La visita al país de un académico japonés que ya abrió caminos a tratados de libre comercio de su país con México y Chile, es la antesala de un acuerdo bilateral con Argentina, que abriría el rumbo hacia el Mercosur, y de ahí a la mini OMC que pivotea Japón con otras alianzas que abarcan al mosaico en que convirtieron al mundo el Brexit y el shock Trump.
Una inveterada pasión por las estrategias hizo desarrollar a los orientales un “ajedrez de rodear”, que nació hace unos cuatro siglos en China como Weiqi, se difundió tiempo después en Corea como Baduk e Igo en Japón, país que a finales del siglo 19 lo exportó a Europa llamándolo go. Es más que un entretenimiento lúdico. Graba en el cerebro un tablero imaginario en el que es posible desplegar piezas e ir rodeando los objetivos hasta conseguirlos.
La diplomacia nipona olfateó las dificultades para que llegara a buen puerto una ronda de negociación multilateral (conocida como Ronda Doha debido a que se había iniciado en Qatar), a través de la cual los 157 países miembros de la Organización Mundial del Comercio se habían propuesto liberalizar las transacciones internacionales de bienes y servicios y atender las necesidades de los menos desarrollados.
Sus representantes siguieron concurriendo disciplinadamente a cada convocatoria de la OMC con libreta de apuntes, pero optaron por recorrer un camino alternativo, no excluyente, para converger: comenzó en 2002 a celebrar los 21 tratados bilaterales que en total lleva concretados. Cerró con Singapur, México, Malasia, Chile, Tailandia, Indonesia, Brunei, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), Filipinas, Suecia, Vietnam, India, Perú, Australia, Mongolia y Unión Europea, y se encuentra en tratos con Corea, Consejo de Cooperación para los Estados Ãrabes del Golfo (GCC), Canadá, Colombia y Turquía.
En gran parte de esas negociaciones multilaterales de comercio, las mayores de las últimas tres décadas, le tocó especial protagonismo al hoy profesor de Economía Política Internacional, Facultad de Gestión de Políticas, Shonan Fujisawa Campus (SFC), Universidad de Keio, quien acaba de ser invitado a disertar en la Universidad Torcuato Di Tella sobre “Japón, su estrategia comercial y lazos económicos con América Latina”.
Constituyó un approach académico, más parecido al tenístico que al ajedrecístico, al anuncio formulado por el embajador japonés en Argentina, Noriteru Fukushima, de que se está en vísperas de una definición muy importante entre ambos países. Consultado por la revista Mercado, Yorizumi Watanabe amplió la información: “En noviembre viene a la cumbre del G20 el Primer Ministro, ShinzÅ Abe, y se reunirá con Macri. Sería muy bueno que para ese momento se esté en condiciones de firmar un acuerdo comercial entre Argentina y Japón para poder ser anunciado en esta oportunidad del encuentro mundial”, reveló.
Lazos comerciales concatenados Precisamente, cuando expuso en el seminario la reconfiguración de los vínculos comerciales en el mundo, desde la perspectiva japonesa, que promueva alianzas y acuerdos que propendan a una economía global más abierta, señaló al Tratado Transpacífico (TPP) como la matriz para diseñar los restantes de este siglo, a la luz de los nuevos desafíos que presentan los cambios en las relaciones entre las principales potencias económicas y el resurgimiento del proteccionismo.
Marcó como hitos fundamentales:
• el firmado en Chile en marzo de este año, y que entrará en vigor después que los seis países lo ratifiquen, para mantener el impulso de un comercio más libre;
• la actualización de la red de producción en Asia Oriental entre los 16 de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP);
• el principal mega tratado de libre comercio interregional entre Japón y la Unión Europea concluido en diciembre de 2017, que se espera entre en vigor en 2019;
• la promoción del acuerdo de libre comercio Japón-Mercosur;
• la elaboración de una alianza con el Pacífico Amplio, y
• mantener el multilateralismo comercial incorporado en la OMC y, por lo tanto, mejorar la previsibilidad en los negocios internacionales.
–¿Cómo quedan la globalización y el comercio mundial tras la intervención de Trump?
–Es una disrupción muy amplia y seria, que de alguna manera no ayuda a las traders de producción. Hay mucho escepticismo de parte del Gobierno de Trump sobre el funcionamiento de los acuerdos generales del comercio global, como el de la Organización Mundial del Comercio. Pero tenemos que ver que también Estados Unidos la ha aprovechado para imponer sanciones en represalia a las que les habían aplicado a ellos. Los tres bloques: Unión Europea, China, Japón, están determinados a utilizar las herramientas que tiene la OMC, en particular para la resolución de disputas.
–¿El rol de la Organización Mundial del Comercio se limitará en consecuencia a arbitrar demandas?
–La misma idea del multilateralismo después de los acuerdos de Bretton Woods era evitar la formación de ese tipo de bloques mutuamente exclusivos de cada uno. Pero es lo que actualmente existe. Por ejemplo, ahora Japón tiene un acuerdo bilateral con la Unión Europea. Y, al mismo tiempo, está negociando uno con China, a partir de la Regional Economic Partnership (RCEP) que ambos comparten en un tratado de libre comercio con Corea y otros países del sudeste asiático. En todo caso queda de manifiesto que estos acuerdos no marcan exclusividad, porque Japón los tiene a la vez con la Unión Europea y con los otros, con lo que estamos frente a una manera distinta de integrarse, a pesar de lo que ahora desea EE.UU. y Japón hace.
–¿Pueden Trump y el Brexit creer que van ganando en la cruzada por situar al proteccionismo en el centro de la escena?
–Donald Trump ya cumplió una promesa de campaña, al generar una enorme confusión política que tornó a la diplomacia estadounidense más difícil de interpretar para las otras naciones. Dejó, eso sí, establecido que la base de todas las decisiones va a ser primero que nada, América, lo que implica relegar a todos los demás. Pero sí, situó al proteccionismo en el centro de la política económica de EE.UU. Firmó inclusive la orden ejecutiva de retirarse del TPP, pese a las advertencias de que le abriría a China la oportunidad de reescribir las reglas económicas a expensas de los trabajadores estadounidenses y, asimismo, de imponer sus propias políticas comerciales orientadas a potenciar el uso agresivo de medidas antidumping, subsidios estatales, como por sobre el acero.
–¿Y respecto del Brexit?
–El Reino Unido debería volver a ser miembro de pleno derecho de la OMC y establecer su propio arancel nacional de conformidad con el artículo II del GATT, manteniendo el libre acceso al mercado único de la Unión Europea: los productos británicos estarán sujetos a los aranceles no más favorecidos impuestos por el arancel externo común de la UE, por ejemplo, 10% en el automóvil de pasajeros, 14% en el plasma.
–Una ausencia del Tratado Transpacífico ¿pondría en peligro la mayor liberalización comercial de los tratados vigentes con Asia Oriental: China y Corea?
–Es alarmante la señal de desvinculación emitida por Estados Unidos en la región del Pacífico asiático en el momento más delicado: desarmar el tratado de libre comercio de América del Norte afectaría duramente a México, pero Japón y la Unión Europea también se verían involucrados negativamente. Ya las conversaciones entre EE.UU. y la UE sobre el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) habían ido a parar a vía muerta, principalmente, por la barrera que interpuso Alemania infravaluando al euro para explotar a los americanos y los socios de la Unión Europea. Trump opta por los acuerdos comerciales bilaterales y priorizó por ello a países que tienen superávit comercial con EE.UU., como Japón US$ 68.600 millones; México 58.400 millones, China 365.700 millones. Sin embargo, el único Tratado de Libre Comercio que mencionó fue el del Reino Unido.
–¿Sería como un dominó el cruce de alianzas que convergen en el TPP?
–Así es. El Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) proporciona un impulso a los acuerdos de libre comercio, como la Asociación Económica Integral Regional, el tratado Japón, China Corea (JCK) y la Comunidad Económica de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). En ausencia del desarrollo de la Organización Mundial del Comercio (OMC) Doha en la elaboración de normas, las reglas del TPP podrían orientar normas de inversión, competitividad y transparencia en las compras del Gobierno.
-¿Por qué Japón, con lo que significa esta visita, pone su mirada en el este de América del Sur?
–Fui el jefe negociador en el acuerdo entre Japón y México e integré el equipo de investigación en el acuerdo con Chile. Japón tiene acuerdos bilaterales con los países que miran hacia el Pacífico. Además de México y Chile, con Perú y está negociando uno con Colombia. Tenemos con el Trans-Pacific Partnership (TPP), con la Unión Europea. O sea, con todo el oeste latinoamericano, pero ninguno con los países de América del Sur ubicados hacia el este. De ahí nuestro interés en el Mercosur: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
–¿Y por qué empieza precisamente por Argentina?
–En particular porque tiene un jefe de Estado que es muy favorable al mercado. En Brasil veremos qué sucede con las elecciones, pero lo que sí sabemos es que podemos contar con el actual Presidente argentino y mi instinto me marca que debemos comenzar por acá.
–¿Qué potenciales ve Japón en el continente?
–Interesan las normas de alta calidad y la liberalización de alto nivel del acceso a los mercados con países de ideas afines, como los miembros de la Alianza del Pacífico, los de Asia Pacífico y más allá. Japón y Argentina deberían explorar todas las posibilidades para establecer un tratado de libre comercio, entre ellos, etc.
–¿Qué debería hacer Argentina para facilitar esa integración?
–La conexión de la economía doméstica al mundo es la clave para lograr competitividad. Una de las formas de hacerlo es a través de un tratado de libre comercio, con el cual se pueden liberalizar bienes, servicios, inversiones y atraer empleos a la zona. Argentina tiene que integrarse en las redes de producción, en las cadenas globales de valor. Y para poder hacerlo debe tener una apertura en el comercio y la inversión.
–¿A contramano de lo que pregona Trump?
–Le pongo el caso de Japón: en su sector agrícola, el promedio de edad de la mayoría de los agricultores es 67 años. Los jóvenes no quieren saber nada. El proteccionismo lo debilitó y le quitó competitividad. A través de la transformación hacia una mayor liberalización en el comercio lo hará competir en el mundo. Está el caso de la industria automotriz japonesa, que tiene arancel cero y disputa mano a mano los mercados sin necesidad de aranceles que le confieran una enorme fuerza y robustez internacional.
–Argentina arrastra un largo período de estancamiento de sus exportaciones y se alejó de las cadenas de valor por escasez de compañías con presencia en los mercados. ¿Qué podría hacer para reinsertarse?
–En 2005 cuando Japón y México concretaron el acuerdo, de 230 compañías japonesas establecidas se pasó a 1.100. Al aportar el acuerdo predecibilidad a los capitales y certezas sobre las bases para hacer negocios, se crearon las condiciones para mejorar la inversión y el comercio. Se radicaron empresas de primera y segunda línea. En México, la experiencia fue que Toyota o Nissan, que invirtieron allí, trajeron a pequeños proveedores de componentes, o sea que un acuerdo atrajo a las subsidiarias. Y mayor variedad de rubros que llegan a instalarse.
–¿Puede la actual crisis económica que atraviesa Argentina modificar los planes japoneses respecto de que sea la puerta de entrada al Mercosur?
–Macri es un presidente que no deberíamos perder y, a pesar de las dificultades que ahora enfrenta, está en el buen camino para el desarrollo económico de su país. A escala internacional se reconoce que ha cambiado la actitud del país y cesaron las hostilidades que caracterizaban a otros momentos y que a nadie le gusta recibir.
(Publicado originalmente en la plataforma papel, edición de septiembre de Mercado.)