Auto eléctrico: no tan verde como lo pintan

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La visión de un escéptico señala las piedras en el camino del auto eléctrico.

Volvo dejará de fabricar autos eléctricos y 2019 y Elon Musk vislumbra ciudades más silenciosas, aire más limpio y automóviles más fácil de mantener.

Neil Collins, veterano columnista del Financial Times sobre temas económicos y de finanzas hace un análisis de esta supuesta Utopía desde el punto de vista macroeconómico.

En primer lugar, dice, muchos gobiernos del mundo cobran un impuesto a la gasolina. En su país, Gran Bretaña, el gobierno central recauda anualmente 28.000 millones de libras esterlinas y la proyección de aumento para 2030 da 40.000 millones de libras esterlinas. Los autos eléctricos, en cambio, necesitan ayuda oficial. Los gobiernos subsidian su fabricación. También subsidian a la gente que desea comprar un vehículos eléctrico.

Esto quiere decir que mientras el petróleo significa ingresos para un gobierno, la electricidad le significa un gasto. Esto explicaría el lento avance del auto eléctrico a pesar de todas sus supuestas ventajas.

Los subsidios no terminan allí. Los parques eólicos y solares también atraen dinero de los contribuyentes. Pero aunque todos los incentivos desaparecieran, las dificultades de hacer una red nacional con capacidad para abastecer la demanda de puntos de carga apenas ha merecido atención, dice Collins.

De modo que los autos eléctricos no son tan verdes como parecen. El proceso de convertir el combustible primario en electricidad, de transportarla hasta el punto de recarga, de cargar la batería usa mucha más energía, todo eso usa más energía que el proceso de refinar petróleo. Es cierto que están acelerando su llegada pero es más gracias a la política que a la economía. Su llegada como elemento de consumo masivo promete un buen dolor en la billetera para todos aquellos que no los manejen.

 

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