se ve obligada a bajar  dramáticamente su velocidad de crucero y los exportadores sudamericanos son los 
que más sufren con eso. Rusia busca reconstruir su imperio eslavo-cristiano-ortodoxo, tarea que requiere medios financieros y militares de los que Putin no dispone.
El único país que más fracasa en sus intervenciones militares y más gana en poder político y económico es Estados Unidos de América.
Revolución energética, acuerdos históricos con Cuba e Irán y distanciamiento del gobierno israelí de Netanyahu, hacen de Barack Obama el más innovador líder de la actualidad. Cuanto más se aproxima del final de su gobierno, más violenta oposición sufre por parte del Partido Republicano.
Pero también más desmiente que se le pueda atribuir la famosa expresión de “lame duck”, o pato rengo.
Como alguien dijo, hacer previsiones es siempre riesgoso, especialmente cuando se trata del futuro. Para los pueblos del Mercosur hay dos caminos a elegir; uno, asistir pasivamente a los cambios mundiales y sufrir sus consecuencias; o dos, tomar parte activa en los cambios mundiales, reconociendo que juntos tenemos garantizado un rol creciente entre los protagonistas de ese mundo futuro.
¿Qué tal si elegimos la opción correcta?

(*) Abogado, diplomático, profesor universitario. Ex ministro de Industria, Comercio y Turismo durante el mandato de Fernando Henrique Cardoso (1995-2003).

Enorme potencial
El foco debe volver al plano económico
Luis Secco (*)

El Mercosur como iniciativa de integración regional ha priorizado la integración política por sobre la integración económica. A mi juicio, para que tenga futuro, se requiere un profundo cambio de énfasis. El foco debe volver a lo económico, a la integración entre los países del bloque y del bloque con el resto del mundo. Lamentablemente, los gobiernos del acuerdo subregional profesan, si bien con algunas diferencias, ideologías que favorecen el proteccionismo y la intervención estatal y que desconfían de los beneficios de la apertura y la competencia internacional. Por lo tanto, mientras prevalezcan estas orientaciones, resultará muy difícil que el Mercosur arroje resultados que vacíen de sentido las especulaciones que sistemáticamente se hacen sobre su viabilidad o incluso sobre su misma razón de ser.
La falta de progreso del Mercosur se vuelve más visible cuando se lo compara con los avances del otro bloque regional, la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Chile y Perú). Formada en 2011, y veinte años más joven que el Mercosur, los países de la Alianza han avanzado mucho más rápido en la formación de un mercado común y, sobre todo, han hecho del bloque una plataforma para la concreción de tratados de libre comercio con los Estados Unidos, la Unión Europea y una gran cantidad de países del Asia Pacífico.
El Mercosur tiene futuro. Pero para poder aprovechar su tremendo potencial (recordemos que, considerado como bloque comercial, se trata del principal productor de alimentos y cuenta con las mayores reservas energéticas y mineras del mundo) tendría que imitar a los países de la Alianza del Pacífico tanto en sus políticas de apertura e integración comercial como, y sobre todo, en sus políticas económicas internas. Recordemos que, en su acta constitutiva, los países de la Alianza establecieron que para poder integrarse, deben estar en vigencia, dentro de sus fronteras, el estado de derecho, la democracia, el orden constitucional y el libre mercado.

(*) Economista.

Obligado replanteo
Una integración productiva, nueva
Mariano Lamothe (*)

Cuando se analiza la historia del Mercosur, lo que resalta con mayor nitidez es el elevado grado de volatilidad que caracteriza a los países miembros. Esto ha obligado a mantener cierta flexibilidad en la fusión otorgando un mayor margen en la ejecución de políticas individuales que resultan imprescindibles sobre todo en el marco de inestabilidad de los últimos años. 
El mundo cambia vertiginosamente y los desafíos se van acumulando en un bloque que adolece de capacidad para adaptarse a los tiempos actuales, con escenario interno de rendimientos desparejos en el que conviven distintas estrategias de desarrollo y países que, ante sus dificultades, adoptan medidas unilaterales que impactan en los socios. 
Y en este contexto, el bloque tiene una agenda de escaso contenido económico que obliga a revisar su estructura a fin de adaptarla a los nuevos desafíos. Los escasos avances en el relacionamiento plantean la necesidad de una asociación estratégica con la Unión Europea y para los socios, Argentina es identificada como la responsable de esta dilación diplomática. Indudablemente, la escasez de divisas y la intervención en los flujos de comercio para evitar un empeoramiento de la restricción externa, se ven como un obstáculo para cualquier negociación. 
Lo que está claro es que en los últimos años el avance del bloque en ejes prioritarios como la internacionalización de la normativa, el financiamiento, los incentivos para atraer inversiones y también, el relacionamiento fue escaso. La prioridad entonces debe apuntar a una integración productiva enfocada en la industria, centralizando los esfuerzos en el diseño de políticas que prioricen la competitividad regional para lograr el ingreso a nuevos mercados. 
Es menester también diseñar una estrategia de complementación productiva, potenciando los procesos y la constitución de cadenas productivas regionales, contando con la colaboración de los gobiernos de todos los países. 
El Mercosur es una construcción política, institucional y administrativa que responde a fuertes objetivos estratégicos. Hoy es clave un replanteo de la integración regional, ya que la inserción en el mundo reclama una nueva estructura productiva diversificada y competitiva.

(*) Gerente de Análisis Económico de ABECEB.

Logros y déficits
Algunos objetivos se quedaron en el camino
Ignacio Bartesaghi (*)

Para responder sobre el futuro del Mercosur, sería necesario hacer una evaluación profunda de los 24 años de existencia del proceso de integración, ejercicio que de todas formas podría llevarnos a conclusiones algo arriesgadas. Por tanto, para al menos acercarse a una respuesta, corresponde realizar un análisis de los avances en los principales componentes de la agenda del proceso integración.
En las últimas dos décadas, el Mercosur ha cumplido con parte de sus objetivos fundacionales, mientras que otros quedaron por el camino. Entre los logros destacables, se encuentra el inicio de apertura de las economías de la región a partir de los compromisos asumidos entre los miembros del bloque, lo que reflejó un aumento del comercio intrarregional por la importante baja de los aranceles. 
El avance fue complementado por una armonización de algunas normas comerciales y por la implementación parcial de un arancel externo común. Entre sus desafíos, todavía están el establecimiento de una unión aduanera y un mercado común, metas que cabe recordar están plasmadas en los tratados originarios que constituyeron el proceso de integración. Asimismo, debe reconocerse que el ritmo de apertura comentado inicialmente pronto se enlenteció, debido a la implementación de medidas proteccionistas que comenzaron a afectar el libre tránsito de mercaderías entre los miembros y al escaso dinamismo presentado por la agenda externa del bloque.
Otro componente de la agenda que podría resaltarse tiene que ver con la institucionalidad del Mercosur, área en la que se han alcanzado logros destacables, como la conformación de una secretaría, un sistema de solución de controversias, un parlamento (aún en desarrollo primario), así como otro gran número de órganos, fondos y programas que hasta la fecha se encuentran operativos y que en algunos casos están en proceso de profundización. Respecto a este punto, el principal desafío tiene que ver con el respeto a las instituciones por parte de los miembros, ya que el solo hecho de crearlas y mantenerlas en funcionamiento, no necesariamente garantiza el cumplimiento de los objetivos propuestos.
En el último tiempo, la agenda política y social del Mercosur se ha visto fortalecida, aspecto que si bien debería ser resaltado, no lo es cabalmente debido al abandono en paralelo de la agenda estrictamente económica y comercial, justo en momentos en que a escala internacional se dan reformas que están reconfigurando un nuevo escenario global, que exige nuevas definiciones en áreas que desde tiempo atrás no son debatidas en el ámbito regional.
Por último, es necesario recordar que el estricto cumplimiento de las normas aprobadas legítimamente por los órganos con capacidad decisoria del Mercosur, así como el respeto irrestricto de los laudos arbitrales aprobados en el marco del sistema de solución de controversias del bloque, es el único camino posible para que el Mercosur tenga futuro. En caso contrario, los miembros, pero especialmente los de menor poder económico relativo, pierden incentivos para formar parte del Mercosur y no encontrarán en el bloque una respuesta favorable a la pregunta realizada: ¿Tiene futuro el Mercosur?

(*) Director del Departamento de Negocios Internacionales e Integración de la Universidad Católica del Uruguay. Doctor en Relaciones Internacionales.

Actualizar y revitalizar
Todo depende de la voluntad política
Marco Lavagna (*)

El Mercosur es la principal alianza estratégica que posee nuestro país para su inserción internacional. Se trata de un esquema integrador que no se agota en cuestiones meramente comerciales y su relevancia se extiende a los ámbitos económico, político, social, energético, de seguridad regional e infraestructura, entre varios otros.
Si bien resulta innegable que dicha plataforma estratégica ha perdido impulso y competitividad, ello no significa que el Mercosur no tenga futuro. Lo tiene, pero depende de la voluntad política real de sus integrantes. Resulta vital entonces asumir que el futuro del Mercosur se construye, no se espera. 
Por ello, tenemos que actualizar y revitalizar al Mercado Común del Sur y reinterpretar sus desafíos en un nuevo contexto regional y mundial, caracterizado por escenarios como la Alianza del Pacifico (AP) y los mega?acuerdos regionales (TPP, TTIP y RCEP). Sobre todo, si lo que se busca es expandir el alcance de nuestra política comercial externa con la mirada puesta en las economías emergentes del Asia?Pacífico, sin desmontar el vínculo estratégico que nos une a nuestro principal vecino y socio, Brasil.
No obstante, es conveniente actuar con un “pragmatismo cauteloso” frente a las oportunidades dinámicas que ofrecen la Alianza del Pacífico y las mega-negociaciones en curso. Así, por ejemplo, una “convergencia virtuosa” entre el Mercosur y la AP solo será posible para la Argentina si ella es capaz de integrar su aparato productivo e industrial a las cadenas de valor de alcance regional y global, como camino para recrear su impulso exportador, sumarle valor agregado y ganar competitividad. 
En este sentido, corresponde advertir que la estructura productiva y social de nuestro país es muy distinta a la de Chile a la hora de analizar el impacto que produce en sus economías asociarse en mercados libres de tarifas. En efecto, si la Argentina decide posicionarse como un “puente” entre el Mercosur y la AP, deben estudiarse con especial cuidado las consecuencias que la eliminación sin más de barreras puede provocar sobre su matriz industrial, laboral y ambiental.
En definitiva, el proceso de cambio que se iniciará en el país con el próximo periodo constitucional abre una ventana de oportunidad para que desliguemos los flujos de comercio de concepciones ideológico-doctrinarias de alcance doméstico y permitamos que la política exterior argentina se revitalice con base en el “interés nacional” y con resultados más palpables.

(*) Presidente de Ecolatina.

Una nueva visión
Los objetivos no se cumplen
Marcelo Elizondo (*)

En los últimos años, los negocios internacionales en el Mercosur se debilitan. En 2014 las exportaciones del bloque cayeron 9,6%. Habían ya caído en 2013 (descenso de 1%) y en 2012 (retroceso de 2,2%), mientras las exportaciones mundiales crecieron 2,8% en 2014. Y se prevé que este año crecerán 3,3%. 
Los principales objetivos del bloque no se cumplen. El arancel externo común está afectado por numerosas excepciones, la prevista eliminación de restricciones al comercio intra región está afectada por los límites a las importaciones, la integración productiva está interrumpida por obstáculos a la inversión transfronteriza entre sus miembros, la coordinación de políticas macroeconómicas ha sido sustituida por diferencias sustanciales entre los países.
Todo ello debe ser corregido. 
Pero una oportunidad aparece en el horizonte. El pasado 17 de julio en la Cumbre del Mercosur se insistió en la relevancia de que la negociación de un tratado de libre comercio con la Unión Europea corresponda al bloque en su conjunto, luego de que Brasil (su Presidente ha reformulado su relación con EE.UU.) y Uruguay han manifestado su vocación de mayor internacionalidad (inclusive el inicio de un diálogo con la Alianza del Pacífico). No es un hecho, sino una nueva visión. 
Detrás de ello se encuentra una trascendente transformación posible para el Mercosur: de ser un bloque regional que prevé condiciones de negocios “hacia adentro”, pasaría a estar incorporándose al movimiento de negociaciones económicas internacionales entre bloques que está ocurriendo en el mundo y que incluye a países que en su conjunto representan dos terceras partes del producto bruto global. Significaría la atenuación o desaparición de la divergencia de los últimos años en nuestra región, entre países más dinámicos en la integración económica internacional (Chile, Perú, Colombia) y países más reacios a los acuerdos internacionales (el Mercosur estuvo entre ellos hasta ahora)
El presente (fatiga) del bloque puede corregirse con un futuro (oportunidades). Depende de sus miembros y especialmente de cómo se lideren los nuevos tiempos del bloque.

(*) Director General de la consultora DNI.

Nueva etapa
Una visión común del futuro regional
Lucas Daniel Arce (*)

Desde su creación en 1991, el Mercosur ha tenido un desempeño económico y político cambiante aunque levemente positivo. No obstante, en los últimos 3 años, la integración regional ha sufrido un estancamiento a partir de la falta de acompañamiento de la Argentina a la decisión que daba inicio al proceso de eliminación del doble cobro arancelario. Además, la agenda política ha sufrido fuertes reveses tales como la suspensión anómala de Paraguay dentro del Mercosur y la subsecuente entrada forzada de Venezuela. Estos hechos han debilitado la credibilidad externa y golpeado la legitimidad interna del bloque. Desde entonces, las cumbres se han convertido en meras formalidades, a excepción de las negociaciones con la Unión Europea por un acuerdo de libre comercio.
Sin embargo, los países del Mercosur tienen una visión común del futuro regional que sorprendentemente no ha desaparecido, y que se ha ido alimentado de los pequeños éxitos a escala económica, política y social que han conseguido a través de la integración. 
Por ello, es importante reconocer las reales posibilidades del bloque, descartando aquellas iniciativas y objetivos que no conforman parte de la realidad actual de los países, y sumando las nuevas temáticas que impulsarían la sostenibilidad y competitividad del bloque: el área aduanera común, la creación de infraestructura común para el comercio intrazona, medidas para impulsar la creación de cadenas de valor regionales a escala sudamericana, y la creación de una agenda de negociaciones externas, así como el alcance de un acuerdo beneficioso para los países de la región con la Unión Europea.
Por ende, el principal desafío del Mercosur es redimensionarse en base a sus éxitos y fracasos, para avanzar a una nueva etapa de integración. Así, es necesario repensar el Tratado de Asunción, para profundizar las relaciones económicas y comerciales de los socios fijándose metas realistas, con ganancias igualmente distribuidas entre las economías grandes y pequeñas.

(*) Investigador en Economía Internacional ? Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (CADEP). Profesor de Relaciones Económicas Internacionales, Universidad de Belgrano.

Buscar simetrías macroeconómicas
Hay que ampliar la escala del mercado
Ariel Coremberg (*)

Los acuerdos de integración con nuestros socios comerciales, especialmente el Mercosur, son indispensables y por eso mismo tienen futuro. Los necesitamos para ampliar la escala del mercado y pensar en términos globales: reducir costos fijos medios incrementando la competitividad sin devaluar. 
Aunque la realidad haya ido tomando otro rumbo, hoy hace falta imprimirle contenido al subbloque regional empezando por procurar algún tipo de simetrías macroeconómicas entre sus miembros. 
Los desequilibrios acumulados en términos de inflación, cuentas fiscales, balanza comercial, tarifas y costos no son de una magnitud extrema como los enfrentados durante 1974-1975, 1982, 1989-1990 y 1998-2002, pero en la medida que no se ajusten y se sigan acumulando, pueden llegar a tener un impacto mayor sobre la capacidad productiva y ser más sensibles a cambios en los parámetros internacionales que nos afectan.
Debe tenerse en cuenta que la presente coyuntura internacional depara una suavización de los vientos de cola que hasta 2011 impulsaron el crecimiento de América latina y de la Argentina. Pero por primera vez en décadas, la economía argentina podría enfrentar el cambio de escenario internacional sin entrar en una profunda crisis social y económica.
Para retomar el sendero del crecimiento, la Argentina necesita recuperar la competitividad ahora en este contexto internacional menos favorable. Y para que ésta sea genuina sin caer en devaluaciones abruptas que afecten el bienestar social, resulta necesario ampliar mercados internacionales con una clara orientación estratégica donde el Mercosur se convierta en una plataforma de inserción en el comercio internacional que sustente acuerdos comerciales factibles y le dé mayor poder de negociación frente a otros bloques comerciales especialmente, China y Asia. 
Primero que nada deberían zanjarse los actuales desencuentros modificando las políticas restrictivas que se aplican en las importaciones y afectan el intercambio con los países miembros.
Luego, crear las condiciones para que haya una mayor inversión, en especial en infraestructura, que permita aumentar el stock de capital disponible reduciendo los costos fijos medios del transporte, los energéticos y otros relevantes. 
Tal como probamos en otros estudios (en conjunto con Daniel Heymann), el incremento del stock de capital (especialmente de infraestructura) durante la última década fue insuficiente para sostener el ritmo del crecimiento a largo plazo. 
También se necesita una mayor eficiencia en la organización productiva, así como la innovación tecnológica incorporada en mejores bienes de capital o generadas endógenamente por el aparato productivo para ahorrar costos e incrementar la productividad (sinónimo de la competitividad no precio). 
La posible reversión negativa de los términos de intercambio afectará mayormente a aquellas economías latinoamericanas especializadas en commodities energéticas y metálicas, y no necesariamente a las agrícolas (cuyos precios tienen baja probabilidad de retornar a niveles previos al auge, pero también de caídas extremas).

(*) Profesor de Teoría y Medición del Crecimiento Económico -UBA- y coordinador del proyecto ARKLEMS+LAND Source of Growth, Productivity and Competitiveness Database.

Una visión no optimista
Dudosa la mejora en el corto plazo
Eduardo Fracchia (*)

La heterogeneidad intra-bloque está lejos de ser lo ideal en el Mercosur. Desde su creación, sus miembros poseían objetivos y perspectivas disímiles. Para Brasil el Mercosur era una oportunidad que le permitiría reposicionarse y ser reconocido como la potencia regional en el ámbito internacional a través de un mayor poder de negociación. Para Argentina primaba un interés de expansión comercial en el proceso de desregulación y apertura económica llevado adelante durante la década de los años 90. Paraguay y Uruguay, en cambio, lo concibieron desde el principio como el acceso a un mercado más ampliado. 
A casi veinticinco años de su creación, ya sea por ineficiencias internas por otros motivos ningún miembro ha visto realizados sus objetivos iniciales ni los posteriores. Es prioritario que lo gobiernos avancen en una mejora respecto de la coordinación intra-bloque así como en la elaboración de proyectos de cooperación a largo plazo a fin de conformar un área que funcione como verdadero dinamizador de la región. Queda siempre pendiente la coordinación de asimetrías que es la gran falla respecto a la letra fundacional del Tratado de Asunción.
La difícil coyuntura por la que atraviesan Brasil y la Argentina hacen en particular dudosa la mejora del Mercosur a corto plazo ya que ambos países están enfocados en el frente interno.
Desde el punto de vista estructural es poco lo que pueden esperar los dos países más chicos del bloque. La diferencia de tamaño es muy significativa y los coloca en situación de franca debilidad.
La incorporación de Venezuela genera dudas por tratarse de un país convulsionado socialmente y con distorsiones macroeconómicas e institucionales graves. Bolivia puede ser un aporte por su contribución en el campo de la energía y por su estabilidad macro.
Argentina logró que se pacte negociar en conjunto con Europa y no individualmente como pedían Uruguay, Paraguay y Brasil. Pero la Argentina también debió aceptar un acuerdo a pedido de esos tres países: eliminar en diciembre próximo las barreras no arancelarias para el comercio interno del bloque regional. A la UE lo que le interesa es penetrar en los mercados del Mercosur con sus servicios y sus empresas. Del lado de Mercosur se tiene que negociar. Si Europa no deja pasar productos elaborados se está fortaleciendo la “reprimarización” de la matriz de producción de la región. Como conclusión mi visión a futuro del Mercosur no es optimista.

(*) Profesor del IAE.

 

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