Sorprende además cierta negación o incapacidad de anticipar la dimensión de los daños.
La primera consecuencia directa es la escasez de petróleo e incluso de gas, y el importante aumento en los precios. Como respuesta a esta situación –sin exagerar la comparación con los países subdesarrollados- una verdadera flotilla de más de 40 barcos petroleros ha zarpado –y en otros casos está a punto de hacerlo- de puertos europeos con suministros para paliar la escasez.
Cuando lleguen, atracarán en los puertos cercanos que hayan sido reabiertos, tras la peor tormenta en la región en los últimos 50 años.
Harvey anuló más de una quinta parte de la capacidad de refinación de petróleo en Estados Unidos, equivalente a 4 millones de barriles diarios. Se teme escasez de combustible, que además ya tuvo un alza en su precio de 20%, el nivel más alto de los últimos dos años.
Según los primeros datos de la Agencia de Información Energética, los automovilistas, durante la semana, compraron la cifra record de 9,85 millones de barriles, anticipando dificultades en el suministro normal.
Todas las reservas disponibles de combustibles en Europa occidental han sido movilizadas de urgencia. También algunos barcos petroleros acuden desde Asia.
Es que Harvey, un huracán, derivó luego en tremenda tormenta tropical que obligó a cerrar prácticamente todas las refinerías de Texas, e incluso de la vecina Louisiana.
El comercio petrolero a futuro, registra pocas alzas para octubre. Una evidencia de que para esa fecha se supone estará normalizada la situación.
Debido a la dificultad de bombear gasolina y diesel desde Houston y su zona de influencia, el Colonial Pipeline, un oleoducto que transporta más de 2,3 millones de barriles diarios de combustibles, ha reducido sustancialmente el transporte hacia la costa este del país. El oleoducto y gasoducto que va de Houston a Chicago, dejó de operar completamente. Nada menos que 4,4 millones de barriles diarios en capacidad de refinación, han quedado fuera de operaciones.
Para completar las malas noticias, una importante planta química cerca de Houston quedó totalmente sumergida, registró explosiones y una gran humareda. Fue preciso evacuar a todos los vecinos en un radio de tres kilómetros.
La planta Arkema no tiene electricidad y por tanto no dispone de energía para enfriar algunos componentes y por ende, no puede evitar reacciones químicas que terminan en explosiones.