Hace algunos días, en una elelgante fiesta en el salón Bellas Artes en el distrito financiero de San Francisco, la viuda de Steve jobs, Laurene Powell, recibió como regalo una computadora con una historia interesante. Su finado eosposo, Steve Jobs, la hjabía donado allá por el año 1980 a una organización sin fines de lucro, la fundación Seva, para ayudar al grupo a manejar datos en sus esfuerzos por ayudar a personas con problemas de visión en el mundo en desarrollo.
Esa misma ONG ahora devuelve la máquina – una Apple II que pasó los últimos 33 años en su caja en el subsuelo de un hospital – a la familia del desaparecido Jobs.
Si algo de notable tiene este episodio es que Jobs fue denostado siempre por no hacer filantropía. En esto el contraste era grande con su archi ribal Bill Gates, que destinó y destina grandes porciones de su riqueza a obras de caridad. Jobs, en cambio, no era afecto a la filantropía, al menos a la que se ve. Aunque su esposa hace tiempo que es benefactora en varias causas, Jobs fue pintado por su biógrafo, Walter Isaacson, como alguien que desprecia los esfuerzos filantrópicos.
Larry Brilliant, el fundador de la Fundación Seva y viejo amigo de Jobs, pretende corregir esa visión. “No es verdad que no le interesaba la filantropía”, dijo durante el evento. “Seva no existiría sin aquel aporte de Jobs”.
En los años 70, cuando ya Jobs iba camino de convertirse en millonario, leyó en una revista sobre los esfuerzos de Brilliant para combatir la viruela en India. Envió inmediatamente un cheque para que pudiera crear la organización que luedjvo se convirtió en Seva, que proyectaba poner la cirugía de cataratas dal alcance de la población. Si bien la cantidad era pequeña – US$ 5.000 – ese primer dinero significó mucho para la organización, dice Brilliant, y tuvo un efecto poderoso en otros donantes que finalmente reunieron un total de US$ 20.000 en unas pocas semanas.
