Multinacionales, peones en el ajedrez mundial

 Las grandes corporaciones multinacionales no son “pobres pichoncitos”. Tienen capacidad de influir en el ámbito en donde se desempeñan, y generalmente no vacilan en hacerlo. Es más, algunas de ellas tienen predilección por demostrar su gravitación y su peso sobre los poderes públicos de los países donde les toca actuar. Por Miguel Ángel Diez

26 marzo, 2015

Pero nada es tan sencillo como aparecían en la vieja caricatura de quienes las denostan, e incluso nada se parece al ambiente en el que se movían unas cuantas décadas atrás.

El mundo ha cambiado de verdad. La guerra, que antes era el recurso tradicional para extender dominio e influencia de los países que se sentían en la obligación de ser potencias, parece ser hoy en día el último recurso.

Antes hay muchas cosas que hacer. Y las grandes empresas se suelen encontrar en el medio del fuego cruzado. Las grandes alianzas comerciales entre grupos de países, las sanciones comerciales que un bloque aplica a otro o a un país agresivo, son cambios de escenario súbitos que las afectan de modo importante.

Obvio, los países poderosos ocasionan más daño cuando aplican sanciones, pero al par que perjudicar al destinatario de los castigos, también hacer sufrir a sus propias empresas privadas de golpe de negocios que disfrutaban sin problemas.

Las sanciones de la Unión Europa a Rusia, por la agresión a Ucrania y la ocupación de Crimea, tuvieron un doble efecto. Primero, muchas grandes firmas europeas tuvieron que dejar de vender a los rusos. Segundo, las represalias rusas prohibiendo importaciones de ese origen, perjudicaron en especial a productores de alimentos europeos.

Esta es una caracterización de fenómenos frecuentes que estudia una nueva disciplina, la geoeconomía (y no ya la geopolítica).

El acuerdo Transpacífico (sobre la cuenca de ese océano, hoy escenario vital) es un intento de Estados Unidos y varios aliados regionales, con el exclusivo fin de bloquear a China. Por su parte, el banco de inversión regional auspiciado por Beijing, además de neutralizar al Banco Mundial (que se supone controlado por Washington) busca fisurar las alianzas estadounidenses (y lo está logrando como quedó claro con la incorporación de Gran Bretaña a esa entidad, y la próxima de Alemania e Italia).

En suma, las grandes corporaciones ya no son más torres y alfiles de este ajedrez global: apenas peones.

 

Por Miguel Ángel Diez

 

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