<strong>El mundo de ayer</strong><br />
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Stefan Zweig fue tal vez uno de los escritores europeos más renombrados del período que transcurre entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Fue un gran humanista perteneciente a esa generación excepcional de grandes científicos e intelectuales de Europa central junto a Einstein, Freud, Benjamin, Horkheimer y Simmel. Su obra póstuma El mundo de ayer (4) de carácter autobiográfico, cargada de una enorme nostalgia, está centrada en la transición entre la etapa juvenil y dorada del autor, en la Europa anterior a 1914, y lo que vino después, recomiendo su lectura. Zweig relata cómo todo aquello que se consideraba antes como parte del sentido común se esfumó de un día para otro dando nacimiento a un mundo impensable desde la cultura dominante de comienzos del siglo 20. <br />
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La crisis presente, de carácter multidimensional (financiera, energética, comunicacional, urbana, ecológica, etc.) viene siendo comparada con otras, tal vez lo más parecido a lo actual desde el punto de vista de la ruptura civilizacional en curso es la época descripta por Zweig (salvo la ausencia, felizmente, de una guerra mundial). <br />
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El escritor relata el paso de un mundo relativamente estable a otro marcado por la violencia y el desorden, podríamos objetar su idealización del período anterior al desastre cargado de taras coloniales y elitistas, además nuestro “mundo de ayer” (sobre todo la irracionalidad exultante de los años 1990) no fue nada maravilloso sino todo lo contrario. Nos guste o no, un estilo de vida pronto desaparecerá; veremos lo que viene después. <br />
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1- “<em>Complications sans nombre au milieu des ruines en désordre</em>”, Dedefensa.org – 20 october 2008. <br />
2- “<em>Wall Street banks in $70bn staff payout</em>”, The Guardian, Saturday October 18 2008.<br />
3- Richard Haas, “<em>The Age of Nonpolarity</em>”, <em>Foreign Affairs</em>, <em>May/June</em> 2008.<br />
4- Stefan Zweig, “El mundo de ayer”, Edición El Adelantado, Barcelona, 2002.
<strong>El techo energético <br /></strong><br />También deberemos decirle adiós a la era de la abundancia energética. En el último año, la suba incesante del precio del petróleo colocó un alerta rojo sobre este tema; probablemente en los próximos meses el mismo bajará o se mantendrá en los actuales niveles empujado por la recesión, pero después seguirá subiendo como lo viene haciendo desde hace algo más de un lustro. <br /><br />La causa es evidente: ya han sido agotadas aproximadamente la mitad de las reservas globales originales y, como lo explican los geólogos expertos, a partir de ese punto la extracción tiende a descender mientras asciende su costo de explotación. Todavía nos encontramos (desde hace más de dos años) en una suerte de meseta productiva que oscila en torno de una cima o franja situada por debajo de los 90 millones de barriles diarios.<br /><br />Con el Producto Bruto Mundial en el volumen actual (escenario de estancamiento prolongado) o descendiendo (recesión) el precio debería mantenerse o caer pero no será así porque la extracción también irá disminuyendo y seguramente los reemplazos y los ahorros de energía previstos no alcanzarán para compensar la penuria: el techo energético no es fijo sino descendente.<br /><br />Esta realidad golpeará brutalmente uno de los paradigmas decisivos del siglo 20: el crecimiento permanente del Producto Bruto Interno fundado en una dinámica que fue reduciendo más y más la duración de los productos paralela al incremento de la masa de beneficios empresarios. Productos con mayor vida útil, y en consecuencia de mejor calidad, convergiendo con hábitos de consumo menos frívolos deberán ser compatibles con altos niveles de empleo. Al parecer algo imposible, pero en tiempos de crisis, de derrumbes de valores tradicionales, podríamos decir siguiendo a Saint Just que “lo imposible es la única posibilidad”. <br /><br />Aquí también, si las turbulencias duran mucho tiempo, nos encontramos ante un final abierto. <br />El otro paradigma moribundo es el del abaratamiento del transporte, la suba del costo energético lo hará crecientemente caro, al mismo tiempo las comunicaciones tienden a expandirse y bajar de precio. Algunos autores anunciaban que ante el inevitable predominio del localismo productivo y del enfriamiento del comercio internacional nos encontraríamos ante una especie de retorno a la Edad Media o ciberfeudalismo. <br /><br />Pero no tiene por qué ser así ya que el feudalismo u otras formas sociales precapitalistas estuvieron marcadas no sólo por la debilidad del comercio sino también de las comunicaciones. Tendremos un planeta cada vez más interrelacionado de manera virtual lo que abrirá nuevos espacios de creación tecnológica, nuevas culturas globales aunque afirmadas de manera plural en combinaciones de territorios materiales restringidos. Aunque también será posible la exacerbación de los egoísmos regionales y étnicos (el final del siglo 20 y el comienzo del siglo actual confirman esta hipótesis). Enfrentamos en consecuencia dos tendencias culturales contrapuestas: final abierto.<br /><br />
<p>El Presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, muy proclive a los gestos espectaculares, viene intentando establecer una suerte de línea divisoria entre el sistema actual aplastado por la especulación financiera y lo que él define como verdadero capitalismo: una suerte de paraíso terrenal fundado en el trabajo, el ahorro, la preservación del medio ambiente, el uso prudente de los recursos materiales disponibles, la acción reguladora inteligente del Estado, etc. Otros jefes de Estado y súper tecnócratas del Primer Mundo avanzan por el mismo camino, lo que no les ha impedido poner en marcha los salvatajes más grandes de la historia basados en gigantescas transferencias de recursos hacia los grupos financieros que ellos critican. <br />
Los más altos dirigentes políticos del planeta coinciden en que es necesario recomponer cuanto antes el sistema monetario internacional, ¿pero en que dirección?, las primeras respuestas quiebran la unanimidad inicial. <br />
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La tecnocracia europea sueña con dar por terminada la hegemonía estadounidense establecida por los acuerdos de Breton Woods (1944) y componer un sistema que exprese un poder compartido por las grandes potencias, basado en fuertes regulaciones estatales. La Casa Blanca no está para nada de acuerdo con eso, pero ¿cambiará de opinión cuando la ocupe el nuevo Presidente? El próximo jefe de Estado deberá responder con acciones concretas ante una recesión nacional y global que se anuncia muy profunda tironeado por la élite financiera local (transnacionalizada), por el descontento popular interno y por las otras grandes potencias. Tampoco Europa presenta un frente homogéneo, a las contradicciones interestatales se agregan las presiones de sus poderosas redes financieras (tan transnacionalizadas como la estadounidense) y la inminente multiplicación de tensiones sociales. <br />
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<strong>Discurso neoliberal y aristocracia financiera</strong> <br />
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Si hay algo que el nuevo lenguaje oficial y mediático establece con claridad, es el fin del discurso neoliberal, cada vez más evidente en Europa. En Estados Unidos la tendencia empieza a desarrollarse. Barney Frank, demócrata electo por Massachusetts y presidente de la comisión de servicios financieros de la Cámara de Representantes acaba de declarar que “la nación ha ingresado en un período de intervencionismo estatal parecido al New Deal de Franklin Roosevelt. Esto es el fin de la era del laissez-faire extremista que ahora se ha evaporado completamente”. Por su parte, David Kotok, director de inversiones de la firma de gestión financiera Cumberland Advisor de New Jersey, es más terminante: “Estamos nacionalizando instituciones financieras y bancos; cuando eso comienza a ocurrir, la tendencia toma una orientación clara: el capitalismo de libre mercado ha pasado a la historia”(1).<br />
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¿Es realmente así?, por ahora la brecha entre declaraciones y acciones publicas se amplia vertiginosamente. En una primera aproximación podríamos definir el neoliberalismo como el discurso legitimador de la financierización global. La pregunta clave es si ambos fenómenos decaen simultáneamente o si la trama financiera se las ingeniará para sobrevivir con otro discurso o sin ninguno (por ahora). Cada día se deciden nuevos subsidios a los bancos, acompañados por críticas a los banqueros cada vez más virulentas; peor aún según lo reveló recientemente un artículo aparecido en The Guardian US$ 70 mil millones, es decir cerca de 10% del fondo de salvataje financiero decidido por el Gobierno estadounidense será destinado a pagar bonificaciones a los directivos de los bancos beneficiados (2). Pese a las protestas de Sarkozy o Merkel contra los “paracaídas dorados” y otros privilegios de la élite bancaria, en Europa se está produciendo un fenómeno similar. <br />
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Las cifras son contundentes, sólo los negocios con productos financieros derivados registrados alcanzan actualmente US$ 650 mil billones (millones de millones), unas 12 veces el Producto Bruto Mundial. La capitalización bursátil global llega a US$ 55 billones (millones de millones) o un PBM. Numerosos expertos consideran que la masa especulativa planetaria ronda los US$ 1.000 billones (millones de millones), algo más de 18 veces el Producto Bruto Mundial. Y en la cúspide de esa montaña financiera, se aloja una reducida aristocracia que juega al póker con la economía global. <br /><br />Por lo menos desde el punto de vista económico, la diferencia de magnitud entre los negocios especulativos y los Estados potencialmente intervencionistas es abismal: la suma de los ingresos fiscales de los países del G7, US$ 10 billones (millones de millones), representa algo menos de 20% de la capitalización bursátil mundial, 1,5% de la masa de productos financieros derivados registrados, 1% del volumen especulativo global.<br /><br />Esto explica en buena medida la contradicción entre un intervencionismo estatal ascendente conducido por los jefes de Estado (liberales) del Primer Mundo y el fracaso evidente de esas intervenciones, cada vez más importantes pero completamente impotentes para superar la crisis. ¿Estatismo triunfante o fracasado siguiendo los pasos del neoliberalismo decadente)?: final abierto.<br /><br /><strong>Unipolaridad y despolarización</strong><br /><br />La otra víctima del temporal es sin duda la unipolaridad estadounidense que dominó sobre el planeta algo menos de dos décadas. Fue el resultado inevitable de la caída de la URSS, pero el imperio triunfante estaba sobrecargado de problemas: un sistema productivo perdiendo competitividad, déficits fiscales y comerciales crecientes y un endeudamiento público y privado que llegó a fines de 2007 a US$ 53 billones (millones de millones), aproximadamente equivalente al Producto Bruto Mundial. <br /><br />La era Bush concluye con un saldo de guerras periféricas fracasadas, un derrumbe financiero colosal y la entrada en una recesión sin final a la vista. Según Richard Haas, presidente del Council on Foreign Relations de Estados Unidos, la era de la unipolaridad estadounidense ha concluido y en su lugar no se instalará la multipolaridad (es decir, el reparto del mundo entre unos pocos polos de poder) sino más bien la “no-polaridad” (3) que también podríamos definir como multipolaridad variable y floja a la que estaríamos llegando a través de un proceso de despolarización que se va acelerando. <br /><br />Lo que la crisis actual demuestra es que la declinación de Estados Unidos encabeza a la de las otras grandes potencias; no hay desacople europeo, japonés o chino sino efectos negativos para todos ellos derivados de la crisis global. El repliegue estadounidense en ciertos espacios les permitirá a algunos ampliar sus áreas de influencia. Por ejemplo el desastre de la OTAN en Afganistán-Pakistán seguramente posibilitará el avance en Asia central de China y Rusia que, junto a Irán, se beneficiarán de la inevitable retracción del poder de Estados Unidos en el Medio Oriente. <br /><br />Pero este juego de influencias estará protagonizado por potencias debilitadas por la crisis lo que dejará un margen considerable a las autonomías relativas de países medianos y pequeños. Habrá llegado (está llegando) la hora de la intensificación de las integraciones regionales en la periferia, es el caso del Mercosur, ya no empujadas por la prosperidad económica como ocurrió en buena parte de la década actual en Latinoamérica, sino por la necesidad y la posibilidad de desarrollar estrategias comunes defensivas ante un sistema global a la deriva. <br /><br />Pero la gran presencia del futuro será la de Eurasia no como una potencia colectiva homogénea sino como un área de convergencia, de refugio de chinos y japoneses girando hacia el oeste en busca de mercados seguros, de rusos e iraníes hacia el este, de India y los países de Asia central intentando integrarse con las grandes economías de la región. Tal vez la aventura georgiana ha sido una suerte de canto del cisne de la estrategia eurasiática de Occidente. La autonomización de Eurasia emerge cono un fenómeno irresistible.<br /><br />